María Amelia Linari, médica especialista en nutrición y diabetes, vuelca en este artículo de opinión, su experiencia en el tratamiento de personas con diabetes, rescatando la necesidad de trabajar en equipo con profesionales de la salud, pero también con pacientes, familiares y amistades. También destaca la importancia de sumar herramientas para evitar el aislamiento profesional y social de las personas con diabetes. Aprender de las nuevas y viejas técnicas, y el trabajo en red, para compartir y difundir información, son otros ejes a tener en cuenta para llegar con un mensaje de esperanza en el tratamiento de la enfermedad.
La ciencia avanza y nosotros con ella. Todos los días descubrimos nuevas técnicas y elementos que nos permiten un llevadero tratamiento. Muchos de estos elementos no se encuentran a nuestro alcance, otros a veces son de difícil comprensión o implementación. Otras veces trabajamos desde un consultorio creyendo estar solos o en un centro de salud donde la demanda es mucha y las comodidades son pocas. Debemos generar y mantener diariamente esa inquietud que nos moviliza a aprender de las viejas y las nuevas técnicas, debemos exigir por ellas con criterio y conocerlas lo suficiente como para fundamentar cuando sean necesarios los motivos que las hacen esenciales para un mejor seguimiento y evolución. Debemos aprender a escuchar a los viejos y nuevos maestros en diabetes… y en la vida. Maestros que pueden ser nuestros profesores, nuestros colegas, nuestros enfermeros, nuestra recepcionista, nuestro asistente social, nuestro paciente o su familia.
Mas allá de los elementos nuevos o viejos que pueda adquirir uno, el médico especialista tiene muchas limitaciones y condicionamientos que debe afrontar diariamente, pero cuando el trabajo es en equipo esos condicionantes pueden aflojarse, aniquilar a la frustración y convertirse en contención. Debemos aprovechar todo lo que esté a nuestro alcance. El menos pensado nos puede brindar su experiencia, una idea o un llamado de atención frente a alguna situación que podríamos subestimar. El equipo incluye no solo al grupo de salud propiamente dicho, sino a todos aquellos que son partícipes en el tratamiento de la persona con diabetes: el núcleo familiar, los mejores amigos, el novio o la novia, el tío o la tía, los maestros, etc.
Formarnos y formar educadores, desarrollar habilidades, tener una visión compartida, implementar estrategias, asumir responsabilidades conjuntas, trabajar en red para mejorar y actualizar información, y atraer aún más gente es una obligación moral que tenemos los que conocemos algo de esto. Este conocimiento nos dará otras herramientas a la hora de difundir la existencia de la diabetes, la existencia de una ley, el derecho a desarrollarse como cualquier persona, las herramientas para hacer diagnósticos mas tempranos, las herramientas para poder atender con igual calidad en cualquier parte de nuestro país, la confianza necesaria para compartir a la sociedad y a nuestro entorno (la escuela, la facultad, el trabajo, etc.) que tenés diabetes.
Trabajar con objetivos cortos y dinámicos en equipo nos alejará del aislamiento profesional y del aislamiento social del paciente y de su núcleo familiar. Estos objetivos incluyen la posibilidad de negociar permanentemente. Educar implica brindar los conocimientos para que uno sea cada vez más independiente y tenga más libertades; otorgar libertades en función de los conocimientos incorporados y puestos en la práctica diaria conformará parte de ese negocio. ¡La satisfacción de lo logrado será la mejor retribución! Un mejor control glucémico, unos puntos menos en la hemoglobina glicosilada que ya casi se acerca al valor ideal, un mejor desempeño en el conteo de hidratos que nos permite gratificarnos sin disparar las glucemias, un manejo en la frecuencia de las comidas y en el manejo de la insulina que me deja llegar mas tarde a casa o ir tranquilo a bailar, una visita permitida mas espaciada al médico especialista porque no es necesario que me esté tan encima, mejor comunicación entre el especialista y el paciente, el paciente y sus afines.
Estos dos últimos son a su vez generadores de mayor retribución, retribución que otorga claridad, tranquilidad a todos exponiéndonos en menos a cometer errores y por ende, a un mejor control. Aquí no importa la ideología, ni la creencia, ni el domicilio, ni si viven juntos o separados, ni el tipo de vínculo. Lo importante es trabajar todos con los mismos objetivos, objetivos claros, objetivos que permitan una mejor calidad de vida. Objetivos que movilicen no solo el deseo de una mejor salud sino que sirvan para emprender nuevos desafíos, nuevos proyectos (estudio, trabajo, deporte, hobbies amigos, etc.). Objetivos que no apaguen el mensaje de esperanza.
“En determinados momentos de su vida, todo hombre se pregunta por su sentido y por la vida desplegada a través suyo. Esto ocurre especialmente en situaciones límite, cuando los cuestionamientos surgen desgarrados y angustiosos. Como en el concierto de su existencia tales situaciones límite poseen un lugar y razón de ser, en definitiva permiten al hombre descubrirse, construirse y encontrar también su misión en la vida. Pero también surge un sentimiento de esperanza que otorga sentido y cohesiona tanto a las situaciones negativas como a las que se presentan luminosas, aún cuando los cuestionamientos no tengan (por el momento) un rostro concreto…La esperanza viene a ser algo así como el principio vital de nuestra existencia, que nos hace perseguir la realización personal y la felicidad constantemente.” (Hernando Linari).
Querido lector no quería terminar este artículo sin poder compartir contigo este extracto que escribió uno de mis hermanos.
Entonces no olvidemos: trabajo en equipo, objetivos cortos con paciencia y un mensaje de esperanza en el tratamiento de la diabetes….¡en el tratamiento de nuestra vidas!
*Médica Especialista en Nutrición/ Master en Diabetes.
Coordinadora de la Sección: Nutrición y Endocrinología UOM Vicente López.
Docente del Pos Grado de Nutrición Fundación Barceló.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario