viernes, enero 10, 2020

UN MISIL EN MI PLACARD. Por Carlos Fara.

Los párrafos del tema de Soda Stereo suenan por estas horas más que realistas con el intercambio de “gentilezas” entre EE.UU. e Irak. La letra que escribió Cerati concluía “creías que estabas lejos”. Eso que fue escrito hace 36 años, en el mundo globalizado ultra conectado cobra especial sentido. 
La turbulencia puede ser infinita. Cuando parece que hay situaciones que se aquietan –aunque no se ordenan- una ráfaga de viento vuelve a sacudir el avión. Cuando EE.UU. y China se avienen a firmar una primera paz en su guerra comercial, aparece la confrontación con Irán. Cuando parece que la región se aquietaba, vuelve a estallar Venezuela. Así, cualquier gobierno no gana para sustos. O como se dice popularmente “éramos pocos y parió la abuela”. 
Estas aguas turbulentas ponen a prueba la política exterior de Alberto, y la muñeca de Felipe Solá. El gobierno necesita dos cosas de su frente externo: 1) calmar acreedores (FMI + EE.UU) y 2) conseguir más dólares fomentando inversiones y exportaciones. La primera es inmediata y envía a Washington a un personaje sensato, como Jorge Argüello. La segunda tarea es tan de largo plazo que si logra algo será por más por la buena fortuna, teniendo en cuenta la inestabilidad crónica argentina.
Pero hay un tercer punto del frente externo que es el que le generará preocupaciones permanentes al presidente: la política exterior como espacio de satisfacción simbólica al ala más radicalizada e ideologizada del Frente de Todos. El tema es cuando dicha cuestión testimonial entra en profundo conflicto con la prioridad 1. Desde el domingo 5 al martes 7 fue un laboratorio de cómo puede enfrentar Alberto las tensiones internas de su coalición. 
Primer acto: Argentina condena el atropello a Guaidó al querer ingresar al Congreso venezolano (que Guaidó agradece). Segundo acto: Argentina pide que haya paz luego del asesinato de Soleimani (y hace referencia a que el país vivió dos atentados terroristas, justo cuando se trata de Irán). Tercer acto: Argentina le quita las cartas credenciales a la embajadora de Guaidó en nuestro país. Cómo se llama la obra? El equilibrista. 
En el backstage de esta obra se identifica un fuerte desagrado en el Instituto Patria al tuit del canciller Solá respecto a la situación interna de Venezuela. Por suerte para Alberto, hasta acá nadie dijo públicamente estar en desacuerdo con las posiciones que  fue fijando el Ministerio de Relaciones Exteriores. Cuánto durará ese silencio disciplinado? 
Como estos tironeos se van a repetir varias veces en los próximos años, el presidente tiene tres alternativas: 1) ponerse en una línea dura contra EE.UU. y compañía, y proclamarse por el eje chavista; 2) seguir la orientación de política exterior de Macri, siendo anti chavista; o 3) hacer equilibrio permanente, con una de cal y otra de arena. 
En política, cuando uno no está seguro de poner controlar los daños si hace explotar una bomba, es preferible no hacerla explotar.
Cualquier otra opción es amateur e irresponsable (políticamente hablando). El laboratorio de los últimos días muestra que Alberto va a tratar de mantenerse en la tercera opción estratégica, ya que las otras dos hoy significan volar puentes sin tener alternativas reales a la mano. O que el remedio puede ser peor que la enfermedad. 
Mientras escribo estas líneas se me viene a la mente una estrofa de otro tema musical de los ´80, que rezaba: “Tengo a un ruso y a un yanqui en mi habitación, Que se juegan mis zapatos y mi foto de graduación, En un Atari”.

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