LA PLATA, Marzo 23, (PUNTO CERO-DiarioHoy.net). Siete familias dejaron las tierras que arrendaban porque no podían afrontar los costos. Desde Asoma alertaron que otras 150 van camino al abismo. En tanto, los dueños de los campos ven cómo sus hijos se marchan en busca de horizontes más promisorios
La rutina laboral, el agobiante ritmo de vida y la ausencia de tiempo para resolver las propias dificultades, hacen que infinidad de platenses vean a la crisis del campo como un padecimiento lejano, no en los sentimientos pero sí en la distancia.
Sin embargo, no es necesario viajar hasta Gualeguaychú o 9 de Julio para palpar de cerca la angustia y el descontento. Nada de eso, alcanza con darse una vuelta por el cordón frutihortícola local y charlar con quienes aún trabajan la tierra.
El aún no es caprichoso. Lamentablemente tiene sus fundamentos, ya que en los últimos dos meses siete familias abandonaron las tierras que arrendaban y quedaron literalmente libradas a la buena de Dios.
Así lo explicó a Hoy el secretario de la Asociación de Medieros y Afines (Asoma), Néstor Villacorta, quien agregó que si la situación no cambia varias decenas de familias seguirán el mismo camino, en no más de tres o cuatro meses. “Son 150 las que están en riesgo de abandonar el campo”, resumió.
Más allá de las retenciones que enfrentan al campo con la administración K y de la sequía que por supuesto fue dura, las 600 familias nucleadas en Asoma sufren su propia realidad. Es que los aumentos de los últimos meses hicieron que los márgenes de ganancias se achicaran hasta asfixiarlos, veamos: “El alquiler estaba $ 100 y ahora se fue a $ 350 por hectárea, los que pagaban $ 400 de luz ahora tienen que pagar $ 1.900 y encima aumentó ($ 1,50) la descarga de cada bulto en el Mercado” que depende del Municipio platense.
Esa realidad se vive -en rigor de verdad, se padece- en las quintas de El Peligro, Romero y Gorina, por citar sólo algunas de las localidades de la capital bonaerense.
“Cuando una de esas familias deja el campo en el que vivía pasa a ser desocupada, salvo que el hombre de la casa agarre alguna changa en la construcción, pero el peligro de quedar en la calle está latente”, dijo Villacorta y arremetió: “No queremos pagar la crisis... ¡Que la paguen los que se llenaron los bolsillos!”.
Tal es la situación que estos trabajadores -que arrancan a las 6 de la mañana y le pegan hasta la noche- “no saben si pagar la luz o comprar gasoil”. ¿Qué cultivan? Lo de siempre: verduras de hoja, flores, tomates, zapallitos, chauchas y demás.
Aquellos que son dueños de los campos tampoco la pasan bien. Encima ven cómo la escasa rentabilidad hace que sus hijos y nietos quiebren la tradición familiar para buscar otros horizontes, tal como lo contó a Hoy el presidente de la Asociación de productores hortícolas de La Plata Albeto Pate.
“En la ciudad suele decirse que para desestresarse hay que ir al campo, pero acá también sufrimos estrés”, dijo Villacorta y agregó que el nailon que utilizan para los invernaderos aumenta según la cotización del dólar, tal como lo hacen las semillas híbridas. “Hay que invertir $ 800 para comprar 1.000 semillas de tomate”, explicó.
Hoy en día, la imagen del hombre feliz cosechando los frutos de la tierra o contemplando sin mayores complicaciones el atardecer, es tan falsa como la del quintero al volante de una 4 x 4.“Salvo alguna chata viejita, la mayoría de nosotros no tiene camioneta y debe recurrir a intermediarios para llevar sus productos al Mercado”, concluyó el dirigente. Es por todo esto que hace unos pocos días volvieron con sus tractores a 7 y 32, para cortar el tránsito, reclamar subsidios y dejar bien en claro que la crisis del campo también se sufre a pocos kilómetros de la Gobernación.
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