La mala ventilación de las líneas históricas y los espacios estrechos en las estaciones representan un riesgo adicional para pasajeros y trabajadores del Subte, a lo que se suma que muchos coches con aire acondicionado tienen clausuradas las ventanillas. Sin embargo, Metrovías solicitó que la red vuelva a funcionar como antes de la pandemia. ¿Es seguro reabrir el Subte?
La estabilización y paulatino descenso en la tasa de contagios por coronavirus en el Área Metropolitana de Buenos Aires habilitó el regreso de actividades cuyo ejercicio se encontraba prohibido en el marco de la cuarentena dispuesta el pasado 20 de marzo. En ese sentido, el pasado viernes 6 la región metropolitana pasó del aislamiento obligatorio al “distanciamiento social obligatorio”, aunque el transporte público seguirá siendo únicamente para uso del “personal esencial”.
Esta especial consideración que merece el transporte público dentro del esquema de reaperturas se condice con la opinión mayoritaria de especialistas y de autoridades sanitarias a nivel mundial, que lo señalan como uno de los principales vectores del virus. De esa manera se expresó el ministro de Salud de la Ciudad, Fernán Quirós, cuando en declaraciones a la señal de noticias C5N afirmó que el Subte no debe reabrir completamente hasta tanto se haya analizado el potencial de contagio que pueda representar.
Al mismo tiempo que la autoridad sanitaria pone reparos, la concesionaria Metrovías reclama públicamente que se autorice el funcionamiento normal de la red de subterráneos.
Para sostener su pedido, la operadora privada esgrime que en otras ciudades se realizaron estudios que indican que el uso del metro no es peligroso. El más reciente de estos estudios, publicado el pasado viernes y elaborado por el Imperial College de Londres, señaló que no se detectaron rastros de COVID-19 en el Underground londinense. Dado que las realidades de cada sistema y de cada ciudad son diferentes, el ministro Quirós enfatizó que no se permitirá la reapertura total del Subte hasta tanto finalicen los estudios que se realizan sobre el sistema.
Que impide la vuelta a la normalidad del subte
De acuerdo a la opinión de los especialistas, el transporte público presenta dos grandes –aunque no son los únicos– inconvenientes a la hora de determinar si es seguro su uso masivo: la existencia de una adecuada ventilación y la posibilidad de respetar el distanciamiento social. En estos dos aspectos presenta la red porteña serias deficiencias históricas.
Con la excepción de la línea A y, probablemente, de la H, el Subte no se caracteriza por estar abundantemente ventilado. Calor, humedad, aire viciado, equipos de aire acondicionado descargando en áreas públicas, ausencia de ventilación forzada e insuficiencia de ventilación pasiva en la mayoría de las estaciones históricas son el panorama habitual. En los nodos combinatorios y estaciones más concurridas, como el nodo Obelisco o las combinaciones con terminales ferroviarias, estos problemas se agravan por la existencia de locales de comida rápida y por el escaso espacio disponible para circular.
El déficit en la ventilación del Subte es una falencia histórica. La línea A, inaugurada en 1913, posee rejillas de ventilación cada 150 metros: gracias a su poca profundidad, permite una circulación de aire relativamente más fluida que en otras trazas. Esta misma ventaja permitió incorporar trenes con aire acondicionado sin complicaciones.
En cambio, el panorama de las líneas B, C, D y E es radicalmente diferente: las estaciones y túneles no sólo cuentan con una menor cantidad de rejillas de ventilación –muchas fueron tapadas en repavimentaciones posteriores– sino que esto tampoco fue subsanado con el agregado de equipos de ventilación forzada con la excepción de un puñado de estaciones. El paulatino recambio de las flotas en los últimos años, con la incorporación de aire acondicionado, agravó el panorama dado que las instalaciones fijas no están preparadas para evacuar rápidamente un mayor volumen de aire caliente y viciado.
En estaciones nuevas, como las de las prolongaciones de las líneas A, B, D y E y la línea H completa, la situación dista de ser óptima aunque tiene posibilidades de mejora. Estas paradas fueron equipadas con ventilación forzada pero esta se encuentra o desactivada o funcionando a baja intensidad desde mucho antes de que comenzara la pandemia.
o están rotas.
Si bien la incorporación de coches con aire acondicionado representó una mejora en el confort de viaje, también supuso serias restricciones en el uso de las ventanillas de los trenes para proveer ventilación natural a sus interiores. Para preservar el frío lo máximo posible, la mayoría de las ventanillas son simples paños de vidrio fijos. El caso más extremo es el de los Alstom serie 300 de las líneas D y H, donde ninguna de ellas puede abrirse. En otros modelos como los CAF 6000 (línea B), CNR (líneas A y C) y Alstom 100 (lineas D y E) sólo pueden abrirse algunas ventanillas si son previamente destrabadas en el taller. En los Nagoya 5000, los pasajeros pueden abrir sólo algunas de ellas. (EnelSubte).
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