A veinte años de que el Hospital Gutiérrez de La Plata realizara la primera cirugía de adecuación genital, los pacientes que hoy se acercan a ese centro en busca de tratamientos para adecuar sus cuerpos a su identidad de género no se parecen en nada a sus antecesores. Llegan en general acompañados por sus familias, muchos tienen estudios porque el sistema educativo no los excluyó desde su infancia, y ya no sienten que nacieron en un cuerpo “equivocado”, como suele escucharse con frecuencia entre los y las transexuales de la generación anterior.
“Aunque resulta innegable que las personas trans siguen sufriendo situaciones de discriminación, la Ley de Identidad de Género caló hondo en nuestra sociedad”, sostiene la licenciada Andrea Pineda, psicóloga del Area de Reasignación Genital del Hospital Gutiérrez, quien cada año atiende en La Plata a unas trescientas personas de todo el país interesadas en consultar sobre esa posibilidad. “Claro que no todas llegan para someterse a una cirugía -señala-: hay gente que viene también en busca de tratamientos hormonales o simplemente para averiguar”.
Contra lo que podría suponerse, la atención psicológica en este tipo de consultas no apunta a determinar si el paciente es apto o no para una intervención, ya sea quirúrgica u hormonal. “De ninguna manera se apunta a una evaluación; no sólo porque la Ley no lo permite sino por una cuestión de ética profesional. Lo que se pretende es ofrecer un espacio para que esa persona despliegue su historia y posibles conflictos en torno a su identidad”, explica Pineda, al señalar que la propia norma exige brindar una atención integral.
¿Pero no cabe acaso la posibilidad de que una percepción transitoria lleve a esas personas a embarcarse en un procedimiento médico que en algunos casos resulta irreversible?. “Podría ocurrir, pero no es algo común -dice la psicóloga-. Para eso existen además estos espacios donde las personas que se acercan tienen la posibilidad de plantear problemáticas vinculadas a su identidad. Creo que si el argumento de un posible arrepentimiento está tan presente en estos casos, es porque persiste el viejo paradigma médico de que la medicina es sólo un medio para combatir la enfermedad, cuando lo cierto es que hoy también permite transformarnos a nuestra voluntad”.
UN MOMENTO BISAGRA
Tras cinco años de estar en contacto cotidiano con historias de personas trans, dice observar un notable cambio generacional. “A diferencia de los pacientes más grandes, de entre 30 y 40 años, que en general expresan sentirse en un cuerpo equivocado (`un discurso aprendido para sobrevivir a la hostilidad del entorno’), las chicas y los chicos trans de este tiempo ya no lo viven así”, sostiene la psicóloga del Area de Reasignación Genital.
“Si bien las personas trans más jóvenes tampoco tienen todo resuelto, porque siguen siendo blanco de agresiones y discriminación, no podemos negar que ha habido un cambio social muy grande a partir de la ley -asegura Pineda-. Mientras que en la generación anterior, las trans eran en general expulsadas primero de la familia, luego de la escuela y finalmente del mundo laboral, lo que empujaba a muchas de ellas hacia el mercado de la prostitución, los chicos y chicas transexuales llegan ahora acompañadas por sus familias, tienen estudios y no sienten que algo en su cuerpo esté mal”.
“Estamos formateados socialmente para pensar que la identidad de género debe coincidir con la que nos fue asignada por la naturaleza al nacer, y ahora nos encontramos en un momento bisagra. No es que antes no existiera la transexualidad, sólo que hoy nos animamos a hablar abiertamente de ella, discutirla y equivocarnos también. Porque es muy probable que algunas de las cosas que sostenemos actualmente puedan ser vistas como equivocadas dentro de algunos años”, reconoce la psicóloga al remarcar que en este terreno “se está haciendo camino al andar”. (Diario El Día).
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