jueves, julio 16, 2009

Mov. Pol. SIndical José Ignacio Rucci: Luego del 28 J, la realidad nos impone un escenario sumamente complicado.

(Silca). La política está imponiendo lecciones, enseñanzas y realidades que nos exigen enfrentar el llamado “riesgo K”, o sea la posibilidad, siempre existente, de que el gobierno adopte alguna medida sorpresiva y desequilibrante. Parte Iº.
Enunciar los errores, o las barrabasadas, de política en general –y de política económica- de los gobiernos K, tanto el de Néstor como el actual de Cristina, a esta altura de la realidad, es tan fácil como pescar en una pecera; el deterioro de la situación política general, que llevó al gobierno de CFK a convocar, entre gallos y medianoche, intempestivamente al “diálogo” nos conduce a intentar bucear en algunas de las consecuencias generadas por este estado de debilidad presente. Es muy útil pensar la realidad existente y los caminos posibles a recorrer en la postcrisis global y la post elección vernácula, donde se transita una situación de claro deterioro de la situación política, a tal punto que se ha transformado en una verdadera “brasa ardiente”, con la que deberá lidiar el conjunto del pueblo argentino, y por consecuencia tanto el Gobierno K como la oposición –interna y externa del PJ- que surgiera netamente tras la derrota del oficialismo en la noche del 28J.
Es imprescindible para una amplia comprensión, encarar las diversas realidades de un tema a la vez, para poder así discurrir con alguna pretensión de profundidad el nuevo escenario nacional.
La primer realidad que se impone por su “gravitación social” es el crudo deterioro del superávit fiscal, que pasó a un déficit de $ 97 millones en las cuentas públicas entre enero y mayo de 2009, siendo esta cifra aún pequeña –y a la vista de muchos muy poco preocupante- sólo la punta del iceberg de una brecha entre ingresos y egresos proyectada para fin de año de $ 6 mil millones, y esto siempre que no se cuente el crecimiento de los déficit provinciales, que están subiendo por el “ascensor” debido a los desmanejos de las pandemias –dengue, Chagas y ahora la gripe H1A1-, la crisis del sector agrario y la recesión económica nacional.
De los promocionados superávit gemelos –fiscal y comercial-, que fueron uno de los pilares de la recuperación iniciada en 2002, y del crecimiento realizado en éstos siete años, el primero ya se está quedando en el camino; mientras que el excedente comercial, por el desplome de las importaciones y las medidas restrictivas impuestas unilateralmente por el gobierno –que luego veremos que consecuencias negativas pueden deparar a corto plazo-, alcanza apenas por ahora para financiar la demanda creciente de dólares de particulares y empresas.
Durante estos primeros cinco meses –previos al 28J- y escondidos tras los ingresos de la ANSES tras la eliminación, sumamente defendible desde lo ideológico, de las AFJP y antes de realizar el pago de los intereses, el Tesoro Nacional mostró un superávit primario de $ 6.259 millones, mostrando sin embargo un increíble descenso respecto del obtenido apenas un año antes. De los $ 17.660 millones se cayó a casi un tercio, un verdadero bajón del 65% prolijamente ocultado al pueblo.
Pero tras aquel ocultamiento, al realizarse los pagos impostergables de los intereses de la deuda se cayó en un déficit cercano a los 100 millones cuando, en el mismo período del 2008 se había cerrado con un superávit financiero de más de $ 12 mil millones. Rogelio Frigerio proyecta para el presente 2009 un superávit primario anual de $ 18.622 millones que contrastan claramente con el de 2008 que fue de $ 32.569 millones; es él quien calcula un déficit anual de $ 6 mil millones tras el pago de los intereses contra los $ 14.655 de superávit obtenidos apenas un año atrás.
Este gigantesco rojo de más de $ 20 mil millones generado en apenas 12 meses viene acompañado por el desbalance de los déficits provinciales, donde se proyecta un déficit primario de más de $ 5 mil millones y un “rojo financiero” de más de $ 8 mil millones que deberán computarse sumándose a los 20 mil millones. De no haberse producido la estatización de los fondos jubilatorios –AFJP-, este año hubiera desaparecido todo el superávit fiscal primario y el verdadero déficit financiero estaría cercano a los $ 19 mil millones.
Vemos entonces como con estas proyecciones, verdaderas realidades, de los saldos fiscales y comerciales, la Argentina mantendrá apenas el excedente comercial que hasta podría aumentarse, por la fuerte contracción de las importaciones –que primariamente implica desabastecimiento industrial y productivo-, pero termina generando un profundo deterioro del resultado fiscal, renunciando definitivamente a aquella lejana meta del 3% del PBI como superávit primario, pasando a obtener –con suerte y viento a favor- apenas un 1,6% que se achicaría a 1,2% del PBI si se contabiliza el déficit generado por las provincias, tornándose totalmente negativo tras el pago de los intereses de la deuda.
Esta primer realidad con importante “gravitación social” aún no toma en cuenta el impacto que producirá a nivel fiscal la actual pandemia de la gripe A, producto de la fortísima caída de las ventas y del turismo que se reflejará en la recaudación de julio y agosto; como tampoco se contabiliza la “nueva” e importante presión que se visualiza en el Congreso Nacional, entre legisladores peronistas –disidentes, opositores y saltimbanquis- y de la oposición para reducir retenciones agropecuarias y coparticipar algunos tributos –total o parcialmente- como el impuesto al cheque.
Como fácilmente podemos deducir, estos números fiscales muy adversos –déficit fiscal y disminución de ingresos- se dan en un presente donde la nación tiene cerrada la financiación externa, salvo aquellos desembolsos de organismos internacionales por compensación de vencimientos y luego de aplicar canjes. Así empezamos a ver como el gobierno K comienza a rascar el “fondo de olla” del sector público, específicamente la ANSES, el BCRA y el BNA.
La segunda realidad que se impone por la importante “gravitación social”, y generada por la primera y por el aislamiento internacional, es como el Tesoro echa mano de $7.300 millones del Banco Nación –BNA-, $ 3 mil millones de las utilidades del BCRA ya transferidos y de $ 1,5 mil millones a transferir en el resto del año; así como de los “adelantos transitorios”, el otro canal de financiamiento del BCRA al Tesoro que crecieron en $ 10,4 mil millones en los primeros cinco meses del 2009, restándole según Carta Orgánica de la entidad apenas $ 6 mil millones para lo que resta del año.
Esta monstruosa absorción de fondos por parte del Tesoro –el Gobierno se entiende- es producto, según un estudio de Miguel Bein, de la carga de la deuda pública entre intereses y amortizaciones, que descontando los vencimientos refinanciables de los organismos internacionales e internos del sector público, asciende a 3,4% del PBI en 2009 y a 2,8% del PBI en 2010. Esta absorción de fondos desfinancia notoriamente al sector público, realizando por lo tanto un verdadero desfinanciamiento por otra vía a la economía real, en contra de lo propuesto y prometido por la presidente CFK ante los coletazos argentinos de la crisis global.
Ambas realidades significan una brecha notoria entre ingresos y egresos o gastos, lo que nos conduce a la tercer realidad que se impone por la muy importante “gravitación social” y cultural argentina, que no es otra que abordar el “enigma del dólar”, esa verdadera pasión nacional, teniendo en cuenta prioritariamente al hablar del dólar que éste registra al menos dos influencias que suelen ser confundidas en el debate.
Según explica Eduardo Levy Yeyati, por un lado, el tipo de cambio real multilateral –TCRM- tiene efectos sobre la balanza comercial, más como reflejo de competitividad de las importaciones de nuestros socios comerciales que las de nuestras exportaciones. Esto es así, debido a que nuestras exportaciones son primordialmente primarias, y su volumen depende más del clima y de la voluntad productiva que del propio precio. Por otra parte, el dólar es tomado como “refugio” de valor ante los cimbronazos financieros con cada shock de incertidumbre.
Así encontramos dos consecuencias de ésta realidad –el dólar-, para aquellos que creen que el peso estadounidense se depreciará con relación al resto de las monedas, un dólar débil sólo puede implicar monedas emergentes más fuertes; siendo para ellos esto esencial para hablar del “peso argentino”. Un dólar a $ 4 parecía corto cuando el real arañaba los 2,5 por U$S, pero es mucho más razonable cuando la moneda brasileña vuelve a 1,8 o 1,9. “Esta postcrisis benigna para el barrio emergente le quita presión al tipo de cambio” sostiene Yeyati.
Pero esto es sólo la mitad de la historia, porque así como los economistas piensan en el tipo de cambio como “un precio relativo” que remite a la competitividad externa, los financistas lo piensan como un “activo” preocupándoles previsiblemente más la “salida de capitales” que la entrada de productos “baratos” o con dumping.
Y aquí encontramos el verdadero stope da question, si algo contribuye a la salida de capitales en los últimos dos años es el “riesgo K”, o sea la percepción popular de que el Gobierno adopte alguna medida sorpresiva y desequilibrante. Tales como las tres que ya nos ha dedicado: la intervención del INDEC, el conflicto con el campo y la nacionalización intempestiva de las AFJP; tres medidas que llevó al ahorrista común a preguntarse: “si ha hecho esto en situaciones poco complicadas, ¿Qué no hará el Gobierno puesto contra la pared?”
Si fue capaz de manipular, desprestigiando un organismo señero a nivel mundial y regional, para esconder la inflación interna y que como consecuencia indeseada o secundaria –aquí varían las miradas- provocó un default encubierto; si dañó el principal sistema productivo nacional, y el que le generaba realmente el superávit comercial, ¿que nueva necedad es capaz de realizar? Llegando a las especulaciones -¿infundadas?- sobre una posible reestructuración de deuda, una hiperdevaluación o incluso una confiscación de depósitos al mejor estilo cavallista.
Estos tres despropósitos acumulados generaron que la postcrisis devenga en postKrisis tras las elecciones de medio término del 28J, ellas han alterado el panorama económico y político argentino de un modo crucial y según Yeyati “los resultados del domingo –y los indicios posteriores- sugieren que el riesgo K (cualquiera que haya sido su probabilidad es un escenario alternativo) no se materializará”.
Ya que es muy difícil, por no decir casi imposible, imaginar un gobierno tan débil, como el actual, confrontando con un Congreso distante, un partido peronista esquivo, disidente y hasta casi opositor, y gobernadores e intendentes desencantados, y acordando en esto con Levy Yeyati, con un escenario como el actual, ninguno de los tres jalones del riesgo K habrían visto la luz.
Así entonces, la verdadera presión sobre el dólar muy difícilmente llegue a producir una “estampida” y por lo tanto aquel riesgo K no se producirá; porque es muy poco probable que la debilidad gubernamental derive en un distribucionismo suicida que termine por debilitar totalmente las finanzas públicas. Ni la oposición, ni el peronismo y mucho menos los gobernadores e intendentes sean suicidas, por lo que sumado a que se limitarán fuertemente los plenos poderes emergentes de la “emergencia económica” y a que se transparentará la asignación de partidas hasta ayer totalmente discrecionales nos muestran un renovado escenario político y económico.
Quizás asome un gobierno más frugal y menos autista, o por lo menos poco soberbio y más abierto a escuchar propuestas productivas que nos reconduzcan a la senda del crecimiento en camino al desarrollo con claras señales de mejoría en 2010.
La cuarta realidad que se impone por la importante “gravitación social” es la necesidad de contar con buenas estadísticas económicas y sociales, debiendo el Gobierno o en su defecto el Estado –entendiendo por tal los otros Poderes (Legislativo y Judicial)- reparar este vector, ya que regresar a un INDEC creíble podrá ayudar a mejorar las expectativas sobre la coyuntura, que no son tan malas como se sospecha. Y colaborar, asimismo, en la reinserción nacional en el circuito del crédito externo.
El Gobierno K creyó que las cifras estadísticas que subestimaban la pobreza y la indigencia, la inflación y aumentaban ficticiamente el crecimiento eran correctas y en base a ellas redujo los recursos –en términos reales- para los planes sociales especialmente en el conurbano bonaerense, pagando en los resultados electorales el costo político en apenas dos años de la decisión de (como dice Ernesto Kritz) “romper el termómetro” de la economía en enero de 2007.
Estas cuatro realidades post 28 J, algunas de muy vieja data pero emergidas ahora, nos presentan un escenario sumamente complicado con vistas a un futuro plagado de nubarrones y frentes de tormenta. De la capacidad de diálogo y reparación de los desaguisados que haga gala el Gobierno K dependemos por lo menos en este interregno hasta que asuma el nuevo Congreso Nacional, en el que la “nueva” oposición deberá demostrarle al pueblo argentino que no se ha vuelto a equivocar.
Buenos Aires, 15 de Julio de 2009.
Arq. José Marcelino García Rozado
Secretario General

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