La buena performance de la industria de la construcción y el mercado inmobiliario que sigue en ascenso luego de superadas las consecuencias de la crisis del 2008, genera de parte de los desarrolladores la búsqueda permanente de terrenos en la ciudad de Buenos Aires.
Pero la realidad es que la tierra urbana es un bien escaso en el mundo, con el agravante de que los terrenos bien ubicados, con dimensiones aptas o requeridas por los constructores y posibilidades constructivas que permitan cerrar la ecuación que tiene la incidencia del terreno por metro cuadrado, son cada vez menores.
Han alcanzado precios muy altos que prácticamente impiden una rentabilidad razonable, aún en las zonas de la ciudad que no son precisamente las más “calientes”.
Este hecho se va ha visto reflejado en la disminución de nuevos permisos para construir en el último año.
Buscar terrenos se ha convertido en una odisea, pero ¿dónde encontrar nuevas opciones?
Por ello no resulta sorprendente que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires reciba semanalmente 80 pedidos de autorización para demoler edificaciones anteriores a 1941 de parte de desarrolladores inmobiliarios.
Este boom de la construcción conlleva, en muchos casos, que se generen conflictos entre los vecinos que sostienen criterios en apariencia conservacionistas, con los constructores.
En la ciudad de Buenos Aires hay una deuda pendiente de hace más de 20 años de tener un catálogo de cuáles edificios se pueden demoler y cuáles no, que el gobierno de Macri prometió solucionar en breve.
El propio Gobierno porteño estima que un 60% de las construcciones que hay en la Ciudad son anteriores a 1941.
En total unos 11.400 edificios con algún grado de custodia.
En los últimos tres años protegió más de 3.000 edificios y la Legislatura porteña 575 en 2010. También hay 50 áreas de Protección Histórica, como el Casco Histórico o los bosques de Palermo.
Es imposible impedir el crecimiento de la ciudad, ni las demoliciones. Es un fenómeno propio de todas las grandes urbes en el mundo y una tendencia que no se puede frenar.
Tampoco es cierto, que sólo se trate de “especulaciones inmobiliarias”, como dicen los defensores del status quo.
¿Acaso otros mercados no lo son? Si no, por ejemplo, por qué se alienta a las amas de casa a ir a comprar los productos básicos de la casta familiar al Mercado Central para bajar los costos hogareños?
El tema es muchísimo más complejo a nivel urbanístico. Y no hay que minimizarlo con expresiones a esta altura carecen de contenido. (Asteriscos Tv).
Pero la realidad es que la tierra urbana es un bien escaso en el mundo, con el agravante de que los terrenos bien ubicados, con dimensiones aptas o requeridas por los constructores y posibilidades constructivas que permitan cerrar la ecuación que tiene la incidencia del terreno por metro cuadrado, son cada vez menores.
Han alcanzado precios muy altos que prácticamente impiden una rentabilidad razonable, aún en las zonas de la ciudad que no son precisamente las más “calientes”.
Este hecho se va ha visto reflejado en la disminución de nuevos permisos para construir en el último año.
Buscar terrenos se ha convertido en una odisea, pero ¿dónde encontrar nuevas opciones?
Por ello no resulta sorprendente que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires reciba semanalmente 80 pedidos de autorización para demoler edificaciones anteriores a 1941 de parte de desarrolladores inmobiliarios.
Este boom de la construcción conlleva, en muchos casos, que se generen conflictos entre los vecinos que sostienen criterios en apariencia conservacionistas, con los constructores.
En la ciudad de Buenos Aires hay una deuda pendiente de hace más de 20 años de tener un catálogo de cuáles edificios se pueden demoler y cuáles no, que el gobierno de Macri prometió solucionar en breve.
El propio Gobierno porteño estima que un 60% de las construcciones que hay en la Ciudad son anteriores a 1941.
En total unos 11.400 edificios con algún grado de custodia.
En los últimos tres años protegió más de 3.000 edificios y la Legislatura porteña 575 en 2010. También hay 50 áreas de Protección Histórica, como el Casco Histórico o los bosques de Palermo.
Es imposible impedir el crecimiento de la ciudad, ni las demoliciones. Es un fenómeno propio de todas las grandes urbes en el mundo y una tendencia que no se puede frenar.
Tampoco es cierto, que sólo se trate de “especulaciones inmobiliarias”, como dicen los defensores del status quo.
¿Acaso otros mercados no lo son? Si no, por ejemplo, por qué se alienta a las amas de casa a ir a comprar los productos básicos de la casta familiar al Mercado Central para bajar los costos hogareños?
El tema es muchísimo más complejo a nivel urbanístico. Y no hay que minimizarlo con expresiones a esta altura carecen de contenido. (Asteriscos Tv).
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