Deben suceder al menos 5 cosas: que…
1. …
además que baje la inflación, la economía se reactive;
2. …
la gente sienta que la economía se reactiva;
3. …
haya expectativas positivas sobre el futuro;
4. …
la mayoría no sienta que deba castigar al gobierno; y
5. …
que el gobierno no cometa errores políticos graves (como la estrategia respecto
al incremento de las tarifas de gas.
Veamos la probabilidad de que se
cumplan cada uno de los 5.
1) La
inflación será sustancialmente más baja que en 2016, pero quizá no tanto como desea
el gobierno. La economía se reactivará, pero no tanto como prevé el
oficialismo, y con un impacto sobre el sector popular muy moderado. Pero se
podría decir que básicamente la condición se cumpliría.
2)
Esto es más complejo, ya que un 2.5 de crecimiento –como coinciden varios
economistas de distinto pelaje- no se sentirá tanto en la calle. Sin embargo,
vale apuntar dos elementos: a) la maquinaria se va a mover más, de todos modos,
y b) lo mejor del año se verá en el segundo semestre, cuando los argentinos
vayan a las urnas. Siempre debe visualizarse la dimensión subjetiva del
incremento del PBI, no solo las cifras del INDEC y el Banco Central: la calle
tarda entre 3 y 4 meses en sentir cambios favorables en los indicadores
objetivos. Es decir, que si la reactivación empieza a ser un hecho integral –no
focalizado- hacia abril, la gente lo percibirá para el momento de las PASO
(mediados de agosto).
3) Si
se dan los supuestos 1 y 2, es probable que se cumpla el tercero. De hecho las
expectativas son positivas, aunque no son fenomenales, y se han ido desgastando
un poco.
4)
Este punto es clave: ¿cuál será el clima de opinión hacia el momento electoral?
Al respecto en los estudios cualitativos se detectan 3 cuestiones: a) “quiero
que le vaya bien al gobierno, porque si no tengo miedo de que se armé lío como
en 2001”; 2) muchos que votaron el cambio no quieren creer que el cambio fue en
vano; y 3) la sensación de “no tengo ganas de tener bronca”, aunque haya cosas
que no gustan de este gobierno. Esto lleva a que haya un segmento que diga
“siga, siga” (fiel al estilo del ex árbitro Pancho Lamolina). O como la de
aquel profesor que tenía dudas sobre aprobar a un alumno universitario en un
parcial, y finalmente le dice: “andá, pero estudiá bien para el final …”. Es
decir: “no sé si el gobierno está para aprobar, pero que siga hasta 2019, y ahí
vemos”.
5)
Esto nunca se sabe, porque cada tanto el gobierno se enreda con sus propios
errores. Y si bien durante 2016 “estaba aprendiendo”, a partir de ahora los
costos que pagará en la opinión pública serán más altos (porque se supone que
ya aprendió).
El clima que se genere es
fundamental, porque podría también suceder que haya una parte sustancial que
quiera castigar al oficialismo, y que crea que no se pone en riesgo la
estabilidad institucional si acontece ese comportamiento electoral.
Si este fuese un partido de fútbol y estuviese Lamolina, el
gobierno podrá respirar más tranquilo.
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