“Malcorra es una gran canciller pero está poco en la Argentina”. Lo dice, con protocolar cautela, un diplomático extranjero, delegado de una embajada importante que celebró la entronización de Susana Malcorra en el Palacio San Martín pero que ahora la “extraña” porque la ministra está en campaña permanente en busca de votos para su sueño ONU.
Malcorra estuvo esta semana en Egipto y Angola, miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, cuenta el diario Ámbito Financiero. El raid angoleño tiene un componente extra: ese país “vetó a la canciller en las preliminares y Malcorra intentó remontar esa pendiente. El campañismo, deslizan en Cancillería, no es saludable para la política exterior pero se asume como parte de un acuerdo de la ministra con Mauricio Macri. Fue Malcorra, en definitiva, quien logró la visita de Barack Obama y los elogios del saliente presidente de Estados Unidos, oro en polvo para el relato PRO de “volver al mundo”.
En el Gobierno se da por hecho la salida de la canciller. Si no llega a la cima de la ONU será para ocupar la sede de la entidad en Ginebra. Hay una ruleta más curiosa: que derive hacia Madrid en lugar de Ramón Puerta, peronista misionero y amigo histórico de Macri, que terminó en esa embajada aunque soñaba con París, destino con el que está muy familiarizado pero que se ganó Jorge Faurie por sus aportes durante la accidentada jura de Macri.
Trueque
La hipótesis del destiño madrileño de Malcorra (el dato doméstico es que allí vive su esposo) sugiere un trueque con Puerta para que, con perfil político, el expresidente interino recale en Cancillería. A partir de esos susurros de pasillo, explicados como un guiño a un PJ el nombre del misionero entra en una tira larga de eventuales sucesores que encabeza Alfonso Prat Gay, ministro de Hacienda, que siempre imaginó para sí la butaca mayor de canciller pero por pedido de Macri, firmó en Economía.
Al igual que su ausencia campañista, la potencial salida de Malcorra pone el foco en otro eje complejo: la diplomática múltiple que instituyó Macri y, como suele ocurrir cuando se superponen tareas, ha sido más perjudicial que beneficiosa. Francisco “Pancho” Cabrera es el ministro más demandado por los embajadores extranjeros, que lo elogian pero se topan con problemas cuando quieren actuar con Miguel Braun, secretario de Comercio Exterior o con Juan Procaccini, a cargo de la Agencia de Inversiones y Comercio Exterior.
Otra usina y terminal es Horacio Reyser, asesor presidencial, para inversión extranjera, empresario de vínculo estrecho con el presidente que circula por un carril diferente a Fulvio Pompeo, el histórico encargado de Relaciones Exteriores de Macri cuando era jefe de Gobierno porteño. Tiempos en que Diego Guelar era el vocero del PRO en asuntos internacionales. Ahora está en China donde abrió, como hace casi 2 décadas, “El Club de la Vaca Feliz” para promocionar la carne argentina y estirar las sobremesas.
Pompeo sonó para Relaciones Exteriores pero terminó con una silla en la mesa de “asesores” de Marcos Peña en la Jefatura de Gabinete. Se asegura que irá por la revancha con el respaldo de “Marquitos” a quien, los diplomáticos de carrera, respetaban por su padre, Félix, hasta que circuló la versión de que lo mandaría como embajador ante la OEA.
En la ruleta de sucesores suena, claro, el vice Carlos Foradori que prácticamente ejerce como canciller por la ausencia de Malcorra que, sin embargo, administra la casa a través de Mauricio Salmoyraghi, coordinador de Cancillería, cercano al omnipresente Enrique “Coti” Nosiglia. Previsiblemente ese sector se resiste, ante la salida de Malcorra, a perder presencia y protagonismo en la Cancillería.
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