(Parlamentario.com). La víctima, que se hacía llamar por un seudónimo, reveló su verdadero nombre y relató lo que padeció en 2016, cuando el legislador -denuncia- la acosó en su despacho. La jueza de la causa recibió nuevas medidas de prueba y ahora debe resolver el procesamiento.
“Luz” ya no es más “Luz”. Ahora es -y siempre fue- Agustina Poch, una joven platense que hace dos años, cuando era empleada legislativa y el “Me too” todavía no había nacido, se animó a denunciar al diputado nacional José “Mellizo” Orellana por abuso sexual. La jueza a cargo de la causa, María Alejandra Provítola, dictó la falta de mérito del legislador tucumano y ahora deberá resolver sobre el procesamiento.
Tras las denuncias de abuso que se conocieron en los últimos días, desencadenadas por la acusación contra el actor Juan Darthés, Agustina dialogó con parlamentario.com sobre el episodio que vivió en noviembre de 2016 en el despacho de Orellana, en el Anexo H de la Cámara baja, sobre avenida Callao. En ese entonces, ella trabajaba como asesora de la diputada del Partido Socialista Gabriela Troiano.
“Fue el 11 de noviembre entre la 1 y las 2 de la tarde. Lo recuerdo porque era el Día del Empleado Legislativo. Ese día no hubo asueto. Recibí el llamado telefónico de la empleada de seguridad de abajo, diciéndome que no se podía contactar con la oficina de Orellana y que había gente que quería ingresar. Dejé el teléfono descolgado y fui a la oficina del diputado. Estaban él y su secretario. Saludé y entré, y el secretario se fue”, relata.
Y prosigue: “Ahí hubo un ida y vuelta donde él (Orellana) me tomó de las manos, me preguntó cómo estaba, porque se había enterado de que ‘no me la estaban haciendo pasar bien’, que necesitaba alguien que me quiera… Me dijo ‘me encantás desde el primer día que te vi’ y me hizo anotar su número de teléfono. Me dijo que le escribiera, que le contara cómo estaba. Que me veía mucho más flaca. Que estaba nerviosa y que bajara la ansiedad”.
“En ese momento le dije que me iba. Me dijo ‘vení’, me dio como un abrazo y varios besos en el interior de la oreja izquierda, mientras me decía que nadie me había besado así. Yo le dije ‘no, claramento no’ y me fui de su despacho. Volví a mi oficina, colgué el teléfono y deseché la comida que había dejado en un plato. Empecé a caer en lo que me había pasado. Después bajé y me encontré con la empleada de seguridad, a quien le conté lo sucedido. Se acercó también una compañera del despacho del diputado (Julio) Raffo y la secretaria de Orellana”, continúa.
Agustina salió del edificio. Debía ir a la terminal de Retiro a sacar unos pasajes para Troiano. Llegó a la puerta del Anexo A -frente al Congreso-, habló con Troiano por teléfono y le contó con detalles lo sucedido. Entonces se quebró. “Estaba desencajada, no podía creerlo, no salía de mi asombro”, cuenta. Allí también se encontró con tres compañeros de APL (Asociación del Personal Legislativo), gremio al que pertenecía.
Todos estos testigos declararon ante la Justicia y “fueron contestes con el relato de Agustina”, señaló a parlamentario.com su abogada, María Elena Barbagelata. Sin embargo, “el secretario de Orellana, que fue el único que declaró en su nombre, mintió diciendo que Agustina salió del despacho con ella y que no se quedaron solos. Y la jueza tomó esa declaración para dictar la falta de mérito”.
Dos días después del suceso, cerca de las 15.30, Agustina recibió un mensaje de Whatsapp del diputado tucumano, que textualmente decía: “Amiga, yo se que en vos y en tu corazón nunca está el ánimo de hacer daño, y yo con vos tuve un trato de amigo con respeto. Lo único que te pido si es cierto que hay denuncia que no me perjudiques, porque yo tengo familia y en mi cargo complica todo. Gracias de corazón, José Orellana”.
“A mi me temblaba la mano. Me dio muchísimo miedo. Tenía 21 años. No podía creerlo, me hacía muy mal”, admite Agustina. Ella tenía programado un viaje a Santiago de Chile con Troiano, por una actividad de la CEPAL. “Esos días la pasé muy mal. Sabía que tenía que volver a Argentina y tomar una decisión. Cuando volví me junté con María Elena y presenté la denuncia”, comenta.
El tormento no terminó ahí. Agustina tenía que esconderse de Orellana, que permanecía en su oficina. “Pedimos por favor a Presidencia que lo moviera, pero él no se quería mover”, cuenta la víctima. Recién en marzo de 2017 el tucumano se mudó de despacho. “Ese día lloré, porque por fin tenía que dejar de esconderme. Porque eso era lo que hacía: entraba a la oficina a esconderme siete horas”.
Pese a todo, Orellana siguió ocupando una banca hasta el día de hoy. Su mandato vence en 2019. Antes de terminar su período como diputada, Troiano presentó un proyecto de resolución para que la Cámara baja suspenda en funciones al diputado en función del artículo 70 de la Constitución Nacional. Pero la iniciativa nunca avanzó.
“Todo mi equipo me acompañó en ese momento y supo entenderme y contenerme, pero así como tuve gente que me apoyó, tuve gente que no. Una vez un compañero de la Cámara me preguntó ‘¿te parece para tanto?’”. Mucho tiempo me sentí culpable. Me hicieron creer que era culpable. Y el miedo a perder el trabajo era muy fuerte”, dice Agustina.
Tuvo que retomar terapia. Le costaba estar sola. Y cada vez que Barbagelata la llamaba para contarle las novedades de la causa -casi siempre desalentadoras-, Agustina quedaba paralizada. En esos momentos pensaba en bajar los brazos. Cuando Troiano terminó su mandato, se rescindió su contrato en el Congreso.
“Yo me quise callar mucho tiempo, ¿cómo no voy a entender que la gente tarde años en denunciar? Pero ahora no me callo más. Quiero que todos sepan que no está bien. Que un beso en la oreja no está bien. Hoy siento que no estoy sola, que no soy la única”, resalta.
Y agrega: “Lo único que quiero con esta causa es que se haga justicia. Que a ninguna mujer le pase esto y que en el proceso judicial no estén todo el tiempo revictimizándote. Me apoyo 100% en las denuncias que se están conociendo, porque es muy difícil estar del lado de la víctima. Hoy duermo tranquila. Esta oleada de valentía nos va a volver más fuertes”.
La denuncia por abuso sexual fue radicada en el fuero ordinario en noviembre de 2016 y el caso se encuadró en un abuso sexual simple, porque “fue algo más que una conducta impropia”, aclara Barbagelata, abogada querellante y exdiputada nacional del socialismo.
La primera medida que pidió la Fiscalía fue una pericia psicológica y psiquiátrica de la víctima, a lo que Barbagelata se opuso. La abogada pidió la intervención de la UFEM (Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres), que fue aceptada, y se entregaron numerosas medidas de prueba, como los videos de las cámaras de seguridad del edificio, que registraron algunos de los movimientos en los pasillos.
La jueza Provítola no concedió el procesamiento pedido por Barbagelata, pero tampoco sobreseyó a Orellana. “Dijo que no porta la convicción de si el hecho aconteció o no”, indicó la querellante. A principios de este año, la magistrada dictó la falta de mérito, con lo cual “no cerró el proceso, sino que lo dejó en stand by”.
Barbagelata apeló a la medida y, a pedido de Provítola, remitió junto a la UFEM nuevas medidas de prueba, que resultaron ser a su juicio “más contundentes” que las primeras: Troiano abonó al relato y mostró mensajes de Whatsapp de una funcionaria del Municipio de Famaillá -donde Orellana era intendente-. Esa funcionaria fue a declarar y “dio un testimonio contundente sobre decenas de antecedentes de violencia y abuso sexual de Orellana en Famaillá”.
Después de ese testimonio, la titular de la UFEM, Mariela Labozzetta, volvió a pedir el procesamiento, y ahora la jueza debe resolver. Orellana nunca se presentó a declarar. Cuando fue citado a prestar declaración indagatoria, acompañó un escrito escudado en sus fueros como diputado nacional. (Parlamentario.com).