Muchas de las decisiones que toma la líder de la Coalición Cívica (CC) desconciertan a propios y extraños, llevando a muchos a pensar que Carrió comete sucesivas equivocaciones en materia política. Para alguien que se presentó como candidata a presidenta en 2003 obteniendo el 14% de los votos empatando en el cuarto lugar, y 4 años más tarde trepó al 23% siendo la principal opositora, al menos requeriría un análisis más detenido de su lógica de construcción política.
En primer lugar, no se debería evaluar a Carrió como una dirigente común, ya que en los términos de perfil de liderazgo se la podría catalogar como una ‘misionera’, es decir, como aquellas personas que creen tener un rol que cumplir en la vida, el cual trasciende los cálculos del común de los mortales. El ‘misionero’ puede cometer muchas equivocaciones de corto plazo, e incluso desgastarse frente a la opinión pública, pero no le caben los cálculos de costo y beneficio inmediatos.
En segundo lugar, en más de un reportaje Carrió dijo que a ella en realidad no le gustaría ser presidenta, sino que su verdadera vocación es la de ser jueza, o sea, alguien investido de la autoridad para dictaminar qué es lo que está bien y lo que está mal. Si bien todo dirigente traza una divisoria de aguas desde su posición política /ideológica, da la impresión que la creadora del ARI no se ve a sí misma como una administradora de conflictos cotidianos y pedestres, sino como quien está más allá. Probablemente de ahí surjan sus premoniciones políticas, las cuales siempre abren interrogantes sobre el sentido de sus palabras.
Claro que la política como actividad tiene una necesidad de construcción permanente que está más acá de pálpitos a futuro y de opciones fundacionales. Si se analiza a Carrió desde una perspectiva más tradicional debería decirse que su situación de liderazgo atraviesa por varias situaciones de riesgo:
- Su imagen negativa. Luego de la última elección presidencial, la dirigente nacida en la provincia del Chaco promedió en el área metropolitana de Capital y GBA, una imagen positiva de 29%, siendo que su figura permanentemente posee una alta desaprobación. A esto se le deben agregar fuertes oscilaciones, seguramente derivadas de su presencia irregular en la escena mediática
- Una intención de voto inestable. Es difícil opinar sobre la capitalización electoral de su liderazgo, teniendo en cuenta que en septiembre pasado registraba solo un 4,3%, pero en el medio de la crisis del campo llegó a medir un 21%. ¿Cuál será su situación en los dos meses previos a la próxima elección presidencial, si decide presentarse? Es absolutamente imprevisible.
- Su imagen negativa tiene mucho que ver con su estilo de liderazgo. Se le ve como opositora a todos los partidos, problemática, marca solo lo malo y no repara en lo bueno que se hace o no hace nada. Es decir, su estilo frontal y de denuncia –que muchos se lo reconocen como positivo– termina generando un balance deficitario.
- Su modo de construcción política es poco comprensible para el común de los dirigentes. Primero fue el ARI. Luego renunció al partido para ser la líder de un espacio que reuniese a varias expresiones políticas distintas en la CC. Y ahora vuelve sobre la idea de un partido que se llame ARI-CC, lo cual ya ha generado roces internos, empezando por Margarita Stolbizer. Más allá de las buenas razones que pueda tener con su última propuesta, lo cierto es que para construir políticamente se deben sumar personas que tengan no solo vocación de servir, sino también de poder. Sin eso, es muy difícil que un proyecto prospere. Y las idas y venidas (es el tercer formato que propone en 8 años) desgastan más que entusiasman.
Si bien Carrió hace caso omiso de estos riesgos que aquí se describen –ya que el ‘misionero’ solo se centra en su misión– es importante marcar que esta líder tiene un caudal importante de seguidores en los grandes centros urbanos, los cuales adhieren a sus preceptos morales, y que no la abandonarán fácilmente".
En primer lugar, no se debería evaluar a Carrió como una dirigente común, ya que en los términos de perfil de liderazgo se la podría catalogar como una ‘misionera’, es decir, como aquellas personas que creen tener un rol que cumplir en la vida, el cual trasciende los cálculos del común de los mortales. El ‘misionero’ puede cometer muchas equivocaciones de corto plazo, e incluso desgastarse frente a la opinión pública, pero no le caben los cálculos de costo y beneficio inmediatos.
En segundo lugar, en más de un reportaje Carrió dijo que a ella en realidad no le gustaría ser presidenta, sino que su verdadera vocación es la de ser jueza, o sea, alguien investido de la autoridad para dictaminar qué es lo que está bien y lo que está mal. Si bien todo dirigente traza una divisoria de aguas desde su posición política /ideológica, da la impresión que la creadora del ARI no se ve a sí misma como una administradora de conflictos cotidianos y pedestres, sino como quien está más allá. Probablemente de ahí surjan sus premoniciones políticas, las cuales siempre abren interrogantes sobre el sentido de sus palabras.
Claro que la política como actividad tiene una necesidad de construcción permanente que está más acá de pálpitos a futuro y de opciones fundacionales. Si se analiza a Carrió desde una perspectiva más tradicional debería decirse que su situación de liderazgo atraviesa por varias situaciones de riesgo:
- Su imagen negativa. Luego de la última elección presidencial, la dirigente nacida en la provincia del Chaco promedió en el área metropolitana de Capital y GBA, una imagen positiva de 29%, siendo que su figura permanentemente posee una alta desaprobación. A esto se le deben agregar fuertes oscilaciones, seguramente derivadas de su presencia irregular en la escena mediática
- Una intención de voto inestable. Es difícil opinar sobre la capitalización electoral de su liderazgo, teniendo en cuenta que en septiembre pasado registraba solo un 4,3%, pero en el medio de la crisis del campo llegó a medir un 21%. ¿Cuál será su situación en los dos meses previos a la próxima elección presidencial, si decide presentarse? Es absolutamente imprevisible.
- Su imagen negativa tiene mucho que ver con su estilo de liderazgo. Se le ve como opositora a todos los partidos, problemática, marca solo lo malo y no repara en lo bueno que se hace o no hace nada. Es decir, su estilo frontal y de denuncia –que muchos se lo reconocen como positivo– termina generando un balance deficitario.
- Su modo de construcción política es poco comprensible para el común de los dirigentes. Primero fue el ARI. Luego renunció al partido para ser la líder de un espacio que reuniese a varias expresiones políticas distintas en la CC. Y ahora vuelve sobre la idea de un partido que se llame ARI-CC, lo cual ya ha generado roces internos, empezando por Margarita Stolbizer. Más allá de las buenas razones que pueda tener con su última propuesta, lo cierto es que para construir políticamente se deben sumar personas que tengan no solo vocación de servir, sino también de poder. Sin eso, es muy difícil que un proyecto prospere. Y las idas y venidas (es el tercer formato que propone en 8 años) desgastan más que entusiasman.
Si bien Carrió hace caso omiso de estos riesgos que aquí se describen –ya que el ‘misionero’ solo se centra en su misión– es importante marcar que esta líder tiene un caudal importante de seguidores en los grandes centros urbanos, los cuales adhieren a sus preceptos morales, y que no la abandonarán fácilmente".
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