jueves, mayo 17, 2012

LA BANALIZACIÓN DE LA POLÍTICA. Por Hugo Presman.

“La banalización del mal” es la frase conocida de Hannah Arendt que da subtítulo a uno de sus libros, relativo a su seguimiento del juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén.
La cita que ha hecho historia se refiere a ese individuo común convertido en un burócrata de la muerte. Escribe la autora que, paradoja humana, mantuvo una prolongada relación amorosa con Martín Heidegger, filósofo simpatizante del nazismo: “Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante el cual las palabras y el pensamiento se sienten impotentes.”
Para abordar la banalidad de la política no es necesario ir tan lejos. Alcanza con leer la prédica de los principales columnistas políticos de los medios dominantes cuando se encuentran con gobiernos populistas según su descalificación, y que son precisamente aquellos que pertenecen al campo nacional y popular. Son estos gobiernos los que con contradicciones y limitaciones, intentan poner al Estado al servicio de los sectores populares y en lugar de distribuir sólo hacia arriba, reparten parte de la renta nacional hacia abajo. Los que proponen ser soberanos y romper el andamiaje cultural de la dependencia cultural y económica. Esto es para esos escribas un crimen inadmisible.
Su prédica se centra entonces en el Estado como un mal en sí mismo, donde sólo puede encontrarse corrupción e ineficiencia. Y la política no es un instrumento para transformar la sociedad, sino la expresión más palpable de las miserias y bajezas humanas. Todo lo mirarán a través de una segunda intención deleznable, que convertirá la decisión más loable en la satisfacción de los intereses individuales de quienes toman la medida.
Si se recuperan los fondos previsionales de la rapiña de las AFJP, eso se traducirá como un manotazo a los fondos de los jubilados. Si se aprueba una ley de medios audiovisuales para acotar monopolios y ampliar las voces, eso no es más que un atentado a la libre expresión y un camino indefectible a la censura. Si se considera de interés público el papel para diario cuya fabricación está en manos de una empresa hegemónica propiedad mayoritaria de los dos diarios dominantes, eso es ir contra el libre mercado. Si se paga deuda externa con reservas, eso es una apropiación indebida e irresponsable de los ahorros acumulados, la mayor parte de ellos obtenidos durante el gobierno popular que adopta la medida. Si se estatiza el 51% de las acciones de YPF, es con la evidente intención de apoderarse de una nueva caja. Si se reforma la Carta Orgánica del Banco Central, rémora del neoliberalismo salvaje, es para disponer irresponsablemente de los fondos.
Son análisis realizados a través de las anteojeras de un tesorero. No hay nada que se pueda realizar en función de una idea o de un proyecto político. Y cuando hasta sus aliados políticos lo abandonan- vaya a saber si transitoria o definitivamente- como en el caso de los radicales con la estatización de la mayoría de las acciones de YPF, Joaquín Morales Solá desde las páginas ensangrentadas de La Nación, subido a la Tribuna de Doctrina empecinadamente antinacional y antipopular los acusa: “¿Qué les pasó a los radicales? ¿Fueron víctimas de un “chantaje emocional”, como lo calificó el diputado Oscar Aguad, el líder de media docena de diputados radicales que se sublevaron entre 40 obedientes? Había mucho más diputados radicales dispuestos a desobedecer la increíble orden partidaria. Uno a uno fueron cayendo seducidos por promesas de que podrán nombrar en la Cámara de Diputados a más empleados que los que ya tienen.” Increpa a los diputados de un partido que fundó YPF y que anuló los contratos petroleros que había suscripto Arturo Frondizi, en el gobierno de Arturo Illía. ¿Quienes respetaron más la historia? ¿los que votaron a favor o los genuflexos a los medios dominantes que ni siquiera fueron capaces de decir no y se retiraron? Como en el barro todos quedan embarrados, la decisión correcta y conforme a la mejor tradición yrigoyenista de los radicales, es colocada no como coherencia ideológica, sino como una compensación ridícula a través de poder designar un mayor número de empleados.

LA PULCRA POLÍTICA DE LAS DICTADURAS ECONÓMICO-MILITARES
Cuando los que se autotitulaban republicanos y demócratas (como hoy los Morales Solá y cía.) bombardearon Plaza de Mayo, fusilaron en los basurales de José León Suarez y prohibieron y proscribieron a las mayorías populares, consideraron que eso era una cruzada purificadora indispensable y patriótica y que la política sólo estaba conformada con ideales.
Cuando los que se autotitulaban republicanos y demócratas (como hoy los Morales Solá y cía.) exaltaban los móviles impolutos de los promotores y ejecutores de la desnacionalización de la economía, la destrucción de los avances científicos conseguidos, del arrasamiento de las universidades, de la devastación de Tucumán y del avance de la proscripción contra las mayorías populares encarnada en la dictadura cívico-militar de Onganía, pomposamente autodenominada Revolución Nacional.
Cuando nada de esto alcanzó, los que se autotitulaban republicanos y demócratas como hoy los Morales Solá y cía, propulsaron y promovieron la dictadura establishment-militar de 1976, alentaron el terrorismo de estado, cantaron loas a los militares y sus patrióticas intenciones.
En ningunos de estos casos se preocuparon por la seguridad jurídica, el rol del estado, la pobreza, la indigencia o la caja.
Cuando durante el menemismo se aprobaban privatizaciones con diputados truchos y se enajenaba lo que quedaba del patrimonio nacional, cuando se desguazaba el Estado a favor de los que lo que lo convirtieron en un anémico crónico, los que se autotitulaban republicanos y demócratas como hoy los Morales Solá y cía, propagandizaban que marchábamos a paso firme hacia el primer mundo y tenían orgasmos con las relaciones carnales.

LA BANALIZACIÓN DE LA POLÍTICA
Imaginemos a Joaquín Morales Solá, Mariano Grondona, Jorge Lanata, Ricardo Kirschbaum, Carlos Pagni, a mero título enumerativo de una larga lista, que se presentan como independientes y profesionales, siendo funcionales a los medios hegemónicos que lo contratan, hubiesen sido contemporáneos de Mariano Moreno, de San Martín y de Belgrano, a los que hoy reverencian pero cuyas políticas hubieran demonizado por nacionales y populares, haciendo eje en las impurezas de la realidad.
Podrían haber dicho: “ Es evidente el doble discurso de Moreno que hace un año escribió la Representación de los Hacendados, haciendo un culto del librecambio que nos integra al mundo y ahora redacta y propone ejecutar “ El Plan Secreto de Operaciones”, un engendro jacobino de capitalismo de estado que nos sumirá en la pobreza y nos aislará del resto de los países civilizados del planeta. Es evidente que no hay ideales en sus concepciones, y seguramente con el dinero que le ha sacado a tirios y troyanos, con artilugios oscuros, creará un monopolio de prensa. El verdadero objetivo de Belgrano en el éxodo jujeño, fue inventariar los bienes de los habitantes de la provincia para incautárselos. No hay en él la menor pizca de una concepción patriótica, sino meramente su avidez patrimonial. San Martín tiene una ambición desmesurada y su intento de cruzar los Andes es una estrategia comercial para apoderarse de los tesoros de Chile y de Perú y luego proclamarse Virrey. Incluso puede ser un agente inglés, y hasta un impostor pues sus planes coinciden con el de un militar escocés llamado Thomas Maitland, lo que acrecienta las sospechas de ser infiltrado por Gran Bretaña. Más aún, se han detectado importantes sobreprecios en las adquisiciones de víveres y municiones para emprender sus disparatados proyectos, cuyo costo serán cargados a toda la población.”
Estos banalizadores de la política y de la historia, intentan describirla al tamaño de sus insignificancias. Vano intento. Pueden tener éxitos temporales, pero el tiempo pone a cada uno en su lugar. Creen escribir la primera versión de la historia y apenas llegan a incorporarse, con suerte, a un pie de página. Y es posible que su destino sea apenas una fe de erratas.

No hay comentarios.: