BUENOS AIRES, Mayo 30, (PUNTO CERO) El caso de la sobrefacturación de la empresa sueca marca la moda en la política de hoy para que el gobierno nacional deje de manifestar su virginidad en este rubro. El 152 por ciento de más en las facturas hablan por sí solo. Pero esta denuncia todavía no se ha probado. Tampoco los 14 millones de pesos que gasta Telerman en un canal gubernamental de cable porteño, ni las pautas sobrevaluadas. Tampoco se probó. ¿Entonces de qué hablamos?, de lo probado.
La historia nos dice que el primer acto corrupto se manifestó en estos lugares por el 1610, cuando el contrabandista y escribano Juan de Vergara (tiene su calle en Morón) encargaba objetos refinados a distintos proveedores europeos. El comercio, salvo con España, estaba prohibido. Cuando se acercaba la fecha de llegada de los navíos con los productos y esclavos, Vergara los denunciaba y los decomisaba con la intervención de la Aduana. Vergara luego compraba en remate a bajo costo los productos y los revendía. Un genio.
En 1806 sobresale la figura de nuestro amigo y “mejor” virrey Sobremonte. Don Rafael, que jamás disparó contra el invasor, inglés huyó por la puerta de atrás de la ciudad con nueve mil onzas de oro arriba de un carretón y con un millón de pesos fuertes en barras de plata, rumbo a Luján. Todo mientras el pueblo combatía al invasor. Igualmente no pudo quedarse con el botín pues los ingleses lo detuvieron, se llevaron la plata y fue depositada en el Banco de Londres.
También San Martín cae en la volteada. El responsable de la pobreza paraguaya y la sumisión argentina Bartolomé Mitre es quien lo denuncia. Cuenta Don Bartola, que el libertador fue responsable de derivar dineros en 1817 a Inglaterra junto al chileno O’Higgins en una oscura maniobra protagonizada por el padrino de Merceditas, José Antonio Álvarez Condarco. García Hamilton cuenta en su libro Don José, que los próceres enviaron a Condarco a Inglaterra a comprar un buque y armas reservando una parte para ser depositada en cuentas respectivas. Habría una carta del chileno lamentándose de los escasos “12.500 pesos que nos tocaba a cada uno”.
Pero la corrupción sigue y siempre toma por diferentes calles. La ley de Enfiteusis dictada en 1826 por el “honesto “Bernardino Rivadavia, criticado por mediocre por Mariona Moreno. Según Felipe Pigna, acrecentó la corrupción argentina.
Según la ley, el estado podría arrendar tierras fiscales a los privados a precios muy bajo (4 por ciento del valor real) de venta de las tierras de cultivo. Gracias a esta ley, según David Rock se produce” la expansión y la consolidación de las grandes posesiones de tierras”. Esto se corrompe más en épocas de Rosas según Jun Lynch, pues “aplicó una política de terror y de confiscación a sus opositores que deprimió los valores de la tierra y atemorizó a los eventuales compradores”. Rosas durante su gobierno, efectuó dos mil confiscaciones que comprendieron 500 estancias y un millón de cabezas de ganado valuadas en quince millones de pesos de entonces.
El oro también fue materia dispuesta para el latrocinio. Ni hablar de la conquista española que secó el continente y que personajes como Bartolomé de las Casas, luego arrepentido en nombre del clero, castigaba hasta con la muerte a los indígenas que traían poco metal precioso para sus arcas.
En nuestros tiempos el ex gobernador riojano Ángel Maza tuvo que ver en la “perdida” de oro de su provincia. En el siglo XIX otro riojano, Facundo Quiroga también siguió los caminos españoles.
Dice la revista Viva del Diario Clarín:” Quiroga se trenzó en disputa con Rivadavia por la explotación de una mina. Facundo era socio, junto a Florencio Ocampo y Matías Romero de las minas de San Pedro de Famatina en la Rioja. Braulio Costa, administrador de Quiroga, manejaba la cuestión minera. En 1826 él pagó para reclutar a un grupo de mineros ingleses contratados para trabajar para el Tigre de los llanos. También insistía Quiroga en embarcar esclavos para trabajar en Famatina. Recordemos que en 1813 se había abolido la esclavitud.
Hablar de Roca, Juárez Celman y Carlos Pellegrini resulta ocioso el mal manejo que hicieron del país, así podemos saltar al siglo XX y citar a Lisandro De La Torre, que luchó sin resultado positivo, terminó suicidándose, por querer probar la corruptela entre el gobierno y empresas británicas.
De la Torre había descubierto las maniobras conjuntas de una suerte de cartel de frigoríficos ingleses, con miembros de los gobiernos de José Uriburu y Agustín Justo. El escándalo alcanzó también al presidente de la Sociedad Rural Luis Duhau y al ministro Federico Pinedo (bisabuelo del actual diputado nacional). Los frigoríficos amparados por el gobierno, pagaban precios bajos a los productores que no tenían derecho a réplica. De la Torre descubrió planillas ocultas y embarques de carne clandestinos. Su denuncia nunca llegó a buen puerto. Su mano derecha Enzo Bordabehere, senador electo, fue asesinado. Deprimido, Lisandro se suicida tiempo después.
Para seguir con la lista no hay que olvidar a los presidentes de la década infame, al gobernador Manuel Fresco que impugnaba el voto secreto, a Alberto Barceló intendente de Avellaneda dueño de prostíbulos y garitos, o el caso de las tierras de El Palomar.
En 1940 el ministro de Defensa Carlos Márquez, autorizó la compra de 222 hectáreas en terrenos anegadizos de El Palomar para ampliar el predio del Colegio Militar. Márquez, pagó un terrible sobreprecio. Las tierras valían 19 centavos el metro y se vendieron a 1, 10 pesos. Pasó de 1.450.000 a 2.500.000 millones. Para esta operación intervinieron diputados nacionales uno de ellos, el radical Víctor Guillot se mató antes que comenzara el juicio.
Ni hablar de la estafa de la deuda externa del proceso o de la recaudación de oro y joyas en la guerra de Malvinas. Nos olvidamos también de las comisiones de Juan Duarte y de los permisos otorgados por la Libertadora, para que las fábricas se instalen en la costa del transparente Riachuelo e hicieran desastres. No tenemos tanto espacio.
Tampoco vamos a recordar el 40 por ciento de sobreprecio en 1991 del caso Swiftgate. Ni hablar de las comisiones de María Julia, Cavallo, Kohan y el caso IBM- Banco Nación.
Por eso los casos recientes, como la sobrefacturación en la construcción cloacas en San Martín y el Municipio de la Costa, que nunca se hicieron por parte de Gualtieri la dejamos de lado.Acá solamente nos ocupamos de los casos probados en la historia.
La historia nos dice que el primer acto corrupto se manifestó en estos lugares por el 1610, cuando el contrabandista y escribano Juan de Vergara (tiene su calle en Morón) encargaba objetos refinados a distintos proveedores europeos. El comercio, salvo con España, estaba prohibido. Cuando se acercaba la fecha de llegada de los navíos con los productos y esclavos, Vergara los denunciaba y los decomisaba con la intervención de la Aduana. Vergara luego compraba en remate a bajo costo los productos y los revendía. Un genio.
En 1806 sobresale la figura de nuestro amigo y “mejor” virrey Sobremonte. Don Rafael, que jamás disparó contra el invasor, inglés huyó por la puerta de atrás de la ciudad con nueve mil onzas de oro arriba de un carretón y con un millón de pesos fuertes en barras de plata, rumbo a Luján. Todo mientras el pueblo combatía al invasor. Igualmente no pudo quedarse con el botín pues los ingleses lo detuvieron, se llevaron la plata y fue depositada en el Banco de Londres.
También San Martín cae en la volteada. El responsable de la pobreza paraguaya y la sumisión argentina Bartolomé Mitre es quien lo denuncia. Cuenta Don Bartola, que el libertador fue responsable de derivar dineros en 1817 a Inglaterra junto al chileno O’Higgins en una oscura maniobra protagonizada por el padrino de Merceditas, José Antonio Álvarez Condarco. García Hamilton cuenta en su libro Don José, que los próceres enviaron a Condarco a Inglaterra a comprar un buque y armas reservando una parte para ser depositada en cuentas respectivas. Habría una carta del chileno lamentándose de los escasos “12.500 pesos que nos tocaba a cada uno”.
Pero la corrupción sigue y siempre toma por diferentes calles. La ley de Enfiteusis dictada en 1826 por el “honesto “Bernardino Rivadavia, criticado por mediocre por Mariona Moreno. Según Felipe Pigna, acrecentó la corrupción argentina.
Según la ley, el estado podría arrendar tierras fiscales a los privados a precios muy bajo (4 por ciento del valor real) de venta de las tierras de cultivo. Gracias a esta ley, según David Rock se produce” la expansión y la consolidación de las grandes posesiones de tierras”. Esto se corrompe más en épocas de Rosas según Jun Lynch, pues “aplicó una política de terror y de confiscación a sus opositores que deprimió los valores de la tierra y atemorizó a los eventuales compradores”. Rosas durante su gobierno, efectuó dos mil confiscaciones que comprendieron 500 estancias y un millón de cabezas de ganado valuadas en quince millones de pesos de entonces.
El oro también fue materia dispuesta para el latrocinio. Ni hablar de la conquista española que secó el continente y que personajes como Bartolomé de las Casas, luego arrepentido en nombre del clero, castigaba hasta con la muerte a los indígenas que traían poco metal precioso para sus arcas.
En nuestros tiempos el ex gobernador riojano Ángel Maza tuvo que ver en la “perdida” de oro de su provincia. En el siglo XIX otro riojano, Facundo Quiroga también siguió los caminos españoles.
Dice la revista Viva del Diario Clarín:” Quiroga se trenzó en disputa con Rivadavia por la explotación de una mina. Facundo era socio, junto a Florencio Ocampo y Matías Romero de las minas de San Pedro de Famatina en la Rioja. Braulio Costa, administrador de Quiroga, manejaba la cuestión minera. En 1826 él pagó para reclutar a un grupo de mineros ingleses contratados para trabajar para el Tigre de los llanos. También insistía Quiroga en embarcar esclavos para trabajar en Famatina. Recordemos que en 1813 se había abolido la esclavitud.
Hablar de Roca, Juárez Celman y Carlos Pellegrini resulta ocioso el mal manejo que hicieron del país, así podemos saltar al siglo XX y citar a Lisandro De La Torre, que luchó sin resultado positivo, terminó suicidándose, por querer probar la corruptela entre el gobierno y empresas británicas.
De la Torre había descubierto las maniobras conjuntas de una suerte de cartel de frigoríficos ingleses, con miembros de los gobiernos de José Uriburu y Agustín Justo. El escándalo alcanzó también al presidente de la Sociedad Rural Luis Duhau y al ministro Federico Pinedo (bisabuelo del actual diputado nacional). Los frigoríficos amparados por el gobierno, pagaban precios bajos a los productores que no tenían derecho a réplica. De la Torre descubrió planillas ocultas y embarques de carne clandestinos. Su denuncia nunca llegó a buen puerto. Su mano derecha Enzo Bordabehere, senador electo, fue asesinado. Deprimido, Lisandro se suicida tiempo después.
Para seguir con la lista no hay que olvidar a los presidentes de la década infame, al gobernador Manuel Fresco que impugnaba el voto secreto, a Alberto Barceló intendente de Avellaneda dueño de prostíbulos y garitos, o el caso de las tierras de El Palomar.
En 1940 el ministro de Defensa Carlos Márquez, autorizó la compra de 222 hectáreas en terrenos anegadizos de El Palomar para ampliar el predio del Colegio Militar. Márquez, pagó un terrible sobreprecio. Las tierras valían 19 centavos el metro y se vendieron a 1, 10 pesos. Pasó de 1.450.000 a 2.500.000 millones. Para esta operación intervinieron diputados nacionales uno de ellos, el radical Víctor Guillot se mató antes que comenzara el juicio.
Ni hablar de la estafa de la deuda externa del proceso o de la recaudación de oro y joyas en la guerra de Malvinas. Nos olvidamos también de las comisiones de Juan Duarte y de los permisos otorgados por la Libertadora, para que las fábricas se instalen en la costa del transparente Riachuelo e hicieran desastres. No tenemos tanto espacio.
Tampoco vamos a recordar el 40 por ciento de sobreprecio en 1991 del caso Swiftgate. Ni hablar de las comisiones de María Julia, Cavallo, Kohan y el caso IBM- Banco Nación.
Por eso los casos recientes, como la sobrefacturación en la construcción cloacas en San Martín y el Municipio de la Costa, que nunca se hicieron por parte de Gualtieri la dejamos de lado.Acá solamente nos ocupamos de los casos probados en la historia.
Para finalizar, solo dos reflexiones: la primera es cuándo van a terminar de construir las escuela de Belgrano que supo donar 40 mil pesos fuertes (134 billones de pesos de hoy) y la segunda porqué las empresas escandinavas e impolutas son terriblemente honestas en su territorio y pierden esa característica cuando se instalan en Sudamérica, no es cierto Skanska y Botnia. (PUNTO CERO).
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