Cada vez que salíamos con mi mamá; a veces mis hermanos también y subíamos a un tren me fascinaba mirar por la ventanilla. Por supuesto mamá a cada momento diciendo que no me asome. Claro que hacía caso, por las dudas, pero me quedaba lo más cerca posible del afuera para sentir la brisa en mi rostro de ese viaje y, a la vez disfrutar del paisaje.
Claro, el paisaje no era el de las montañas ni el mar. Pero, era lo desconocido, lo no recorrido. Recuerdo que me imaginaba bajando en cada estación para conocer las calles y empaparme de toda la belleza que observaba desde esa ventana, en un instante. En Cada viaje, los que claramente no eran muy seguidos, repasaba en mis recuerdos aquellas imágenes que quedaban grabadas, las que aún hoy puedo recordar a pesar de haber pasado el tiempo. Pequeñas fotografías de construcciones guardadas en mi mente para siempre, las que a veces podía dar cuenta de que había algún cambio. Una construcción en proceso, un nuevo edificio, algo que ya no estaba. ¿Pensaba, cuando sucedía? Cuando estaba en mi casa jugando en el patio bajo el frondoso Parral que teníamos. Quizá mientras estaba en la escuela, esa maravillosa escuela a la que fui.
Quizá También, mientras dormía.
Sucedían tantas cosas y, cuando volvía a subir al tren revisaba que cambiaba. Con el tiempo fui descubriendo la curiosidad de qué pasaba en los espacios en los que yo no estaba. En mis viajes de tren de pequeña pude comenzar a vislumbrar el mundo cercano que me rodeaba y, que deseaba ser parte. Lo que no sabía era que ya era parte. Que soy parte, que todos somos parte. Cada uno en sus formas de pertenecer, ver y desear.
Algo simple, viajar en tren, siempre me trajo muchos pensamientos y; el recuerdo de esos viajes vino hoy a mí mente. Subí, me encontré con muchas imágenes de mi niñez y pude en estas líneas dejar algunos pequeños pero grandiosos momentos para mí.
¿Podemos crear recuerdos para nuestros niños, como estos? Quizá en tiempos de tanta conectividad se pierden instantes maravillosos y perdurables para la vida. Poder Evocar memorias de lo construido en la niñez es importante para nuestras vidas. Creo que guiar, acompañar y estar presentes en las infancias para colaborar en la construcción de historias perpetuas, es necesario.
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