José de San Martín nunca vaciló en encomendarse al Creador y rendirle culto. En América del Sur sólo estuvo en las logias que él fundó para asegurar el triunfo de la revolución.
Se cumple este jueves un nuevo aniversario del paso a la Inmortalidad del –para los argentinos– Padre de la Patria, ocurrido en 1850. Para los Masones es el Gran Iniciado José de San Martín.
¿Por qué la Hermandad – al menos en la Argentina – ha distinguido al general José de San Martín con tan honrosa y especial designación: Gran Iniciado?
Alcanza con conocer la biografía de este hombre singular para comprender de inmediato lo justo de así llamarlo.
Iniciado es toda aquella persona –varón o mujer– que atraviesa un conjunto de rituales y ceremonias tendientes a provocarle importantes transformaciones en su psiquismo.
La Iniciación es algo común a todos los pueblos originarios tanto como las sociedades secretas y esotéricas desde los albores de la Humanidad.
Para ingresar a la Masonería es menester completar una Iniciación. Y eso fue lo que atravesó San Martín durante 1808 en Cádiz (España) cuando ingresó a la Logia Integridad Nº 7 cuyo Venerable Maestro (presidente) era el general Francisco María Solano, marqués del Socorro; de quien –precisamente– San Martín era su edecán.
Allí ha de haber hecho el Aprendiz juramentos de lealtad que, cuando consideró oportuno, no vaciló en quebrantar; en traicionar si vamos a decirlo con las palabras que corresponden. Pues cuando San Martín decide volver a América para liberar a estas tierras de la dominación española traiciona su juramento de lealtad al Rey de España así como a su logia.
Empero, este hecho en sí mismo ya es conducente hacia la designación de “Gran Iniciado”. Pues un Iniciado es, ante todo, un hombre libre, racional y de buenas costumbres dispuesto a rectificarse cada vez que advierte que se ha equivocado, sea en sus acciones, pensamientos, sentimientos o, como en este caso, en sus juramentos. La rectificación es una constante en la vida de todo real Iniciado ya que entiende cuanta verdad hay en la sentencia: “Lo único inmutable es la mutación.”
San Martín, entonces, traiciona sus juramentos en busca de un bien superior, que es la libertad. Y no su comodidad o su libertad; sino que a través de su propia incomodidad ha de buscar la libertad de los pueblos oprimidos. Para lo cual pone en peligro su integridad física cuantas veces fuere necesario.
Llega San Martín al puerto de Buenos Aires y, de inmediato, comienza con la fundación de las logias lautarinas. Logias operativas y absolutamente secretas. El secreto cabe cuando los Iniciados trabajan para un cambio radical, revolucionario, conducente a mejorar las condiciones de vida de los demás. En cambio, cuando los miembros de una Orden Iniciática –la Masonería entre ellas– afirman que no guardan ningún secreto y que no son secretas (tal vez, apenas, discretas) es por que se han convertido en una simple asociación civil; un grupo de personas reunidas con algún fin benéfico o de estudios.
En verdad no hay secretos pues nada renovador ni proactivo se está preparando para el bien de la comunidad.
“Serás lo que debas ser o si no serás nada”, es la sentencia sanmartiniana de más clara raíz iniciática. Implica que tenemos que procurar convertirnos en únicos e irrepetibles; desplegar las esencias que el Creador nos ha otorgado y perseverar en no alejarnos del sendero personal. Por eso, aún frente a los obstáculos que más poderosos parecían, San Martín siguió adelante con su proyecto sin dispersarse ni enredarse en politiquerías ni “vuelos bajos”.
San Martín es el ejemplo pleno del rol proactivo. Activo puede serlo un esclavo que obedece las órdenes de su amo. Proactivo es quien modifica su propia historia y, con ello, las de los demás. Es el generador de un tiempo impensable sin su presencia e intervención.
La condición iniciática implica la acción proactiva. Lo que quiere decir que no todo aquel que atravesó un ritual de Iniciación es, por eso, un Iniciado. Bien puede tratarse de un simple transeúnte; algo así como un turista que ve algo pero que ese “algo” no lo transformar. No ocurrió así con San Martín quien cumplió a rajatabla con sus responsabilidades iniciáticas.
¿Cuántas noches pasó el Libertador durmiendo tranquilo con su esposa? ¿Cuántas tardes estuvo para acompañar por las calles a su hija? ¿Cuántas veces pudo decir “estos días estoy cansado así que me tomaré vacaciones”? ¿En cada caso decidió hacer San Martín lo que convenía para la libertad del pueblo o lo que resultaba “políticamente correcto” y agradable al poder de turno?
Relata un viajero que le llamó la atención como eran los almuerzos de San Martín mientras preparaba en Mendoza el cruce de los Andes. Comía frugalmente, de pie, sin sentarse un momento, mientras seguía atendiendo obligaciones.
Dispuesto a todo esfuerzo, a cualquier sacrificio (oficio sagrado), seguro de la existencia de una fuerza divina que guía a cada humano en la medida que éste la acepte, a las renuncias que fueren necesarias por un bien superior, al ostracismo de sus últimos años. Esa es la forma de proceder de un Gran Iniciado.
Gran Iniciado y Masón cabal, por eso mismo San Martín nunca vaciló en encomendarse al Creador y rendirle respetuoso culto. Es que un Iniciado tiene clara consciencia de que tan sólo es una pieza en el infinito tablero cuya trama conforma el Gran Arquitecto del Universo. A partir de allí cada uno da a la Divinidad el nombre y las características que sus ideas y creencias le otorgan. El Libertador era católico practicante y devoto de la Virgen María, al igual que sucedió con el Gral. Manuel Belgrano.
El Gran Iniciado nunca habría pensado que un humano es, apenas, un conjunto de reacciones físico químicas.
Cabe decir, finalmente, que José de San Martín, cuya historia de vida ha de ser motivo de atención para todo Masón como cualquier miembro de una Orden Iniciática fuera la que fuese, nunca participó en talleres de lo que puede llamarse “Masonería Argentina” ya que la misma no existía mientras él transitó estas tierras.
En América del Sur sólo estuvo presente en aquellas logias que él mismo se ocupó de fundar –las que, como ya dijimos, eran absolutamente secretas y operativas– a los efectos de asegurar el triunfo de la revolución que, militarmente, encabezó.
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo, historiador y escritor. Es autor del libro “Masonería en la Argentina: enigma, secreto y política.” www.antoniolasheras.com. (Diario Popular).