martes, junio 21, 2022

El papel de los tickets como una fuente de contaminación del suelo y el agua

El bisfenol A, más conocido como BPA, es una sustancia capaz de interferir en la regulación hormonal. ¿Cuáles son las posibilidades de que el BPA presente en el papel térmico, generalmente usado en tickets, sea una fuente de contaminación del suelo y agua?, es la pregunta central de la investigación que lleva adelante el equipo del área de química ambiental del Instituto de Ciencias de la UNGS, en el marco de un proyecto de sobre contaminantes emergentes en el ambiente.

“No podemos asegurar que el papel térmico sea la única fuente que aporte el bisfenol A al ambiente, pero parece un sospechoso bastante razonable, ya que es una tecnología que está en todas partes”, afirma el químico Javier Montserrat, que codirige el proyecto junto a la química Silvana Basack, y agrega que “la cantidad de bisfenol A libre para migrar al ambiente que hay en el papel térmico es mucho mayor que la que puede estar en otras potenciales fuentes como el policarbonato”.

A diferencia de otros tipos de papeles, el papel térmico tiene en una de sus caras una capa de cera que contiene reactivos químicos que ante una fuente se funde y se produce un cambio de color. Este papel es utilizado en general en tickets de supermercado, de cajeros automáticos, en comprobantes de peaje, etc., y no necesitan de tinta para su impresión, sino de una punta caliente que se desplaza sobre el papel y genera un trazo.

El equipo comenzó a trabajar en esta línea de investigación luego de detectar una alta concentración de BPA en el Río Reconquista y en el arroyo Morón. “Nuestra hipótesis era que nos íbamos a encontrar con muchos contaminantes de origen domiciliario. Así fue que encontramos cafeína, DEET, ácidos grasos, productos de degradación de detergentes, pero también nos encontramos con el BPA, que originalmente no estaba en la lista inicial de nuestros sospechosos. Eso nos llevó a pensar cuál podría ser la fuente que estuviera generando concentraciones significativas, en términos ambientales, de BPA en las aguas de la cuenca”, explica Montserrat, investigador y docente de la UNGS. Las mediciones se realizaron en el marco de la tesis doctoral sobre contaminantes orgánicos presentes en esa cuenca de Gretel Fitó, investigadora docente de la UNGS.

Así, el equipo se centró en analizar la cantidad de BPA presente en el papel térmico que se utiliza en la Argentina, las velocidades de migración del bisfenol A desde el papel hacia el suelo y el agua, y las velocidades de degradación del bisfenol A en agua y en suelo.

Hoy no existe una recolección separada de este tipo de residuos y, por ende, la mayoría del papel térmico termina con el resto de la basura. Entonces, uno de los experimentos consistió en estudiar qué pasaba con el papel térmico cuando está enterrado. Así que enterraron el papel térmico y fueron midiendo, a medida que pasaba el tiempo, cuánto bisfenol A quedaba en el papel y cuánto había pasado al suelo. “Si haces el mismo experimento con agua, migra mucho más rápido. En prácticamente tres horas y media, todo el bisfenol A que hay en el papel pasa al agua”, comenta Montserrat. Luego de los ensayos, que se realizaron en el marco d la tesis doctoral de Soledad Nasello, los y las investigadoras pudieron determinar que el 60% del BPA que hay en el papel térmico puede migrar hacia el suelo en 72 horas y que casi la totalidad del BPA, el 99 %, puede migrar hacia el agua en 30 horas.

También estimaron cuál es el riesgo de los y las trabajadores que están en contacto permanente con este papel y el riesgo para la población en general. Para ello, tomaron como punto de partida una normativa del estado norteamericano de California, que establece que hay riegos de exposición, a través del tacto, cuando una persona está en contacto con más de 3 miligramos (mg) al día. Como primer paso, realizaron una encuesta entre los y las trabajadoras del área de química ambiental para saber con qué cantidad de papel térmico estaban en contacto al día y por cuánto tiempo, es lo que se conoce como Consumo Diario Estimado, EDI, según sus siglas en inglés. “Es una aproximación, aquí hay que hacer un trabajo estadístico más exhaustivo”, aclaran Basack y Montserrat. Tomando como referencia los valores de la encuesta realizada, encontraron que “la población general tiene unos niveles de EDI de 1.6 mg/día, es decir la mitad del límite máximo, con lo cual no hay riesgo”.

Para el caso de los y las trabajadoras de supermercados, estaciones de servicios y bancos, entre otros, que manipulan tickets todo el día, el nivel ingesta diaria estimada estuvo entre 52.3 y 109 mg/día. "El nivel de exposición es considerablemente superior al nivel de dosis máxima sugerida por el Código de Regulaciones de California que es de 3 mg/día”, enfatizan en el artículo publicado recientemente en Environmental Science and Pollution Research firmado Soledad Nasello, Érica Beiguel, Gretel Fitó-Friedrichs, Carmen Irala, Giselle Berenstein, Basack y Montserrat, que llevan adelante el proyecto.

¿Cuáles son los riesgos de estar expuestos a esta sustancia que se transfiere rápidamente a través del tacto? “Muchos estudios realizados en animales de experimentación y en cultivos celulares han descripto al BPA como un disruptor endócrino, es decir, que puede interferir en la regulación hormonal. Este efecto podría potencialmente vincularse con una variedad de efectos nocivos en el sistema reproductivo, en el sistema inmunitario, en procesos metabólicos (obesidad y diabetes), en funciones cognitivas, en enfermedades cardiovasculares, en daño al material genético, en formación de tumores, entre otros”, explica Basack y agrega “los efectos tóxicos del BPA en humanos no han sido demostrados, a pesar de la riqueza de los estudios de investigación realizados hasta la fecha”.

Química especializada en ecotoxicología, Basack aclara que es importante tener en claro que el riesgo asociado a una sustancia química es el resultado de dos factores: la toxicidad intrínseca de la sustancia y la exposición a la misma. “En general, controlando la exposición se puede controlar el riesgo, o sea, minimizando la exposición, el riesgo puede disminuirse”, indica.

Tanto Montserrat como Basack explican que para el caso del BPA, las exposiciones dérmicas podrían tener una mayor relevancia toxicológica que la exposición por vía oral, ya que actualmente existe control en la calidad de los materiales utilizados para contener alimentos, como es el caso de mamaderas sin BPA para infantes. Además remarcan que para evaluar la exposición en seres humanos, los estudios futuros deberán realizarse por medio de biomonitoreo, es decir, mediciones de BPA en la población. “Una vez evaluado y esclarecido el impacto en relación con el uso del papel térmico que contiene BPA, de ser necesario, se deberán generar políticas públicas para minimizar la exposición.

En cuanto a las tecnologías que podrían reemplazar el papel térmico utilizado actualmente en la Argentina, explican que en Europa se está utilizando un componente “primo hermano” del bisfenol A, aunque todavía no se conoce mucho sobre su toxicología, y proponen como idea, que el papel térmico sea tratado como una corriente de residuos diferente.

“Mientras no haya una definición al respecto, creemos que minimizar la exposición para los trabajadores que están más en contacto, mediante el uso de guantes podría ser una medida preventiva”, enfatizan Basack y Montserrat. 

 

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