(De la edición gráfica 642 de Punto Cero). Desde que el año 2023 comenzó, para mí fue un tiempo de muchos embates físicos y de salud endeble.
Este año fueron muchas las visitas que hice al hospital, de las cuales dos fueron para quedarme por varios días.
Y en una de estas internaciones, me realiza-ron una intervención quirúrgica compleja en la que me extirparon el riñón derecho.
La verdad que fueron días de muchísimo aprendizaje. De convivir con o-tras personas internadas y entender a los hombres y mujeres que habían abrazado con el corazón servir a los demás, en un hospital.
Éstas no fueron las primeras veces que per-manecí internado tanto tiempo como paciente. Ya lo había estado cuando era pequeño, por casi un mes. O en otra ocasión, cuando compartí por unas horas la habitación de internación, antes de que me operaran de la vesícula, con el ya desaparecido físicamente Carlos Torres Vila, el popular cantante, gran figura del folclore argentino.
Pero en esa época no registré, ni puse atención, al mundo hospitalario que me rodeaba.
Está vez fue distinto. Perdón por mi vanidad, pero, si hay algo con que cuento, es con una hiper-sensibilidad humana que me permite apreciar lo bueno y lo malo de mis semejantes. Y encendí los radares. Traté de aprenderme los nombres de todos los médicos, médicas, especialistas, enfermeros y enfermeras. No fue difícil.
¿Por qué?
Porque tuvo mucho que ver su amor y predisposición, cada vez que se acercaban a brindarme atención, lo hacían de manera constante, mañana, tarde y noche.
Uno de esos días, esperando que me operasen, enfoqué todos mis sentidos dando gracias a Dios por todo lo que estaba atravesando.
Sí, ya sé... muchos opinarán respecto de ello, que estoy loco. Pero a pesar del sufrimiento, de estar al borde de la muerte, por todo, le doy infinitas gracias a Dios!
Y continúo agradeciendo a Dios, por todo el bagaje de padecimiento por el que tránsito. Pues puedo asegurarles que el dolor es la mejor escuela de la vida.
Y es ahí cómo aprendemos a valorar más a la vida.
Y sigo sosteniendo... gracias, Dios, porque res-piro, porque puedo ca-minar, porque puedo ver, porque me puedo mover por mis propios medios. Porque puedo hablar, oír, comer. Gracias por todo!!
Si les digo que me gustó estar internado... NO, por supuesto. Pero haberlo estado me ha servido para apreciar más todo lo que tengo, que es mucho. Pues aprendí en el devenir de las cosas, que rico no es el que más tiene, si no el que menos necesita.
Nadie está exento de caer Internado en un hospital. De necesitarlo de manera imprescindible.
Y contar con seres que te atiendan y te contengan. Aclaro: «yo también puse mi parte, como paciente. La verdad, me entregué totalmente en las manos de Dios y del equipo de salud que me atendió».
Una experiencia más en mí, donde se conjugó la vida y la muerte.
Una experiencia más, pero esta vez con la mirada centrada desde un hospital.
Lo bueno de lo malo
Siempre hay cosas muy buenas que se pueden extraer de las malas. Y eso hice.
Primero: las cosas pasan por y para algo.
Segundo: Cuando la situación se complicó me acerqué más a Dios. Ahora espero no alejarme.
Tercero: Va con onda!... Los momentos malos te sirven para saber con quién podés contar y con quién no.
Cuarto: Te conoces más a vos mismo.
Quinto: Conoces a otras personas que están enfermas, con patologías leves y terminales. Cono-ces historias de pacientes que ingresaron al nosocomio víctima de hechos violentos o delictivos, como golpizas o robos.
Sexto: Siempre se habla de lo bueno, nunca de lo malo, por ende le huimos a los hospitales, y a la atención médica.
Séptimo: Conocemos más de cerca a la que siempre le huimos, a la muerte.
Octavo: Aprendemos a valorar la vida.
Etc., Etc.
Hay otra cosa que debo apuntar en esta nota.
Un infinito agradecimiento a todas las personas que más allá de su religión o incredulidad pusieron sus intenciones y buena energía pidiendo por mi salud.
A mi compañera de la vida, María del Carmen, y a todos aquellos bien intencionados que se preocuparon y ocuparon de mí.
Y como escuché alguna vez, «cada uno de nosotros, tenemos una fecha de inicio y otra de vencimiento». Pues entonces, que venga cuando tenga que venir el final. Mientras tanto, con mucho amor y ahora con más entendimiento, a vivir el momento, pero con otra mirada.
Finalmente quiero expresar a TODO el equipo del Hospital Duhau de José C. Paz mi más sincero agradecimiento
A los Doctores que me operaron Luis Balderiote, Patricio Sabatini y a su equipo.
Al gastroenterólogo Valderrama Alejandro.
Y a todas y todos los enfermeros, al personal auxiliar y administrativo,
Gracias por su entrega!!!
Ahora después de todo lo vivido, y mientras me sigo sanando, la propuesta es, seguir cambiando para ser mejor persona. Un ambicioso objetivo con el único fin de conseguir un mundo mejor.
Pues no puedo pedir a mis semejantes que cambien, si no cambio yo primero. Entonces a partir de allí poder lograrlo.
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