lunes, mayo 06, 2019

Los soldaditos de la droga, un flagelo que en Pilar ya es realidad


Los narcos los reclutan desde que tienen 11 o 12 años. Transportan y venden sustancias, y hasta actúan como sicarios. Agustoni y Derqui, entre las zonas más afectadas.

Algunos tienen apenas 12 años, ya son adictos, protagonizan un presente negro y un futuro aún peor: son los soldaditos, niños y adolescentes reclutados por bandas narcos que operan en el distrito, configurando una problemática que ya está entre nosotros y es una realidad.
En los últimos días se confirmó la condena a seis años de prisión para Gustavo Fernández Sanabria, joven de 23 años que era uno de los jerarcas de una banda que opera en el barrio Agustoni, una de las zonas más afectadas. Precisamente, una de las características del grupo es el reclutamiento de menores para que realicen varias tareas, incluso las más escalofriantes.
“El condenado es miembro de una banda que sigue operando. Empezó en el barrio hace unos 7 u 8 años, llegaron desde La Matanza luego de un delito por el cual está preso uno de los hermanos. Ahí empezaron a vender al menudeo, comandados por el padre (que está con prisión domiciliaria)”, expresó a El Diario Paula Romeo, Fiscal de Menores de Pilar y una de las que comandó la investigación al involucrar a niños y adolescentes.
Fernández Sanabria cayó por casualidad, en un control común hecho por agentes que no trabajaban en el barrio. Es que, a pesar de ser vox pópuli, no sobran los vecinos que se atrevan a elevar la voz y señalar culpables.
“En Derqui hay nenes de 5 o 6 años que ya son reclutados como soldaditos. Ellos no son conscientes de lo que les mandan a hacer, es desesperante”, señalaba a principios de abril Marcelo Charpentier, creador de la ONG PIBES, coincidiendo sobre el crudo panorama. Quienes conocen la zona señalan a barrios como Monterrey o Toro como los más vulnerables.

Sin control
De acuerdo a las fuentes consultadas, en Agustoni las bandas fueron echando a los vecinos del fondo del barrio y así ganaron terreno. “Fueron adueñándose de ese sector, incluso construyeron habitaciones y monoambientes que alquilan a otros narcos, a veces prófugos de la Justicia que llegan desde el extranjero”, aseguran.
La situación incluso dio lugar a hechos de sangre: es recordado el caso de un menor de 14 años que asesinó a otro de 16, en mayo de 2015: la víctima había consumido droga que su hermana le guardaba a una banda narco, lo que le significó una brutal condena a muerte. “El asesino, adicto, tenía apenas 14 años y fue llevado a un centro de rehabilitación. Su vida cambió radicalmente y de hecho se niega a regresar al barrio para evitar las malas influencias”, asegura Romeo.
También hubo homicidios en 2014 y 2017, pero (salvo en el caso antes mencionado) extrañamente –o no- ningún familiar de las víctimas reclama: no hay marchas, no hay protestas frente a la Fiscalía, no se acude a los medios…
Conocedores del barrio dicen que “los chicos se juntan siempre en los mismos lados, todos saben dónde se vende, por ejemplo cerca de la Escuela 40 y los puentes peatonales que cruzan el arroyo interno”.
La fiscal comenta que “sus madres ya no saben qué hacer con ellos, nos piden por favor que los internemos”.

Silencio
Sin embargo, los menores no son los únicos involucrados: en los barrios más afectados, algunas mujeres alquilan sus casas como escondites de drogas y armas, por eso es difícil encontrar pruebas incriminatorias en las viviendas de los señalados como narcos. Cobran por hacerlo, según surge de las escuchas de la Justicia por la causa de Fernández Sanabria, e incluso los insumos se trasladan en electrodomésticos: “Si ves que llevan una heladera por la calle, seguro adentro tiene droga o armas”, indicó una fuente a El Diario.
El delito extiende sus tentáculos a los barrios del distrito y el espiral de silencio se acrecienta. En este marco, Romeo pide “que la gente denuncie, puede ser por teléfono o viniendo directamente a la Fiscalía. Sería una denuncia anónima, la ley la ampara a proteger su nombre.”


El dato
Además del reclutamiento de menores, algunas mujeres alquilan sus casas como escondites de drogas y armas.

“Sus madres ya no saben qué hacer con ellos, nos piden por favor que los internemos”. PAULA ROMEO. (Pilar a Diario).

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