jueves, noviembre 10, 2016

La hipertensión arterial en los mayores de 80 años. Por Leonardo Coscia.

Recientemente la Sociedad Europea de Hipertensión Arterial (ESH por sus siglas en inglés) emitió una recomendación para el tratamiento de la presión alta en personas de 80 años o más, orientada a reducir a 140 y 150 mm Hg la presión arterial sistólica o máxima en aquellas personas cuyas cifras estén en 160 mm Hg o por encima.

Esta recomendación no sólo representa una novedad sino también un cambio de criterio, ya que es frecuente que se considere no beneficioso reducir la presión con fármacos en los ancianos.

“Pero estas recomendaciones están basadas en fuertes evidencias que demuestran que reducir la presión está asociado a un menor riesgo de ACV, insuficiencia cardíaca y muerte. Igualmente, lo que pide la ESH debe ser individualizado según el caso, en especial si se trata de ancianos ‘frágiles’, es decir aquellos que tienen otras enfermedades o condiciones”, consignó Carol Kotliar, directora del Centro de Hipertensión Arterial y Envejecimiento Vascular del Hospital Universitario Austral (HUA).

Para la ESH la hipertensión después de los 65 es un problema de salud pública que debe ser tratado con fármacos aún en los mayores de 80 años, dado que este tipo de abordaje prolonga la vida y previene el accidente cerebrovascular y la insuficiencia cardíaca.

“En medicina, el límite de lo deseable o recomendado se va corriendo conforme se prolonga la edad promedio de la población. En la segunda mitad del siglo XX la expectativa de vida pasó a ser de 70 años, mientras que en el siglo XIX ya se consideraba anciano a un sujeto mayor de 50 años, y en la antigüedad la población era diezmada por pestes y plagas antes de los 40 años de edad”, comentó Sebastián Obregón, médico especialista en Medicina Interna y Cardiología y coordinador del Centro de Hipertensión Arterial y Envejecimiento del HUA.

Por eso es tan importante contar con nuevas indicaciones, porque cuando el abordaje de una condición no se cambia a la par de su prevalencia o de la aparición de nuevos conocimientos, se puede incurrir en manejos que no sean adecuados.

“Esto es crucial para el grupo de los mayores de 65 años, debido a que ahora quedan incluidos aquellos que siguen autónomos y sin daños de su salud, pero también los mayores de 80 años (octogenarios) en quienes el envejecimiento biológico es una realidad. Por eso, si ambas edades o momentos de la vida se tratan con similares recomendaciones probablemente el resultado no sea el buscado”, puntualizó.

Vale destacar que más del 50% de los mayores de 60 años tienen presión alta (por encima de 140/90) y que 2 de cada 3 de los mayores de 75 tienen hipertensión.

Esta última condición tiene consecuencias graves si no se controla adecuadamente. Entre éstas se destacan las arritmias cardiacas, el mal funcionamiento del corazón, los ataques cerebrales y cardiacos, e inclusive la demencia.

Adicionalmente, los problemas vasculares que un anciano puede notar por una hipertensión arterial mal controlada son cansancio, fatiga, falta de aire, extremidades frías y alteraciones de la vista.

“Un paciente me dijo una vez una frase que había leído en alguna parte: ‘una persona pasa la segunda mitad de su vida corrigiendo los errores de la primera mitad’, y la realidad es que estaba acertado, porque el daño de la presión arterial elevada podría prevenirse con un estilo de vida saludable y consultas periódicas que permitan controlar la aparición de problemas en el sistema cardiovascular, y con estudios que lo identifiquen antes que tenga manifestaciones o síntomas. El tema a considerar es la realización de un diagnóstico inadecuado o incurrir en el sobrediagnostico”, agregó la especialista.

En este sentido, la recomendación actual de las sociedades científicas es el control periódico de la presión por un agente de salud certificado, y la indicación de controles domiciliarios protocolizados con dispositivos automáticos de medición en el brazo.

“Es importante señalar que debido al endurecimiento (esclerosis) de las arterias en la población añosa, las mediciones con dispositivos manuales o realizadas por personas que no cuentan con el entrenamiento adecuado resultan frecuentemente en valores que no son reales y provocan un estrés importante en el paciente y su familia, así como también consultas en servicios de emergencias que no resultan generalmente necesarias. Esta condición se conoce como pseudohipertension”, completó Obregón.

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