Un equipo de ingenieros de la UNLP fue convocado para evaluar la estructura metálica del centenario edificio, que se encontraba en estado de abandono. Los especialistas determinaron que algunos sectores corrían riesgo de derrumbe y propusieron medidas para su recuperación. Ubicada frente al Congreso de la Nación, la confitería fue el punto de encuentro de diversas personalidades de la política y de la cultura del siglo XX. Pasaron por ella, Carlos Gardel, Roberto Arlt, Niní Marshall, Juan Domingo Perón y Madonna, entre otros.
Dicen que sus paredes, descascaradas por el paso del tiempo, atesoran infinidad de historias de la sociedad argentina del siglo pasado. Ubicada en la esquina de Rivadavia y Callao, frente al Congreso de la Nación, la emblemática Confitería del Molino está en vías de recuperar su antiguo esplendor. De ese desafío participan especialistas de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), quienes trabajan en el rescate del icónico edificio de 6.900 m², -referente del Art Nouveau en la capital porteña y declarado Monumento Histórico Nacional.
Desde 1916 la confitería fue el punto de encuentro de diversas personalidades de la política y la cultura, pero cerró sus puertas en 1997 por razones económicas. En 2014, el Congreso de la Nación aprobó su expropiación y dispuso su puesta en valor debido al preocupante estado de abandono en que se encontraba. Se conformó entonces la Comisión Administradora del Edificio del Molino, la cual convocó al grupo ProInTec I&D - Investigación y Desarrollo en Procesos Industriales y Servicios Tecnológicos, del Departamento de Ingeniería Mecánica de la UNLP, y a expertos de otras disciplinas.
El Edificio del Molino fue diseñado por el arquitecto Francesco Gianotti. Consta de cinco pisos, una terraza con torre-cúpula y tres subsuelos. La confitería funcionaba en planta baja y el salón de fiestas en el primer piso. El tercer subsuelo se utilizaba como depósito de combustible; el segundo contenía cisternas, la sala de máquinas y mantenimiento; y el primer subsuelo se destinaba para la elaboración de pastelería y productos de confitería. Del segundo al quinto piso disponía de departamentos para alquiler y habitaciones de los propietarios. La construcción conserva aún puertas, ventanas, mármoles, manijones de bronce, cerámicas, cristalería y más de 150 m² de vitrales que fueron traídos de Europa por encargue de Gianotti. (Impulso Baires).
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