Como en casi todo el país, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires resolvieron este jueves suspender la presencia de público en todos los espectáculos deportivos que se desarrollarán en sus territorios. La preocupación es obvia: con criterio, los gobiernos temen que semejante aglomeración de público sea un entorno propicio para potenciar la expansión del coronavirus, una enfermedad que se caracteriza por la facilidad de contagio entre seres humanos que se encuentran en espacios reducidos.
Pero hay espacios tanto o más riesgosos a los que probablemente no se les esté prestando la atención debida. La Universidad Nacional de Lomas de Zamora, por ejemplo, congrega a una población estudiantil que equivale a un estadio de fútbol -de la envergadura del Florencio Sola del club Banfield- colmado de público.
La pregunto obligada entonces es ¿qué lleva entonces a las autoridades educativas nacionales a demorar la suspensión del inicio del ciclo académico 2020? ¿Por qué razón no se siguen los ejemplos no sólo de Italia, España o Francia; sino de Perú o México, donde ya han decidido interrumpir el dictado de clases en las casas de estudio? Es cierto que aún faltan algunos días para que el grueso de las universidades nacionales comiencen el año académico, pero en algunos casos se están dictando cursos de ingreso, o materias de verano que igual implican un riesgo eventual creciente.
Se podrá decir que en el caso de los espectáculos deportivos se trata de una reunión de miles de personas en apenas un par de horas que dura la competencia y que en el caso de las universidades el número completo se alcanza luego de la rotación de los alumnos a lo largo de la semana.
Sin embargo, es probable que la situación en las universidades, por esa misma razón, sea aún más peligrosa que en las canchas de fútbol.
El peligro de la sobrevida del virus
Investigaciones recientes afirman que el virus vive sobre superficies duras no porosas durante varias horas, incluso días. Un estudio realizado por científicos estadounidenses de prestigiosas universidades, como Princeton y UCLA (Universidad de California en Los Angeles) concluyó que el coronavirus puede ser detectado en condiciones de contagiar hasta tres horas después de haber sido expulsado por una persona infectada cuando el medio en el que se expande es el aire, cuatro horas si está sobre cobre, veinticuatro horas en una superficie de cartón y hasta dos o tres días cuando se deposita sobre plástico o acero inoxidable.
Es decir que, sobre picaportes, ventanas y escritorios, dentro de un edificio, como puede ser el de una universidad, la amenaza puede perdurar más de un día. De este modo, la circulación de miles de personas en un mismo espacio de algún modo suma las cifras hasta completar un continuo de riesgo para todos. Eso sin contar que los alumnos universitarios concurren entre dos y cuatro veces por semana, con lo que la cantidad de unos 40 mil alumnos activos que tiene la UNLZ podría multiplicarse por un promedio de tres presencias semanales. A ellos hay que sumar el personal docente, administrativo y de mantenimiento, que aumenta la cifra y los riesgos potenciales.
En prevención de esos riesgos, y sensibilizado por la situación, en las últimas horas el rector de esa universidad, Diego Molea, firmó una resolución en la que insta a trabajadores y alumnos que hayan venido del exterior para que cumplan sus 14 días de aislamiento sin que se recientan sus ingresos o se registren las faltas. Es un paso importante, pero las clases están por comenzar y la precupación pronto comenzará a ser otra.
Unas tres canchas de fútbol colmadas por semana se dan cita en las aulas de esta Universidad, y algo similar ocurre en el resto del país. ¿No es suficiente para que las autoridades nacionales resuelvan prevenir riesgos suspendiendo las clases antes que se deban lamentar pérdidas más grandes? (InfoREGION).
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