Como en muchos otros barrios populares del Gran Buenos Aires, en 9 de abril, partido de Esteban Echeverría, un grupo de vecinos permanece desde hace días sin servicio de telefonía y por lo tanto sin internet. La causa, se repite, es el robo de cables de cobre que conectan los domicilios con las redes troncales de comunicaciones. Pero lo que más indigna a los vecinos, además de la falta del servicio, es que la empresa Telefónica Movistar siga emitiendo las facturas y los clientes sean intimados a pagarlas.
“Seguimos incomunicados y las facturas siguen llegando al Barrio San Carlos, Localidad 9 de Abril, Esteban Echeverría”, se queja Ramón Acosta, que además pide la instalación de redes de fibra óptica para evitar el robo de los cables.
Ocurre que los viejos tendidos de que brindan conexiones domiciliarias están realizados con cables de cobre, un metal codiciado que, en épocas de crisis económica y dólar caro tiene un alto valor de venta en el mercado de la chatarra y el reciclado. En setiembre de 2022, por caso, el cobre se vende por entre 1600 y 2 mil pesos por kilo.
Así, sin demasiado esfuerzo y penas significativamente bajas para ese tipo de delito, el robo de cables de la vía pública se ha convertido en una epidemia, especialmente en zonas de baja densidad poblacional o de mínima vigilancia por parte de las fuerzas de seguridad.
El problema es que, una vez robados, el costo de reposición del material, pero sobre todo la mano de obra, implica que el restablecimiento del servicio en las mismas condiciones requiere una alta inversión por parte de las empresas y un prologado tiempo de ejecución.
Por ese motivo las empresas de telefonía suelen ofrecer dos alternativas, según la zona afectada. La más habitual es reemplazar la conexión por cable por conexiones inalámbricas a través de centrales GSM domiciliarias que asemejan el servicio a una línea telefónica normal pero en realidad se trata de una línea de celular que se instala en un aparato fijo. Aunque rápida, esa solución sufre en muchos casos el problema de la saturación de las antenas instaladas y la baja cobertura.
La otra opción, como plantea el propio vecino afectado, es reemplazar el cobre por otro material que no tiene valor de reventa en el mercado negro.
EL SUEÑO DE LA FIBRA ÓPTICA
“Cuándo van a poner fibra óptica para evitar robos de cables maestros de telecomunicaciones”, pregunta Acosta, que sabe que es la solución definitiva a la falta de conectividad. Sin embargo, el tendido de troncales y conexiones domiciliarias de fibra todavía no está lo suficientemente expandido en la Argentina y no todas las zonas tienen cobertura, y menos los barrios más humildes, donde la inversión tiene una menor tasa de retorno para las empresas.
Natalia Noga, también de 9 de abril, asegura que la conexión “hace mucha falta para la comunidad, los abuelos, los niños que hacen sus tareas escolares y los jóvenes estudiantes”. Sin embargo, la empresa no da certezas del tiempo que puede llevar la restitución del servicio.
Parte del trabajo está hecho, pero falta conectar la fibra óptica. Mientras tanto están sin servicio y recibiendo las facturas
Pero lo que vuelve indignante la situación para los vecinos, es que mientras el servicio se mantiene interrumpido, las facturas de Telefónica-Movistar siguen llegando a los domicilios con intimaciones de pago como si todo funcionara como corresponde.
Según cuenta Acosta, las obras están encaminadas en el barrio San Carlos. “El armario o roperito ya está instalado, los primarios y secundarios listos, faltan los operadores que terminen el trabajo”, relata y cierra con una exhortación desesperada: “Por favor no nos abandonen, somos muchos clientes que esperamos el servicio de teléfono e internet”. (InfoREGION).
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