Llevar periódicamente a los niños a la consulta pediátrica, inclusive si
no presenta ninguna molestia en especial, es clave para saber si el
desarrollo del menor está dentro de los parámetros que corresponden.
Particularmente,
la realización de chequeos relacionados al crecimiento -medición de
talla, peso y contorno de la cabeza (perímetro cefálico)- es fundamental
y debería hacerse en cada consulta. Si esto no sucede, es factible que
niños con algún trastorno del crecimiento pierdan la oportunidad de ser
diagnosticados a tiempo, lo que puede empeorar el pronóstico de su
condición.
Consultada sobre este tema, la Dra. Ana Keselman,
médica pediatra endocrinóloga, miembro del Servicio de Endocrinología
del Hospital de Niños ‘Ricardo Gutiérrez’, explicó que “el crecimiento
es el indicador por excelencia de la salud. Cualquier situación que
afecte la salud, puede alterar la talla durante la infancia, y si esto
no es detectado a tiempo, puede verse comprometida la talla final.
Problemas de nutrición, enfermedades generales como respiratorias,
renales, gastrointestinales, cardíacas o metabólicas, y anomalías
genéticas o cromosómicas, así como alteraciones hormonales, pueden
causar trastornos en el crecimiento”.
Es frecuente que los padres
lleven a sus hijos al pediatra únicamente ante un caso de emergencia,
por la expresión aguda de un síntoma, y -como los tiempos del día a día
son acotados- es probable que el médico focalice la consulta en este
aspecto, sin realizar los controles de crecimiento. La Dra. Keselman
enfatizó que “es fundamental que el pediatra controle si está creciendo
adecuadamente para la edad y la etapa del desarrollo en que se
encuentra, porque muchas veces el único signo de una enfermedad es la
detención del crecimiento”.
Algunos indicadores pueden dar
señales de que el crecimiento no es normal. Entre ellos, se destacan las
situaciones en las que el niño no cambia de número de zapato o de ruedo
de los pantalones; o ya en la etapa escolar, la comparación con sus
compañeros puede despertar una sospecha. En estos casos, se recomienda
programar una visita al pediatra para realizar el examen clínico y de
laboratorio pertinente y evaluar la derivación al endocrinólogo pediatra
en la que se lo consulte específicamente por el crecimiento. Es crucial
actuar de manera temprana para, en caso de que se esté frente a un
trastorno del crecimiento, iniciar cuanto antes el tratamiento adecuado.
Entre
los factores que pueden influir en la talla, se encuentran la
alimentación, la salud general y la herencia genética. Sobre este último
aspecto, para la Dra. Keselman, “si bien la mayoría de las veces las
causas de la baja talla son por ser niños nacidos de familias donde los
padres presentan baja estatura (baja talla familiar), o porque maduran
más lentamente, en algunas situaciones nos encontramos ante la sospecha
de que alguno de los padres le haya transmitido alguna patología que
impacte en su crecimiento. Por eso, al estudiar a un niño con baja
talla, es de utilidad medir a sus padres y realizar una evaluación de
sus antecedentes”.
Los especialistas, al examinar un niño, no
tienen que prestar atención a si ha crecido mucho o poco, sino
fundamentalmente, a si ha crecido lo adecuado -en un período de tiempo
determinado- dentro de los parámetros normales según su género, talla y
peso y población a la que pertenece.
Para contar con una
referencia respecto de lo que es un crecimiento normal, en nuestro país
contamos con guías locales con datos representativos de la talla de los
niños según su edad, población y género, y contamos además con datos de
la organización Mundial de la Salud (OMS). En definitiva, es importante
que el pediatra contraste los patrones de crecimiento del niño con las
curvas de crecimiento de las guías y, si identifica desvíos
significativos, lleve adelante los estudios necesarios para descartar
cualquier patología de base. Las denominadas ‘tablas de percentilos’
sirven como indicadores y fueron publicadas en la revista Archivos
Argentinos de Pediatría por el Comité Nacional de Crecimiento y
Desarrollo de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Terapia sustitutiva con hormona de crecimiento
Hay
pocas patologías en las que está indicado el uso de hormona de
crecimiento. La patología por excelencia en la cual es fundamental su
uso es en la Insuficiencia Hipofisaria (IH). En los niños afectados, su
crecimiento se ve alterado por la falta de producción de hormona de
crecimiento por la glándula hipófisis.
Los signos característicos
incluyen inadecuadas velocidades de crecimiento en niños o adolescentes,
rostros infantiles, presencia de grasa en tórax y abdomen, manos y pies
pequeños, y desarrollo muscular insuficiente y bajo nivel de glucosa en
la sangre (en bebés y niños pequeños).
Algunos pacientes pueden
presentar pene muy pequeño (micropene) y testículos que no se encuentran
en el escroto (criptorquidia), muchas veces detectado desde el
nacimiento. Otros signos pueden ser retraso en la pubertad; signos
clínicos neuro-oftalmológicos tales como alteración de la visión,
cefaleas y convulsiones, entre otros, de acuerdo a la causa que haya
producido las alteraciones en la hipófisis.
Ante la detección de
una alteración en la secreción de hormona de crecimiento, existe un
tratamiento que permite corregir la situación y consiste en la
administración de la hormona faltante. Si el trastorno se diagnostica
tempranamente y si el paciente presenta buena adherencia al tratamiento,
pueden alcanzarse resultados favorables en términos de talla. (Asteriscos TV).
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