Fue esta mañana en el Hospital Central; en la ceremonia, el intendente Gustavo Posse entregó medallas a las enfermeras que se jubilaron este año.
En una conmovedora ceremonia, esta mañana se celebró el Día Nacional de la Enfermería en el Aula Magna del Hospital Central de San Isidro. El intendente Gustavo Posse entregó distinciones a nueve enfermeras que se jubilaron este año.
“Si bien el uso de la tecnología es fundamental, lo más importante dentro de un hospital es el factor humano. Y ahí las enfermeras tienen un rol primordial, ya que están en constante contacto con los pacientes. Hoy, en su día, queremos aprovechar para homenajearlas y reconocer su labor diaria y su sacrificio”, afirmó Posse.
Antes de la entrega de medallas, hubo una misa presidida por el párroco Martín Ricur, y unas palabras del secretario de Salud Pública del Municipio, Eduardo Prado, quien hizo hincapié en el crecimiento de la Escuela Municipal de Enfermería, asociada a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y que otorga el título de licenciatura.
Sandra Jutco fue una de las homenajeadas, al jubilarse luego de 30 años de actividad. Con lágrimas en los ojos, contó que empezó a trabajar de enfermera a los 18 años, siempre en el Hospital Central. “Estoy muy emocionada, le tengo mucho amor a esta profesión. La relación con los pacientes es muy fuerte. Los conocés desde que entran con alguna patología y muchas veces se curan, pero otras van empeorando, y en todo ese proceso se forja una relación muy estrecha. Hay que estar preparado para poder ayudar a los demás”, expresó.
“Tengo una mezcla rara de sensaciones. Es una emoción inmensa este día. Esta profesión me dejó muchas amistades de las buenas”, dijo Dora Romero, tras recibir su medalla.
Blanca Morales fue una de las enfermeras más aplaudidas de la jornada. Se jubiló luego de trabajar durante 35 años. “Era tan jovencita cuando empecé. Yo comencé en el Hospital como mucama, y en esa época había pocas enfermeras, así que me decidí a estudiar. Esta profesión me dejó todo, alegrías y tristezas”, comentó emocionada.
Irene Peloso destacó que este reconocimiento le trajo mucha nostalgia: “Acá pasé lo mejor de mi vida. Gracias a Dios pude trabajar de lo que me gustaba. Mis mejores amigos fueron mis pacientes. Y les quiero agradecer especialmente a mis compañeras que me han enseñado un montón”.
“Si bien el uso de la tecnología es fundamental, lo más importante dentro de un hospital es el factor humano. Y ahí las enfermeras tienen un rol primordial, ya que están en constante contacto con los pacientes. Hoy, en su día, queremos aprovechar para homenajearlas y reconocer su labor diaria y su sacrificio”, afirmó Posse.
Antes de la entrega de medallas, hubo una misa presidida por el párroco Martín Ricur, y unas palabras del secretario de Salud Pública del Municipio, Eduardo Prado, quien hizo hincapié en el crecimiento de la Escuela Municipal de Enfermería, asociada a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y que otorga el título de licenciatura.
Sandra Jutco fue una de las homenajeadas, al jubilarse luego de 30 años de actividad. Con lágrimas en los ojos, contó que empezó a trabajar de enfermera a los 18 años, siempre en el Hospital Central. “Estoy muy emocionada, le tengo mucho amor a esta profesión. La relación con los pacientes es muy fuerte. Los conocés desde que entran con alguna patología y muchas veces se curan, pero otras van empeorando, y en todo ese proceso se forja una relación muy estrecha. Hay que estar preparado para poder ayudar a los demás”, expresó.
“Tengo una mezcla rara de sensaciones. Es una emoción inmensa este día. Esta profesión me dejó muchas amistades de las buenas”, dijo Dora Romero, tras recibir su medalla.
Blanca Morales fue una de las enfermeras más aplaudidas de la jornada. Se jubiló luego de trabajar durante 35 años. “Era tan jovencita cuando empecé. Yo comencé en el Hospital como mucama, y en esa época había pocas enfermeras, así que me decidí a estudiar. Esta profesión me dejó todo, alegrías y tristezas”, comentó emocionada.
Irene Peloso destacó que este reconocimiento le trajo mucha nostalgia: “Acá pasé lo mejor de mi vida. Gracias a Dios pude trabajar de lo que me gustaba. Mis mejores amigos fueron mis pacientes. Y les quiero agradecer especialmente a mis compañeras que me han enseñado un montón”.
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