La levantada de Martín Insaurralde que reflejan algunas encuestas, le metió tensión a una elección que se preveía cómoda para Sergio Massa. Los últimos números, los ajustes finales de campaña y la proyección para octubre. Como empiezan a incidir los posibles resultados para la pelea del 2015.
Es curioso como se dan las cosas. Sergio Massa siempre fue uno de los más desconfiados a la hora de celebrar las encuestas que le pronosticaban resultados demoledores. “Cuando el Gobierno se ponga en marcha esto se empareja”, repetía ante los fanáticos del instante. Sabía de lo que hablaba: Conoce al monstruo por dentro. Fue uno de ellos.
La encuestadora Poliarquía está cerrando un trabajo que publicaría el diario La Nación en su edición del domingo, la última antes de las primarias, en el que la distancia se habría acortado a unos cinco puntos –tal vez un poquito menos-. Es el dato que circula por estas horas en la política y confirma una tendencia de crecimiento de Martín Insaurralde.
La gran duda es si el candidato kirchnerista podrá acortar en la última semana esa distancia para soñar con un triunfo. Y allí hay para elegir. “Cinco puntos es mucho, no llegamos”, reconoció a LPO un importante dirigente del aparato de Daniel Scioli, que por estas horas siente que las luces del centro vuelven a iluminarlos.
Es que el gobernador se puso la campaña del kirchnerismo al hombro, a veces recorriendo hasta tres localidades en un día, con su estilo hiperkinético. Está en su salsa. “Scioli hace más de veinte años que esta en campaña, esto es lo que más le gusta y mejor le sale”, reconoció otro de sus hombres de confianza.
“Si es verdad que estamos a cinco puntos nos ganan”, contestan algunos desde el massismo ¿Por qué? En primer lugar está el mito urbano sobre la española Indra, que está a cargo del escrutinio. “Todo el mundo lo sabe, Indra le da como gentileza de la casa a los gobiernos que la contratan, unos cuatro puntitos extras el día del recuento”, afirman como quien describe la salida del sol, los más expertos punteros del Conurbano.
Pero existen otros análisis menos conspirativos. Las encuestas preguntan por candidatos, como es natural. El problema es que esa formulación no permite medir con certeza el efecto de arrastre de abajo para arriba –si es que existe- de determinados intendentes muy exitosos en términos electorales, como Fernando Espinosa en La Matanza, Alejandro Granados en Ezeiza o Fernando Gray en Esteban Echeverría, por citar sólo algunos peso pesados del kirchnerismo.
“Los intendentes el día del comicio te pueden levantar unos puntitos”, reconocen en ambos campamentos. El tema es que si bien Massa consiguió sumar a unos veinte jefes comunales –en una fisura histórica para el peronismo bonaerense-, todavía la mayoría sigue dentro de las fronteras del Frente para la Victoria.
Paradojas de la nueva estrella de la política
Massa ya es la nueva estrella del peronismo. El debate en todo caso gira en torno a si su actual irrupción electoral le permitirá pelear con chances fuertes la gobernación o la Presidencia. Así al menos lo ven la mayoría de los trece gobernadores que este miércoles se reunieron en la parrilla El Mangrullo.
Si gana será un presidenciable fuerte y si pierde por poco, pero saca millones de votos, podrá pelear con enormes posibilidades la gobernación. La operación de su reinserción en el aparato “oficial” del PJ después de octubre, será algo natural en la discusión por la sucesión que comenzará a abrirse después del comicio.
Es que el dato político de ese encuentro no fue el previsible apoyo a Insaurralde y otros candidatos del Gobierno, sino que reapareció con más soltura la “Liga de gobernadores”, ese poder permanente del peronismo, que incluye ahora a los intendentes fuertes del Conurbano.
Un grupo que cobrará cada vez más relevancia en la medida que el kirchnerismo empiece a despedirse del poder. Es ese establishment peronista que sabe navegar como pocos las inevitables transiciones. “Somos el poder permanente pibe”, sintetizó uno de esos gobernadores.
Scioli sería el heredero natural de ese espacio, pero no conviene anticiparse. Después de octubre su posición en la Legislatura provincial quedará muy debilitada –por eso es posible que ministros como Martín Ferré y Nora de Lucía retomen sus bancas- y ya han comenzado a tejerse intrigas horizontales para hacerle sentir ese límite.
Quienes piensan que después de la elección el kirchnerismo le responderá con lealtad y cariño su colaboración en la campaña, deberían pensarlo de nuevo. Scioli como todos, deberá ganarse cada paso hacia la Casa Rosada. Nadie regala nada en el peronismo.
Dos elecciones, dos campañas
En el entorno de Massa tienen muy claro todo lo que hay que mejorar. La campaña sigue desordenada. El candidato tiene carisma, funciona muy bien en la interacción directa con la gente, es simpático, vivo y tiene calle. Pero se dilapida tiempo precioso en actividades de poco impacto a nivel electoral y se pierden intervenciones importantes, como su discurso ante más de 200 empresarios en San Martín, en el que sorprendió por la solidez que exhibió, muy lejos de la imagen canchera de los programas de televisión.
El vértigo de quedar al frente de una auténtica campaña nacional de la noche a la mañana y la pulsión comprensible por retener todo el control posible para evitar errores de los que no se vuelve, se hace sentir. “Está cansado”, reconocen cerca suyo. Pero también es cierto que hasta ahora supo mantener el pulso de una pelea brava, como son las peleas contra el kirchnerismo.
Su discurso de centro sigue siendo un tema. En el interior si bien crece, no termina de capturar el voto opositor puro que se mantiene fiel a Francisco de Narváez o Margarita Stolbizer. “No está logrando polarizar”, se entusiasman en la Casa Rosada y curiosamente piensan que si se hubiera parado en un lugar de oposición más clara, el desafío se agigantaba: “Se quedaba con todo”, evalúan.
Es un afirmación opinable. Massa se maneja con estudios cualitativos muy extensos. Y en un plano más territorial, sus dirigentes del Conurbano reconocen que el discurso de centro les facilita sumar votos en un electorado mayoritariamente peronista.
Después de la primaria, es posible que Massa cambie muchas cosas en su campaña. Algunos lo ven con ganas de meter mano ya, pero le aconsejan prudencia. “Hasta la primaria mantenemos, después cambiamos”, dicen.
La gran pregunta es si esta estrategia les permitirá superar el primer desafío. Si gana, la pelea para octubre aparecerá más despejada. Los márgenes de su discurso serán amplios.
Si pierde por poco, acaso se imponga con más fuerza la necesidad de trabajar una idea que ya están deslizando: “Es el único que le puede ganar al kirchnerismo”. Habrá terminado entonces el camino del centro moderado y la confrontación, hoy focalizada en Guillermo Moreno, acaso deba subir otro escalón. (La Política OnLine).
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