El espionaje en la era macrista y el comunicado sobre el crimen de Fabián Gutiérrez mostraron las pujas que mantienen en el espacio opositor. Los posicionamientos y los objetivos de cara a la pospandemia y las elecciones del año que viene.
El síndrome de abstinencia de poder tarde o temprano hace su aparición en la siempre complicada convivencia dentro de un espacio político. La supervivencia en el rol opositor hace se juego y el estar sentado o no en un sillón de gestión, también incide a la hora de mover las fichas sobre el tablero político. La pandemia del Coronavirus y la cuarentena también postergaron el estallido de una interna que tenía que llegar en Juntos por el Cambio. Le pasó al peronismo, durante los cuatro años del reinado de Juntos por el Cambio en Nación y Provincia. Ya es parte de la historia esos cruces públicos y subterráneos que disputaban el agitado suelo bonaerense los intendentes divididos en sectores como el Grupo Esmeralda, comandado por Martín Insaurralde y el Grupo Fénix, liderado por el tándem matancero Fernando Espinoza-Verónica Magario. En la Legislatura las pulseadas territoriales tuvieron su eco con la fracción en varios bloques de la bancada peronismo-kirchnerista, como así la relación que se gestó con la entonces gobernadora, María Eugenia Vidal. Los opositores duros como Magario o La Cámpora, contra los opositores dialoguistas como Insaurralde y el otrora “Bloque de los Intendentes”. El massismo, casi los cuatro años de “Mariú”, tuvo el honor de tener el papel de “opoficialismo”, que entre 2016 y 2017 lo llevó a cogobernar con Cambiemos los destinos de la Provincia. Ni hablar de la aventura de Florencio Randazzo en las elecciones legislativas de 2017, que con su espacio Cumplir intentó generar un espacio alterno dentro de la entonces oposición, que sucumbió ante la realidad del poder electoral que mantenía (y mantiene) Cristina en gran parte del universo bonaerense. La temporada anterior.
La pandemia generó un escenario nuevo, sin dudas, y también una más que cordial relación entre el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta y Alberto Fernández. El dato no es menor, dentro del PRO, Horacio es el único de las altas esferas que sigue sentado en un sillón de poder (también se le puede sumar al intendente de Vicente López, Jorge Macri quien se reposicionó en el espacio opositor tras las derrotas de 2019). También la grieta entró en juego, como se mencionó en columnas anteriores. La revelación del espionajes durante la era macrista a oficialistas y opositores y el crimen de Fabián Gutiérrez marcó un antes y un después para Juntos por el Cambio: separó las aguas de quiénes son los halcones y quienes las palomas. El duro y ultra polémico comunicado que Patricia Bullrich y Mauricio Macri, entro otros lanzaron reposicionó las fichas de poder sobre el espacio opositor. Se sabe que Larreta, Vidal, Jorge Macri y hasta Emilio Monzó se mostraron en contra del tono del comunicado, que se supo fue resuelto de manera unilateral por el ala dura de Juntos por el Cambio. El dato no es menor de la nueva configuración de posturas. Hasta antes de la pandemia, por ejemplo, Jorge Macri, en conexión con su primo Mauricio, abría su interna con Vidal por el liderazgo en la provincia de Buenos Aires y Monzó mando a blanquear las críticas hacia la exgobernadora. El escenario ahora, al menos en principio, parece ser otro. La reconfiguración.
Si el peronismo se atrevió a cuestionar el liderazgo de Cristina Kirchner en la temporada anterior, porqué en esta no habría la misma intención en Juntos por el Cambio. Por lo bajo, desde principios de año muchos referentes de la oposición jubilaron a Macri, más allá de no decirlo públicamente. Sobre esto, también hay una realidad inevitable. No es lo mismo ser opositor gobernando que un opositor sin ningún cargo ejecutivo. Las relaciones con los poderes en Nación y Provincia se tornan distintas y en tiempos de crisis y pandemia, la gobernabilidad va de la mano de la supervivencia. Pero también es la estrategia. El ala moderada de Juntos por el Cambio no solo pretende ser una “oposición dialoguista”, sino que -con la mente en las elecciones legislativas del 2021- piensa en “ampliar el espacio” para sumar otros sectores. La ecuación no es muy compleja. Desde la primera década de este siglo XXI la grieta domina la escena política. Se sabe, hay (sin ser exactos) un 30 por ciento del electorado que vota siempre al kirchnerismo y otro 30 por ciento que vota al anti-kirchnerismo. El resto se reparten los espacios minoritarios, pero gran parte de ese porcentaje es el electorado que inclina la balanza para la definición. Mecanismos distintos.
Esta configuración se vio en torno a los posicionamientos que se dieron ante las agresiones a periodistas durante la marcha opositora del 9 de Julio. Las posturas púbicas de Macri y Vidal reflejaron esa interna, que derivó en que por primera vez los ultra macristas convirtieron a “Mariú” en tendencia en Twitter y no precisamente para bancarla, todo lo contrario. Se abrió el escenario, con muchos otros capítulos que seguramente vendrán y serán parte de la pospandemia y preanuncian una interna feroz en las elecciones del año que viene. No es menor que Vidal, durante un encuentro virtual con referentes de La Matanza haya llamado a “refundar Juntos por el Cambio”. De hecho, en la legislatura bonaerense la exmandataria tiene varios legisladores que responden directamente a ella, como así en el Congreso Nacional de la mano de Cristian Ritondo. Resta ver cómo será el accionar de la UCR, que en octubre tendrá que renovar autoridades en la Provincia, donde el exvicegobernador de Vidal, Daniel Salvador -con el auspicio de Vidal- acordó con el diputado Maximiliano Abad su postulación para el cargo. Del otro lado, el intendente de San Isidro, el barón del Conurbano radical Gustavo Posse apunta por el mismo sillón. El alcalde tiene un acuerdo político con Monzó en la Legislatura bonaerense, donde sus alfiles componen el bloque Cambio Federal y que también pregonan por la “oposición dialoguista”. En la Coalición Cívica no hay dudas, es un espacio decididamente halcón. El armado político.
Aún quedan en los recuerdos la feroz guerra que Marcos Peña desató con Vidal. Aún quedan secuelas sobre el nunca concretado “Plan V” o la denegación a la intención de desdoblar las elecciones en la Provincia de Buenos Aires el año pasado. Pero la política siempre es volátil y variable, sobre todo en tiempos de inédita pandemia. Hasta antes del Coronavirus, Axel Kicillof mantenía una pulseada dura con Vidal y Jorge Macri, a quienes acusó de “no cumplir acuerdos” y dinamitar el tratamiento de la Ley Impositiva. No es un dato menor la relación que mantiene el alcalde de Vicente López con Alberto. Se sabe, que junto al intendente de Lanús, Néstor Grindetti, le hicieron llegar al Presidente -mediante Juan Zabaleta (intendente de Hurlingham “albertista” del Frente de Todos)- el mensaje de que no estaba de acuerdo con el comunicado sobre Fabián Gutiérrez. El gestó derivó en una foto de los cuatro en la Quinta de Olivos. No fue la primera de Jorge Macri con Alberto y parece que no será la última. Sintonías políticas.
Parece que está a la vista la “nueva normalidad”, que podría derivar en la pospandemia. Sobre ese incierto escenario se verá cómo se mueven Macri, Larreta, Vidal y Monzó en las internas dentro de Juntos por el Cambio y las relaciones con Alberto y Kicillof. (AN Digital).
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