Con el apoyo de los intendentes, la línea del peronismo apadrinada por Scioli quiere participar de las internas locales para desterrar al cristinismo. Si no los habilitan, irían por afuera para restarle votos a la lista de diputados nacionales, clave para una reforma constitucional. El mal recuerdo de la derrota de Kirchner.
Néstor Kirchner acusó a los intendentes de traidores cuando en 2009 perdió en las elecciones legislativas con Francisco De Narváez.
Y razones no le faltaron: varios avalaron listas de concejales de Unión Pro, que les permitieron sumar concejales por otra ventana y evitar quedar preso de la baja performance del ex presidente. Ni la presión de las testimoniales, que los obligaba a encabezar las listas oficiales, los movió de esa jugada.
Enfurecido, meses más tarde Kirchner diseñó una reforma política que prohibió las colectoras –sólo existe la adhesión, que permite a un candidato de otra fuerza colgarse de uno nacional, si éste lo habilita-, pero abrió una interna abierta y simultánea tres meses antes de las elecciones generales.
En el último año de su vida, el patagónico alimentó esa contienda. Con Juan José Álvarez como ejecutor, convocó a los más variados referentes locales del peronismo a participar de la primaria y abrirle el juego a su entonces aspiraciones presidenciales.
“Juanjo” fue recibido por Cristina Kirchner en Olivos tras la muerte de Kirchner pero su trabajo fue diluyéndose. Y la interna tuvo poco relieve sentido, con Cristina y Scioli arrasando y muy pocas contiendas comunales jugosas.
Para el año que viene la historia vendrá distinta. El Gobierno nacional no tendrá un candidato de 50 puntos en la provincia de Buenos Aires y, por lo tanto, no podrá ignorar el peso electoral de los territorios si no quiere dividir votos en octubre contra quien se ponga en frente.
Sería un riesgo mayúsculo: los 35 diputados que renueva la provincia de Buenos Aires son clave para la intención de reformar la constitución. El kirchnerismo sólo obtuvo 12 en 2009, o sea, tiene mucho para ganar.
Es esa la lectura que tienen por estas horas los referentes de la “Juan Domingo”, la línea interna del peronismo apadrinada por Daniel Scioli e integrada por ahora por los desterrados del cristinismo en la Legislatura bonaerense.
Con la espalda del gobernador, este grupo planea aliarse a los intendentes para enfrentar en las comunas a las organizaciones kirchneristas amparadas en la Casa Rosada, en especial La Cámpora.
“Estamos dispuestos a jugar por adentro, pero si no nos dan lugar tendremos que hacerlo por afuera”, anticipó a LPO uno de los miembros de La Juan Domingo. “Y todos hablamos con los intendentes, aunque algunos tengan miedo en decirlo”, agregó.
Lejos de este análisis, a la “orga” kirchnerista, como les gusta autodenominarse a los jóvenes K, no reconocen a los jefes comunales como sus pares.
Sólo tienen contemplaciones con el quilmeño Francisco “Barba” Gutiérrez (aunque el metalúrgico tiene roces con La Cámpora local) y Julio Pereyra, de Florencio Varela. Al resto no dudarían en plantarles candidatos.
Ante eso, la estrategia de la Juan Domingo sería contribuir para que Cristina Kirchner entre un dilema no menor: o habilita las listas locales que quieran enfrentar a sus protegidos (tendrá la lapicera para hacerlo), o ignora sus reclamos pero deja a su lista bonaerense, aún con candidatos a definir, con múltiples enemigos locales para octubre.
Alberto Fernández ya presentó su partido político con personería en la provincia para el intendente que quiera molestar. Y Sergio Massa siempre es una opción a temer.
Los intendentes, que el año pasado temieron como nunca que la Casa Rosada les presentara rivales en las internas, tienen poco de que preocuparse en 2013.
Con las holgadas victorias de 2011 tienen amplias mayorías en los concejos deliberantes como para poder ceder un par de bancas. ¿Acaso no valdría la pena si con eso se entierra a un candidato del Gobierno para sucederlo en 2015?
Son interrogantes que ya se plantean en las mesas del peronismo bonaerense entre dirigentes históricos y no tanto que miran perplejos el desparpajo de la nueva oleada de jóvenes K, con voluntad y recursos para destronarlos. (La Política OnLine).
Néstor Kirchner acusó a los intendentes de traidores cuando en 2009 perdió en las elecciones legislativas con Francisco De Narváez.
Y razones no le faltaron: varios avalaron listas de concejales de Unión Pro, que les permitieron sumar concejales por otra ventana y evitar quedar preso de la baja performance del ex presidente. Ni la presión de las testimoniales, que los obligaba a encabezar las listas oficiales, los movió de esa jugada.
Enfurecido, meses más tarde Kirchner diseñó una reforma política que prohibió las colectoras –sólo existe la adhesión, que permite a un candidato de otra fuerza colgarse de uno nacional, si éste lo habilita-, pero abrió una interna abierta y simultánea tres meses antes de las elecciones generales.
En el último año de su vida, el patagónico alimentó esa contienda. Con Juan José Álvarez como ejecutor, convocó a los más variados referentes locales del peronismo a participar de la primaria y abrirle el juego a su entonces aspiraciones presidenciales.
“Juanjo” fue recibido por Cristina Kirchner en Olivos tras la muerte de Kirchner pero su trabajo fue diluyéndose. Y la interna tuvo poco relieve sentido, con Cristina y Scioli arrasando y muy pocas contiendas comunales jugosas.
Para el año que viene la historia vendrá distinta. El Gobierno nacional no tendrá un candidato de 50 puntos en la provincia de Buenos Aires y, por lo tanto, no podrá ignorar el peso electoral de los territorios si no quiere dividir votos en octubre contra quien se ponga en frente.
Sería un riesgo mayúsculo: los 35 diputados que renueva la provincia de Buenos Aires son clave para la intención de reformar la constitución. El kirchnerismo sólo obtuvo 12 en 2009, o sea, tiene mucho para ganar.
Es esa la lectura que tienen por estas horas los referentes de la “Juan Domingo”, la línea interna del peronismo apadrinada por Daniel Scioli e integrada por ahora por los desterrados del cristinismo en la Legislatura bonaerense.
Con la espalda del gobernador, este grupo planea aliarse a los intendentes para enfrentar en las comunas a las organizaciones kirchneristas amparadas en la Casa Rosada, en especial La Cámpora.
“Estamos dispuestos a jugar por adentro, pero si no nos dan lugar tendremos que hacerlo por afuera”, anticipó a LPO uno de los miembros de La Juan Domingo. “Y todos hablamos con los intendentes, aunque algunos tengan miedo en decirlo”, agregó.
Lejos de este análisis, a la “orga” kirchnerista, como les gusta autodenominarse a los jóvenes K, no reconocen a los jefes comunales como sus pares.
Sólo tienen contemplaciones con el quilmeño Francisco “Barba” Gutiérrez (aunque el metalúrgico tiene roces con La Cámpora local) y Julio Pereyra, de Florencio Varela. Al resto no dudarían en plantarles candidatos.
Ante eso, la estrategia de la Juan Domingo sería contribuir para que Cristina Kirchner entre un dilema no menor: o habilita las listas locales que quieran enfrentar a sus protegidos (tendrá la lapicera para hacerlo), o ignora sus reclamos pero deja a su lista bonaerense, aún con candidatos a definir, con múltiples enemigos locales para octubre.
Alberto Fernández ya presentó su partido político con personería en la provincia para el intendente que quiera molestar. Y Sergio Massa siempre es una opción a temer.
Los intendentes, que el año pasado temieron como nunca que la Casa Rosada les presentara rivales en las internas, tienen poco de que preocuparse en 2013.
Con las holgadas victorias de 2011 tienen amplias mayorías en los concejos deliberantes como para poder ceder un par de bancas. ¿Acaso no valdría la pena si con eso se entierra a un candidato del Gobierno para sucederlo en 2015?
Son interrogantes que ya se plantean en las mesas del peronismo bonaerense entre dirigentes históricos y no tanto que miran perplejos el desparpajo de la nueva oleada de jóvenes K, con voluntad y recursos para destronarlos. (La Política OnLine).
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