lunes, marzo 11, 2019

Pilar: Un mapa de colores, la clave geopolítica en el año electoral. Por Diego Schejtman.


Pintado de amarillo Cambiemos, Pilar está rodeado de municipios celestes del peronismo. El PJ afina los planes para cambiar la pintura. Las estrategias del Pro para mantenerla.
“Pilar es una isla amarilla rodeada de un mar celeste”. Así suele definir un alto dirigente local de Cambiemos el escenario político del distrito más allá de las fronteras.
Gráficamente, la definición es exacta. Pilar, gobernado por Nicolás Ducoté, limita hacia el Conurbano con distritos peronistas. Escobar, comandado por Ariel Sujarchuk; Moerno, por Walter Festa; Malvinas Argentinas, a cargo de Leonardo Nardini y José C. Paz, en manos de Mario Ishii, el último representante de la llamada “vieja política”.
Saliendo un poco de los límites, pero aún en la zona de influencia, aparece Tigre gobernado por Julio Zamora, del Frente Renovador pero con sólidos puentes construidos hacia el PJ, y San Miguel el otro punto amarillo, en manos de Julio Méndez.
El mapa de colores no es un dato menor en el armado de las estrategias para este año, tanto en las oficinas de Cambiemos como en las del peronismo. En los dos bandos alistan baldes y brochas para disputar la tonalidad que tendrá la región a partir de diciembre. Una suerte de geopolítica de entrecasa.
En las tiendas locales de Cambiemos le dan valor a un dato que sus dirigentes repiten como un mantra: “El de Pilar es un electorado peronista”. Y creen que no ha dejado de serlo, pese al resultado de las elecciones del 2015 y el 2017.
De ahí que surgiera en las filas más cercanas al intendente una idea peregrina y contradictoria: el armado de la Mesa Peronista Ducoté 2019. Un armado difícil de comprender en una alianza que tiene como principal argumento de supervivencia el profundo antiperonismo de sus miembros y de buena parte de su electorado.
Por eso, la capa celeste sobre el traje amarillo del macrismo a la pilarense no termina de convencer a los propios. Sobre todo en La Plata.
Algo de ese malestar puede adivinarse en las notas que medios nacionales, ciertamente cercanos al macrismo, dispensaron en los últimos meses a Ducoté con advertencias de duras derrotas y amenazas de intervenciones bonaerenses, finalmente no concretadas.
Para algunos, incluso en Pilar, peronizar el territorio entraña el riesgo de centrifugar el voto antiperonista sin lograr convencer a la contraparte con el artificio. Pero, al menos por ahora, Ducoté está dispuesto a dejar hacer.
En La Plata tampoco permitirán que las diferencias generen riesgo electoral. Buscan amurallar la isla amarilla.
Las visitas de la gobernadora María Eugenia Vidal se irán haciendo más asiduas bien entrado el año electoral, confían en el ducotismo. Aunque también añoran que esos gestos –que no desdeñan- se conviertan en un apoyo más concreto, contabilizable en obras y fondos. Sobre esto último, aún no hay certezas.
Al otro lado del río preparan pinceles. Con una economía que no despega y un rosario de malas noticias derivadas de la política oficial aún por venir, el peronismo se plantea el objetivo de recuperar municipios arrastrados en 2015 por la ola del cambio. Pilar es uno de ellos.
El primer análisis es coincidente con el de Cambiemos: el de Pilar es un electorado peronista. De hecho, en el 2015, la candidatura presidencial de Daniel Scioli se impuso en estas tierras a la de Mauricio Macri, por lo que la derrota se circunscribió al plano local.
Aunque no son afectos a la autocrítica y menos pública, los dirigentes peronistas bonaerenses achacan el resultado a dos grandes variables: el desgaste de la gestión y la figura de Humberto Zúccaro tras 12 años de gobierno, y a una interna fraticida que lo enfrentó a José Molina. Ahora buscan no repetir errores.
En una reciente cumbre que se realizó, no casualmente, en Escobar, intendentes y dirigentes peronistas se abocaron a definir estrategias para volver a pintar de celeste municipios amarillos. Y aunque poco trascendió públicamente de esos acuerdos, se sabe que una de las premisas será tratar de evitar internas allí donde sea posible. Y esquivar, también en la medida de lo alcanzable, las figuras desgastadas para las candidaturas principales.
No parece sencillo pasar del dicho al hecho en un distrito como Pilar, rico en precandidatos. Pero la realidad en la región es cambiante y el mapa electoral todavía está en construcción. (Pilar a Diario).

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