LA PLATA, Diciembre 26, (PUNTO CERO-Diariohoy.net) Eso sucedería si no se detiene el avance de la napa freática, que ya ocasiona graves daños en muchas zonas de la región. Quejas por las obras demoradas.
El crecimiento que Argentina registró en los últimos cinco años no fue suficiente para derrotar un flagelo que amenaza a más de la mitad de los habitantes del Gran Buenos Aires: la carencia de cloacas y la consecuente elevación de la napa freática, causales de inundaciones y de graves enfermedades gastrointestinales.
En realidad, son muchos los técnicos que le adjudican esta última situación a Aguas Argentinas, o más precisamente a la decisión que la ex concesionaria (cuando estaba en manos de capitales privados) tomó hace una década de no extraer más agua de los pozos que comunicaban la región con el acuífero puelche, desechando los recursos de una de las reservas de agua dulce más grandes del mundo.
De todos modos, la carencia de desagües cloacales, que alcanza a más de la mitad de las residencias del gran Buenos Aires, aumenta el nivel de la napa freática como se denomina a la primera capa de agua subterránea- ya que envía a ella el líquido que debería circular por cañerías subterráneas hacia las desembocaduras. Es que cuando esto no es posible, en los hogares se construyen pozos para que hasta allí llegue el agua que utilizan. Requieren un cuidado especial que incluye limpiezas graduales, se recomienda que no sean menos de una por bimestre mediante una cámara atmosférica, un servicio que difícilmente se consigna por menos de $ 100.
La cantidad de pozos que hay en el Conurbano exasperó a los intendentes de la región que asumieron el 10 de diciembre, quienes se encontraron con más de la mitad de sus habitantes sin cloacas, y con otra parte de ellos sin agua potable. Donde ambos servicios no existen puede tener consecuencias nefastas, ya que, de no estar bien hechas las perforaciones, las aguas negras con desechos humanos -y las blancas para el consumo- corren el riesgo de juntarse debajo de la tierra.
Un caso desesperante es Almirante Brown: en ese distrito, sólo el 20% de la gente cuenta con agua potable y únicamente el diez tiene cloacas. Tampoco poseen este último servicio más del 70% de las poblaciones de Esteban Echeverría, Lomas de Zamora, Lanús y Avellaneda, y casi la totalidad de los vecinos de José C. Paz, Malvinas Argentinas, San Miguel y Hurlingham.
Desde el año pasado, la empresa estatal Aguas y Saneamientos Argentinos (Aysa) tiene a cargo el control sanitario del área que cubría Aguas Argentinas, que abarca Capital Federal y 17 partidos del Gran Buenos Aires, y sus directivos recientemente reconocieron lo lejos que se encuentran de subsanar las carencias de la región. A través de un informe de coyuntura, admitieron que el 20% del territorio que controlan no tiene agua potable y el cuarenta no cuenta con desagües cloacales.
Si bien el flagelo no hace distinciones entre ricos y pobres, son los habitantes de menos recursos quienes suelen desatender la limpieza de los pozos, y llegan así a ver el fondo de sus hogares cubiertos de agua negra, una escena nauseabunda cada vez más frecuente en barrios pobres del Conurbano.
Para enmendar la cuestión, hace tres años el entonces ministro de Infraestructura de la Provincia Eduardo Sícaro dispuso la instalación de “bombas depresoras”, que no hacen más que sacar agua de los pozos hacia la calle, en definitiva, retrasar el inevitable proceso de degradación de la napa.
“Es un tema urticante y conflictivo, que requiere trabajar en forma permanente”, reconoce a Hoy Manuel Carracelas, flamante secretario de Agua, Saneamientos y Recursos Hídricos de Quilmes.
Hace una década Carracelas fue director de servicios sanitarios de su distrito, cuyo actual intendente, Francisco Gutiérrez, tras jurar en su cargo decidió crear un área especial para seguir de cerca las obras que lleva a cabo Aysa, y si es posible, diagnosticar necesidades que la concesionaria estatal no advierta.
Pero no le será sencillo: la superpoblación y la proliferación de asentamientos en zonas bajas impide cualquier proyección seria, ya que, por ejemplo, hasta los dos arroyos que reciben el agua de Quilmes están cercados por casillas.
El crecimiento que Argentina registró en los últimos cinco años no fue suficiente para derrotar un flagelo que amenaza a más de la mitad de los habitantes del Gran Buenos Aires: la carencia de cloacas y la consecuente elevación de la napa freática, causales de inundaciones y de graves enfermedades gastrointestinales.
En realidad, son muchos los técnicos que le adjudican esta última situación a Aguas Argentinas, o más precisamente a la decisión que la ex concesionaria (cuando estaba en manos de capitales privados) tomó hace una década de no extraer más agua de los pozos que comunicaban la región con el acuífero puelche, desechando los recursos de una de las reservas de agua dulce más grandes del mundo.
De todos modos, la carencia de desagües cloacales, que alcanza a más de la mitad de las residencias del gran Buenos Aires, aumenta el nivel de la napa freática como se denomina a la primera capa de agua subterránea- ya que envía a ella el líquido que debería circular por cañerías subterráneas hacia las desembocaduras. Es que cuando esto no es posible, en los hogares se construyen pozos para que hasta allí llegue el agua que utilizan. Requieren un cuidado especial que incluye limpiezas graduales, se recomienda que no sean menos de una por bimestre mediante una cámara atmosférica, un servicio que difícilmente se consigna por menos de $ 100.
La cantidad de pozos que hay en el Conurbano exasperó a los intendentes de la región que asumieron el 10 de diciembre, quienes se encontraron con más de la mitad de sus habitantes sin cloacas, y con otra parte de ellos sin agua potable. Donde ambos servicios no existen puede tener consecuencias nefastas, ya que, de no estar bien hechas las perforaciones, las aguas negras con desechos humanos -y las blancas para el consumo- corren el riesgo de juntarse debajo de la tierra.
Un caso desesperante es Almirante Brown: en ese distrito, sólo el 20% de la gente cuenta con agua potable y únicamente el diez tiene cloacas. Tampoco poseen este último servicio más del 70% de las poblaciones de Esteban Echeverría, Lomas de Zamora, Lanús y Avellaneda, y casi la totalidad de los vecinos de José C. Paz, Malvinas Argentinas, San Miguel y Hurlingham.
Desde el año pasado, la empresa estatal Aguas y Saneamientos Argentinos (Aysa) tiene a cargo el control sanitario del área que cubría Aguas Argentinas, que abarca Capital Federal y 17 partidos del Gran Buenos Aires, y sus directivos recientemente reconocieron lo lejos que se encuentran de subsanar las carencias de la región. A través de un informe de coyuntura, admitieron que el 20% del territorio que controlan no tiene agua potable y el cuarenta no cuenta con desagües cloacales.
Si bien el flagelo no hace distinciones entre ricos y pobres, son los habitantes de menos recursos quienes suelen desatender la limpieza de los pozos, y llegan así a ver el fondo de sus hogares cubiertos de agua negra, una escena nauseabunda cada vez más frecuente en barrios pobres del Conurbano.
Para enmendar la cuestión, hace tres años el entonces ministro de Infraestructura de la Provincia Eduardo Sícaro dispuso la instalación de “bombas depresoras”, que no hacen más que sacar agua de los pozos hacia la calle, en definitiva, retrasar el inevitable proceso de degradación de la napa.
“Es un tema urticante y conflictivo, que requiere trabajar en forma permanente”, reconoce a Hoy Manuel Carracelas, flamante secretario de Agua, Saneamientos y Recursos Hídricos de Quilmes.
Hace una década Carracelas fue director de servicios sanitarios de su distrito, cuyo actual intendente, Francisco Gutiérrez, tras jurar en su cargo decidió crear un área especial para seguir de cerca las obras que lleva a cabo Aysa, y si es posible, diagnosticar necesidades que la concesionaria estatal no advierta.
Pero no le será sencillo: la superpoblación y la proliferación de asentamientos en zonas bajas impide cualquier proyección seria, ya que, por ejemplo, hasta los dos arroyos que reciben el agua de Quilmes están cercados por casillas.
“Yo soy un pragmático, así que me limito a decir lo que es necesario, aunque no desconozco que cualquier proyección debe complementarse con un trabajo de desarrollo social. Eso es inevitable”, concluyó el funcionario. (PUNTO CERO-Diariohoy.net).
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