martes, abril 21, 2009

LA SOCIEDAD A TRAVÉS DE UN CRIMEN. Por Hugo Presman

BUENOS AIRES, Abril 21, (PUNTO CERO) Muchas veces una sociedad puede ser analizada a través de sus hechos policiales. En la muerte arbitraria de un joven se puede sintetizar facetas de la historia de un país. Cuando Martín Castelucci, de 20 años, cayó herido de muerte por dos golpes de puño que le prodigó el patovica y boxeador amateur Lienqueo Catalán, de 30 años, en la puerta del local bailable La Casona de Lanús, en la noche del 3 de diciembre del 2006, había culpables directos y una trama histórica atrás. Y la discriminación como telón de fondo.
Martín era un chico de clase media, integrante de una familia que es expresión clara de aquella recordada Argentina de la movilidad social ascendente, de ancestros inmigratorios.
El padre, Oscar, es un reconocido intelectual del campo nacional, profesor de historia. Su madre es abogada. Los tres hermanos de Martín se han recibido en la Universidad Pública o cursan en ella. Son sobrevivientes de un país que en su conformación más equitativa es heredera del Irigoyenismo y del Peronismo. Un país en el cual en sus escuelas se enseña que ha sido un crisol de razas. Expresión desafortunada por el concepto obsoleto de razas y porque el crisol, en sentido figurado, significa también un lugar donde interactúan y se unen diferentes ideas, personas, nacionalidades, culturas, etc. dando lugar a una síntesis de todas ellas. Era necesario establecer parámetros de un denominador común para configurar una identidad nacional dejando en el numerador todas las variantes de la diversidad que enriquecen a una comunidad.
El país de la arcadia rural se fundó sobre las guerras civiles del siglo XIX, sobre el triunfo de Buenos Aires, la destrucción del Paraguay en la guerra de la triple infamia, el genocidio de los paraguayos, el exterminio del indio en la mal llamada campaña del desierto que quedó desierto después de la conquista. Buena parte de la mano de obra nativa se la reemplazó por el alud inmigratorio, que tenía en la concepción sarmientina, el virus de la discriminación en el malhadado axioma de civilización y barbarie. A través de los dos movimientos populares se expresaron las clases medias en ascenso y la nueva clase obrera migrante de las provincias. Esa presencia del cabecita negra fue estigmatizada por las clases altas y franjas importantes de las clases medias. Eso que Ernesto Sanmartino llamó “el aluvión zoológico” y que Julio Cortázar retrató en Casa Tomada como la sensación de opresión percibida por los sectores medios a través de la ocupación de espacios por aquellos que habían sido excluidos y luego al ser incluidos debían ser invisibilizados.
Esa noche de diciembre del 2006, el entrecruzamiento de esta historia se dio cita en La Casona de Lanús. Martín Castelucci iba acompañado de su amigo Nahuel Arroyo, que según el aluvión zoológico, o la vida transitada bajo la visión binaria de civilización y barbarie, no tenía derecho a entrar. En el voto de Guillermo Piume, uno de los tres jueces que condenó a José Segundo Lienqueo lo expresa con claridad: “En el local bailable La Casona se implementó un deplorable sistema de admisión de ingreso, inspirado en evidentes prejuicios de índole racista y clasista”
Martín, con la piel blanca que el estereotipo identifica con la civilización, había sido autorizado a ingresar. Volvió sobre sus pasos para oponerse a la discriminación que era objeto su amigo. Había asimilado, tal vez sin saberlo, pero como un elemental sentido común los principios de igualdad de su familia que iban de la Revolución Francesa a la Reforma Universitaria, pasando por el peronismo histórico. En ese intento encontró la muerte.
Pero José Segundo Lienqueo, tal vez también sea una víctima empleada para ser victimario, por el dueño del boliche Atilio Amado. Es él, el instigador de la discriminación implementada con la violencia. En palabras del juez citado: “En el local no sólo era válido impedir el ingreso de aquellas personas que no se adecuaban al estereotipo admitido, sino que además, de resultar necesario, habilitaba el uso de la violencia extrema”. La misma violencia que los militares en el papel de José Segundo Lienqueo ejercieron en distintas etapas de nuestra historia, desde el bombardeo a Plaza de Mayo al terrorismo de Estado. Y los instigadores y beneficiarios directos como Atilio Amado, que a nivel nacional puede ser desde la Sociedad Rural a los Capitanes de la Industria, desde Alfredo Martínez de Hoz a los Blaquier, generalmente escapan de todo castigo porque en diferentes grados son el poder. Todo ello abonado ideológicamente en el crisol de razas, civilización y barbarie, el aluvión zoológico, los morochos generalmente pobres son un peligro. O dicho sin eufemismos: no queremos saber nada con esos negros de mierda.
La familia Castelucci ha actuado con el temple y la búsqueda de justicia que rigió el accionar de las Madres de Plaza Mayo en los años de plomo.
Nunca un gesto destemplado. Nunca una escenografía del dolor. Nada de pedir la pena de muerte. Ni modificaciones del Código Penal o mano dura. Nada de ojo por ojo. Simplemente el accionar de justicia.
Como dijo en una ocasión Oscar, el padre de Martín: “Cuando uno sufre una injusticia tan grande no modifica sus valores, construye en base a los que ya tenía. Pero ahora comprendemos claramente que una sociedad violenta requiere para ser modificada otra cosa que violencia, sino se repite el efecto. Frente a ella, debemos sostener la tolerancia……Para la pérdida de un hijo no hay reparación judicial posible, pero por su memoria queremos que quienes son los responsables de su muerte estén presos”
Constituyeron la Asociación Civil Martín Castelucci, para intentar que la muerte de su hijo no haya sido en vano. Tiene como objetivo ir contra la discriminación, contra la violencia y por los derechos de los jóvenes” La cátedra de Derechos Humanos de la Escuela Normal Superior número 3 Bernardino Rivadavia de San Telmo lleva el nombre de Martín Castelucci.
El martes 14 de abril del 2009, la familia Castelucci escuchó la sentencia a once años de prisión de José Segundo Lienqueo. Sin estridencia, Oscar, el padre, Ana María Herrera, la madre, los hermanos Pablo y Laura, Mariana simbólicamente desde Barcelona se confundieron en un abrazo, salpicado por las lágrimas. No celebraban nada. Solo sentían que habían hecho lo justo en honor de ese hijo, de ese hermano asesinado. Y ahora van porque el brazo de la justicia alcance al instigador. Por Atilio Amado. El que representa en pequeño, los que poderosos han hecho en grande cada vez que se avanzó sobre sus privilegios. Usando la extrema violencia. Despreciando la vida.
Cuando eso se concrete, recién entonces lo que se repite mil veces en los escritos judiciales se hará realidad: SERÁ JUSTICIA(PUNTO CERO).

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