Muchos científicos ocultan su religiosidad dentro del ámbito laboral para no sentirse estigmatizados por sus colegas. Consideran que en el campo científico predominan prejuicios negativos respecto a la religión. El estudio es de la Universidad Austral y los autores destacan que el tema se debe profundizar con mayores estudios.
“Un profesor me dijo que si soy científico, no puedo ser religioso”, relató uno de los entrevistados en el informe de la Universidad Austral. “Me duele que haya gente con influencia científica que diga en aulas cosas como: ‘¿Cómo van a creer en Dios si no existe?’”, comentó uno de los científicos. Los religiosos señalan que en el campo científico “es políticamente correcto ser ateo”.
Otro contó que cuando se quemó la catedral de Notre Dame, una colega le dijo: “Qué bien. Se lo merecían”. Al ver su reacción, ésta le preguntó si era católica y pidió disculpas luego de mostrarse sorprendida por tener una colega creyente.
Estas expresiones forman parte del artículo sociológico que publicaron investigadores de la Universidad Austral en la revista internacional Acta Sociologica y que en español se titula: “Conflicto narrativo, estigmatización y el comportamiento estratégico de los científicos religiosos en el ámbito científico argentino”.
Es una investigación cualitativa llevada a cabo por los investigadores Arturo L. Fitz Herbert, Reynaldo Rivera, Frank Ketelhohn y Fern Elsdon-Baker. Se realizaron 22 entrevistas y 2 focus groups con científicos religiosos y no religiosos que trabajan en la Argentina.
Qué especifica el informe
El estudio señala que los científicos religiosos se sienten estigmatizados en el campo científico, donde prevalece una secularización asimétrica: mientras que las expresiones favorables a la religión son criticadas, las expresiones peyorativas se expresan con libertad en universidades y centros de investigación. En este contexto, los religiosos prefieren no exhibir sus creencias para no ser estereotipados por sus pares.
El argumento de los científicos no creyentes se apoya en que la ciencia y la religión son sistemas de conocimiento, uno basado en evidencia y otro en dogmas. Creen que la religión es un impedimento al progreso y que “no hay lugar para los milagros”.
Estas ideas forman parte de una narrativa promovida en Europa en el siglo XIX , que postuló que la religión impedía el avance de la ciencia. A pesar del origen religioso de muchas de las universidades del Viejo Continente, la narrativa fue muy influyente en varios procesos de secularización de Latinoamérica.
La narrativa sigue vigente en muchos ámbitos públicos y se expresa en forma de prejuicios. Por ejemplo, uno de los entrevistados contó que en teoría de la evolución tuvo un profesor que era sacerdote: “Estábamos todos shockeados. Tener a alguien religioso hablando de evolución para nosotros era incompatible”, expresó.
La investigación enfatiza cómo una mayoría en la sociedad -como lo son los creyentes en Argentina (62%)- puede sufrir estigmatización dentro de un campo donde se percibe como una minoría. Dentro de un grupo en el que se cree que “todos son ateos”, algunos científicos no religiosos creen que las expresiones en contra de la religión son más fáciles de expresar que en otros ámbitos sociales. Y dado que los científicos creyentes prefieren ocultar su religiosidad, el prejuicio se consolida ante la sensación de impotencia de muchos creyentes.
Los autores destacan que se debe profundizar en estudios cuantitativos para darle mayor volumen a la temática investigada.
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