lunes, marzo 12, 2012

Escuela secundaria: dos de cada 10 alumnos estudian con sobreedad

Es una realidad que afecta más a los chicos y chicas de sectores más pobres y que estudian en las escuelas públicas. Aseguran expertos que en muchos casos es el primer paso para que el sistema los termine expulsando. El debate por cómo se da la inclusión educativa.
Dos de cada diez alumnos secundarios en nuestro país estudian con sobreedad. Rezagados, como se los conoce en los estudios educativos. Son chicos y chicas que van a la escuela con mayor edad a la correspondiente, ya sea por haber repetido de curso o por haber ingresado más tarde, entre otras razones.

¿Las consecuencias? 
Menos oportunidades y menos posibilidades de completar los estudios en las mismas condiciones en que lo hacen sus compañeros.
Es decir, un derecho vulnerado por donde se lo mire.
Así lo indica el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, con datos de una encuesta realizada en varias ciudades del país. El Barómetro es una publicación que desde hace años realiza la Universidad Católica Argentina junto a Fundación Arcor, Fundación Telefónica y Fundación Minetti.
Ese dato se suma a otro conocido el año pasado, íntimamente relacionado con el rezago educativo e igual de preocupante: en la Argentina, sólo el 43 por ciento de los alumnos que comienza con la educación secundaria la termina, de acuerdo a un informe publicado por el Instituto Di Tella. Es decir, menos de la mitad de los inscriptos llega a completar los doce años que conforman el ciclo primario y el secundario.
Esto posiciona al país en uno de los puestos más bajos en América Latina, por debajo de Bolivia, Paraguay y Ecuador. Los mejores ubicados son los peruanos y los chilenos, que cuentan con un 70% de estudiantes que completan el ciclo.

El rezago educativo en el secundario
Según el Barómetro, el rezago educativo es más común en las grandes ciudades que en las medianas o pequeñas y afecta principalmente a los chicos y chicas que viven en los sectores económicos más desfavorecidos.
Según esos datos, esta realidad está presente en el 31 por ciento de los alumnos secundarios de los sectores más empobrecidos, contra apenas el 9 por ciento de los chicos de sectores más ricos.
“Estos datos también tienen un componente social: en general el rezago repercute más entre los chicos y chicas que viven en sectores más pobres”, explica Ianina Tuñón, coordinadora general de la investigación. Y agrega:  “Es importante pensar en términos de derechos no sólo la inclusión de los chicos en la escuela, sino también en qué condiciones se da esa inclusión, evaluar si el trayecto escolar se da con la edad que corresponde.  Y entender que a veces ese rezago es la antesala del fracaso escolar, de la expulsión.  Y que esta situación deja más indefensos a los chicos de sectores más empobrecidos, que no pueden escapar de ese círculo produce la pobreza, con menos educación, menos oportunidades, peores trabajos…”.
Con esa mirada coincide la de Gabriel Brener, licenciado en Educación y especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo. Según él, en primer lugar “es central valorar y jerarquizar las  estrategias de inclusión que ha asumido esta gestión de gobierno, y en ese sentido, la ley de educación nacional, la de enseñanza técnica, el 6, 5 % del PBI a educación, la AUH, Conectar Igualdad, la construcción de escuelas, entre otras iniciativas son clave y marca la diferencia con todas las gestiones precedentes, desde que recuperamos la democracia”.
Pero, asegura el especialista, “existe un desafío de enorme envergadura, y no remite sólo  a la inclusión sino especialmente a la manera de incluir. Es decir, el desafío político y pedagógico consiste en mejorar las trayectorias escolares, la calidad del tránsito, y no sólo el acceso, en cada nivel del sistema. Los niños/as y adolescentes de los sectores sociales más vulnerables, tal como indica el informe, pero también los propios estudios del ministerio hace tiempo, están en desiguales condiciones y posiciones para hacer frente a las exigencias de la escuela si los comparamos con sus pares de sectores medios y altos de la sociedad. Y más aún cuando sabemos que la institución escolar debe luchar contra sus propias limitaciones”.
Y agrega Brener: “Lógicas fundacionales pero muy instaladas en sus prácticas cotidianas que homologan inclusión con homogeneización. Y de este modo el mandato es incluir, pero a todos y  de la misma manera. Operación que no solo concibe la diferencia como deficiencia sino que perjudica aun más a quiñes provienen de hogares con dificultades materiales y simbólicas para acompañar la escolarización. O sea, una lógica escolar muy arraigada que reproduce y acrecienta desigualdad y castiga a los menos favorecidos”.
Por otro lado, según la misma encuesta, la propensión al rezago educativo es claramente mayor entre los adolescentes que asisten a escuelas de gestión pública que privada: un adolescente en escuelas de gestión pública registraba en 2010 casi 3 veces más chance de estar demorado en su trayecto educativo que un par en las escuelas de gestión privada.


Sobre el uso de la palabra "rezago"
Las palabras suelen funcionar en contexto, razón por la cual me parece necesario aclarar algunas cuestiones con el término “rezago”. Las definiciones que aparecen más a mano nos dice que se trata de un “atraso o residuo que queda de una cosa” o “retrasar por un tiempo la ejecución de alguna cosa” ; “quedarse atrás” diferir, atrasar, retardar, suspender, demorar, tardar, dilatar.  
Es curioso que  rezago suele asociarse con los atributos de quien se retrasa, razón por la cual lo asocio a la idea de “fracaso”, Ambas suelen asociarse rápidamente con el o los alumnos, y me interesa señalar que existe una especie de desplazamiento semántico (los medios han contribuido mucho a ello, también las políticas neoliberales de largo alcance) en el que rezago o fracaso suele asociarse con el alumno y no con la escuela. Y en esa operación semántica ocurre lo mismo que cuando se señala a ciertos jóvenes como peligrosos cuando en realidad son pibes que están en peligro. Se culpabiliza a quien debe protegerse. Las dificultades que evidencian los chicos más pobres para responder a los requerimientos escolares, ya sea cuando retrasan sus itinerarios, cuando desertan o abandonan, cuando repiten años, cuando son ignorados como sujetos de derecho, requieren de abordajes que en vez de buscar culpables, pueda instituir responsables, logrando comprenderlo como serios problemas de inclusión que tienen las políticas educativas en general y las escuelas en singular. 
Por Gabriel Brener, Licenciado en Educación y Especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo (FLACSO).


Cada vez más chicos en escuelas privadas
En 2003, sólo el 8% de las familias de todo el país que ganaban hasta 725 pesos (el quintal más bajo de la población) mandaba a sus hijos a la escuela privada, y en 2011 pasó al 12,3%. Y entre las familias que ganan hasta 1.200 pesos, el porcentaje creció del 19% al 32%, según un informe del Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP) en base a un trabajo realizado sobre la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, difundido recientemente en los medios.
Según esa publicación, en términos globales, sin distinción de clase social, la cantidad de alumnos de seis y siete años en escuelas privadas pasó del 26% en 2003 a 37,5% en 2011. Es decir, un incremento de más de 11 puntos porcentuales, en detrimento de la matrícula de los colegios del estado. También se da un aumento en el pasó a ser del 34% en 2011.
Frente a estos datos, el propio ministro de Educación de Nación, Alberto Sileoni, reconoció en una columna publicada en el diario Página 12 que “la decisión de las familias de inscribir tempranamente a sus hijos en la educación privada tiene varias causas: amplios sectores de la sociedad argentina mejoraron su situación económica y eligen la escuela privada, que, en principio, les garantiza un servicio constante con escasas interrupciones. A pesar de que en 2010 y 2011 se cumplieron los calendarios escolares, es cierto que la escuela pública, sobre todo la secundaria, aún no revierte su imagen de institución atravesada por conflictos constantes”, aunque también señaló que “lo que no es cierto, y los datos lo demuestran, es que exista una migración de la escuela de gestión estatal a la privada.
Más aún, los datos indican que la matriculación en la educación privada cae sensiblemente tras los primeros grados, indicando un pasaje en sentido contrario:de la educación privada a la estatal. Hay coincidencia de que en los últimos años, la escuela pública argentina mejoró significativamente en las condiciones materiales (libros, netbooks, infraestructura) y en los resultados de los aprendizajes. En el Operativo Nacional de Evaluación de secundaria el 73 por ciento de las escuelas eran de gestión estatal”, y agregó: “Es cierto también que en los últimos tres años la matrícula del nivel secundario estatal aumentó un 2,3 por ciento mientras que en el sector privado ese incremento fue de 0,2”.

Termina diciendo el ministro: "Tal vez sea el momento de establecer mecanismos que generen una mayor presencia de los docentes en las aulas y una mayor presencia de las familias en la escuela, fortaleciendo la convicción de que para educar a un niño necesitamos del esfuerzo y compromiso de todos".

Juan José Llach, ex min. de Educación de la Nación.
“El factor principal en este cambio es simplemente que los padres perciben que en las escuelas privadas es mayor la cantidad efectiva de días de clase y mejor la organización. Esa percepción hace que apenas se los permita su situación económica, las familias hagan el esfuerzo de mandar a los chicos a una escuela privada, aunque sea a una parroquial”, dice. Y agrega: que esto se da sobre todo en la provincia de Buenos Aires. “No sé si hay un deterioro de la escuela pública, pero sí existe una percepción de que es así, lo que debería ser un llamado de atención”, opina. (Fuente: Clarín).

Inés Dussel, investigadora del Conicet
En la Argentina la escuela pública tuvo su momento de auge en la primera mitad del siglo XX”, explica. Y agrega: “Más que pública o privada, me parece que hay que mirar los problemas del sistema educativo en su conjunto. Segmentación social, empobrecimiento y superficialidad en lo que se enseña, problemas serios para organizar un orden de trabajo (disciplina, atención, compromiso y disposición a trabajar). Esos problemas los tienen la mayoría de las escuelas, públicas y privadas, y habría que atenderlos de manera urgente”. (Fuente: Clarín).


La importancia del acompañamiento de la familia
La mayoría de los niños/as en el nivel primario cuenta con el apoyo familiar en la realización de sus tareas escolares (66,7%); apenas un 9,7% recibe clases particulares de apoyo escolar y 7,4% asiste a clases particulares de idioma extranjero o computación, según datos del Barómetro.
Las posibilidades de acompañamiento familiar en la realización de tareas y acceso a apoyos extra-escolares tiende a disminuir a medida que desciende el estrato social de origen del niño/a.
El 45% de los adolescentes en el secundario suele recibir apoyo de sus familiares para estudiar y realizar las tareas escolares, sólo un 13% accede a clases de apoyo particulares o clases de enseñanza de computación y/o idioma extranjero. Las posibilidades de acompañamiento familiar en la realización de tareas y acceso a apoyos extra-escolares tiende a disminuir a medida que desciende el estrato social de origen del adolescente.
El 59,8% de los adolescentes no cuenta con una biblioteca o libros en el ámbito familiar, el 53,7% no accede a una computadora y 66,7% no accede a internet en su propio hogar. El déficit en el acceso a estos recursos es mayor a medida que desciende el estrato social de los adolescentes.
Cifras que ayudan a entender la complejidad del problema, y que permiten empezar a pensar soluciones y políticas públicas para garantizar el acceso a una educación plena, que en definitiva es un derecho de los chicos y chicas. (Fuente: Periodismo Social).

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