Nueves meses después de haber asumido el presidente Macri, en varios artículos -y algunas declaraciones de dirigentes oficialistas- se habla sobre la necesidad de un cambio cultural en la Argentina. Dado que es un tema de largo plazo por su naturaleza, vale dedicarle unos párrafos para salir un poco de la coyuntura (aunque este es un tema para escribir un libro).
1. Hablar de cambio cultural significa que para lograr ciertos objetivos y transformaciones estructurales -por ejemplo, mayor inversión, productividad, competitividad, racionalidad en las demandas salariales, institucionalidad, etc.- la sociedad debe modificar algo de su sistema de valores (no en el sentido ético del término, sino sociológicamente hablando).
2. Esto implicaría pensar que no se trata solo de aplicar las políticas públicas adecuadas, sino que en cierto sentido el gobierno debería dar una batalla cultural en ciertos frentes para que la Argentina sea un país viable de cara al macro objetivo de integrarse al mundo.
3. Si el segundo supuesto fuese correcto, el gobierno de Macri no será un gobierno más: estaría obligado a ser otra etapa refundacional por la magnitud de los prerrequisitos contextuales que se debería construir. En este sentido, se asemejaría a Alfonsín, Menem y Kirchner.
4. La pregunta del millón en estos casos es cuánto está dispuesta la sociedad a aceptar dicha necesidad de un cambio cultural, con todo lo que eso implica. Y por supuesto, no solo el ciudadano de a pie, sino todo su sistema de entramado de representación sectorial e intereses: políticos, empresarios, sindicalistas, el ámbito judicial, medios, tercer sector, etc.
5. El cambio cultural ¿será fruto de un proceso de concientización y docencia? Del efecto demostración a partir de los resultados efectivos de algunas políticas? O de la firmeza de liderazgo presidencial para pulsear con ciertas corporaciones e interpelar a la sociedad? Quizá sea una combinación de las 3 cosas, lo que da cuenta de la magnitud del esfuerzo necesario.
6. Semejante tarea ¿la puede encarar solo el partido en el poder? O necesita de un la comunión de acuerdos con otras fuerzas de la oposición que posean visiones semejantes, de modo de asegurar la continuidad en el largo plazo y compartir los costos de reformas antipáticas? Acá volvemos a la cuestión sobre si hace falta un gran acuerdo económico – social, o símil Pacto de la Moncloa.
Más allá de la disponibilidad de la sociedad, surge una cuestión fundamental respecto a si Argentina tiene una cultura disfuncional para el mundo que vivimos y que vendrá. Es una discusión muy compleja que siempre debería comenzar por reconocer qué modelo de sociedad se quiere adaptar. Un modelo de mayor competitividad al estilo chileno, uno muy cerrado, o uno con alta contención del Estado al estilo alemán o escandinavo.
Como los cambios culturales requieren tiempo y esfuerzo, y salvo que se quiera encarar una gran revolución, las políticas públicas deberán ir interactuando con la matriz existente para asegurar su éxito… o decidirse a enfrentarla cueste lo que cueste.
Macri llega al gobierno con situaciones críticas para enfrentar, no una gran crisis al estilo 1989 y 2001. Eso implica tomar una estrategia incrementalista, con objetivos acotados y progresivas adaptaciones a la matriz existente. Solo 2.6 puntos de diferencia en el ballotage habla por sí mismo.
¿Y el cambio cultural? Ah, para eso hace falta mucha fuerza, o mucho tiempo.
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