(De la edición Nº 618 de Punto Cero). Cada recuerdo está empapado de pequeños grandes momentos de nuestra historia. Que muchas veces nos dejan huellas que nos marcan para toda nuestra vida.
A medida que crecemos nos suceden diferentes vivencias que van ayudando a formar nuestro ser. Un ser diverso, único y transcendental para todos los que nos rodeen en algún tiempo de nuestra existencia. Lo experimentado en mi época, seguramente sea diferente al de muchos otros; lo que sí es semejante es que han dejado en mí experiencias que nunca podré olvidar. A veces buenas, otras no tanto y otras malas; de lo que trato y busco es quedarme con lo que me haga mejor, me permita aprender y nutrirme de eso.
Creo que la niñez es testimonio de cada instante de nuestro paso por este mundo. Deja una memoria personal y colectiva que colabora en el conocimiento individual y con-junto de nuestras comunidades.
Y esas son Infancias cargadas de aromas… cuando llegas una fría tarde a tu hogar después de la escuela y, al ingresar te empapa el aire cargado de chocolatada o mate cocido.
Costumbres simples, pero que en nuestra memoria sensorial guardan imágenes de cuando fuimos pequeños y; quizá teníamos preocupaciones o intereses muy distintos a la vida adulta. Lo que en muchas ocasiones pareciera que hubiera ocurrido ayer.
Recuerdo la viva imagen de mamá esperándome (cuando no trabajaba y llegaba a una casa vacía y fría); ahí con una sonrisa. Y, más allá de los recursos, algo para compartir. Compartir el almuerzo, la merienda, la cena…
La sagrada cena de todos juntos en lo posible. Y, en medio de esos aromas, la familia. La que era, a pesar de toda dificultad. Compartir una conversación, discutir de todo un poco, luego continuar el día o la noche rutinariamente. Incluso por las patadas debajo de la mesa. La familia en vivo, en lo cotidiano; donde encontrarnos con la mirada que hacia posible la conexión con el otro. Ahí la rica sensación de estar juntos, el aroma del perfume del hogar a leña, ese era mi nido. El que me llevó a construir mi esencia, mi ser. Fortaleciéndome de lo espinoso y lo doloroso; aprendiendo con y de todos ellos.
Todo lo guardo para mí, porque ser uno no implica mostrar todo lo que nos sucede o hacemos. Es mucho más que eso y, tener intimidad con uno mismo, nos apuntala a edificar nuestra propia Identidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario