Muchos me preguntan por qué me manifiesto en favor de la candidatura del Dr. Eduardo Duhalde perteneciendo al bloque de diputados oficialista en la provincia de Buenos Aires.
La respuesta es muy sencilla.
Ante todo, porque soy peronista y creo que el Movimiento Nacional Justicialista posee un arco ideológico que va de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, pero todos nos nutrimos de la misma doctrina que es la peronista.
Su filosofía ideológica rompe con las diferencias, ya que está fundada en el Ser Nacional, la producción, el respeto de los Derechos Humanos, la jerarquización de los trabajadores y buscar con ello, generar riqueza para el país, pero además, lograr una equitativa distribución para todos los ciudadanos.
En segundo lugar, es retrógrado pensar que se debe excluir a un legislador de un bloque porque manifieste su preferencia por uno u otro dirigente. Los argentinos nos negamos a continuar transitando el camino del antagonismo y la división por el simple hecho de expresar ideas. El país sufrió mucho por la intolerancia para con quienes pensaban distinto, y el desafío de los dirigentes de hoy es superar las diferencias y construir aún, desde el disenso; porque esa es la política superadora que permitirá el equilibrio y el aprendizaje.
Creo fervientemente en que es posible -y necesaria- la unidad del PJ, pero no lograda a través de la obediencia debida.
Las discusiones internas deben darse dentro del partido; pero no hay que trasladar cuestiones partidarias al recinto de una Cámara creando diferentes bloques que comparten ideología, y los separa apenas un “ismo”.
Yo creo que la pelea la debemos dar desde adentro del bloque y adentro del PJ, que a su vez, se manifestará oportunamente en las elecciones internas del partido.
Apoyo a Eduardo Duhalde por tener memoria y recordar del infierno del que nos sacó, demostrando su amplitud y responsabilidad en la gestión de la política pública.
A diferencia de muchos, supo escuchar y se nutrió de todos. Oyó a la Iglesia, a las Fuerzas Armadas, las ONG, la UCR y otros partidos, y se sentó junto a la poca estructura productiva que quedaba en pie.
Hay que recordar que Eduardo Duhalde asumió la presidencia el 1 de enero de 2002, en medio de la mayor crisis histórica contemporánea, ante el peligro latente de una guerra civil y una anarquía reinante; una crisis terminal del sistema financiero, productivo y económico que comenzó a subsanarse durante su gestión, y no después de mayo de 2003.
La situación era tan difícil que el mismísimo Fidel Castro el 1 de enero de 2002 refiriéndose a Argentina dijo:….. “sólo un loco puede hacerse cargo de un gobierno en estas circunstancias”.
Y Duhalde pudo hacerlo, porque trajo consigo un plan de gobierno y asumió la dirección del país con absoluta responsabilidad y convencimiento de lo que debía hacerse.
En ese momento se comprometió con tres objetivos centrales:
1.- Reconstruir la autoridad política de la Argentina; 2- Garantizar la paz social y 3- Sentar las bases para el cambio de modelo económico.
Después de las cacerolas que pedían “que se vayan todos”, parecía imposible creer que la vida institucional de la Argentina retomara su curso normal. Sin embargo, de manera absolutamente democrática, y aún con el peso de los recuerdos de etapas de inestabilidad que todavía nos duelen, supo conducir el país en esas circunstancias y entregarlo encaminado a quien determinó el mandato de las urnas.
Los años subsiguientes, con superávit financiero y una balanza comercial favorable a la Argentina fueron posibles porque Duhalde se animó a hacer lo que otros no habían querido: salir de la convertibilidad y modificar el modelo hacia uno más productivo, algo que ya había anunciado como necesario y urgente durante su campaña de 1999.
Para lograr esto, lo único que hizo fue seguir las enseñanzas de Juan Domingo Perón y puso en movimiento la maquinaria agro productiva nacional: trabajar, trabajar, trabajar; producir producir y producir.
Pero además fue posible, porque buscó el consenso entre los actores de la economía productiva y política de la Argentina que permitió poner en marcha el país.
Duhalde demostró que la confrontación entre los argentinos no tiene sentido, lo que hay que hacer es buscar el dialogo y no someter a la ciudadanía a actos de autoritarismo por el solo hecho de ocupar un cargo.
Su modelo fue tan exitoso que el Gobierno que lo sucedió lo continuó, y mantuvo también en la cartera de economía a Roberto Lavagna, quien implementó las herramientas necesarias para el crecimiento sostenido.
Sin embargo, fue también el propio Duhalde el que advirtió tiempo atrás, que el modelo que él había llevado a la práctica en su gestión, necesitaba aggiornarse a los tiempos que corren. Otra vez no fue escuchado, y empezamos a notar la caída de la economía y los cimbronazos de una crisis que amparada en la internacional, intenta disimular las fallas vernáculas.
Superar el vacío institucional que se produjo a fines de 2001, fue posible sólo porque se puso en práctica el diálogo, y se demostró responsabilidad, templanza, tolerancia. Se supo escuchar y rodearse de hombres y mujeres idóneos en sus temas aún cuando éstos pertenecieran a otro partido político, porque por sobre todas las cosas estaba el sufrimiento de millones de argentinos.
Cuando miro hacia atrás y recuerdo todo esto, creo que lo que dice hoy Eduardo Duhalde es posible, una vez más. Y lo es porque ya lo hizo.
Es lamentable que quienes abrazamos la ideología de la equidad y la igualdad social veamos tan diseminados a nuestros dirigentes, sólo porque quien hoy disiente en algo es señalado con el dedo acusatorio que confunde libertad de pensamiento con conspiración.
Más que nunca creo fervientemente que es Duhalde el hombre que puede ponernos una vez más, en la senda correcta, basado en un acuerdo programático general, que deje en claro el compromiso de todos los actores políticos y sociales para llevar adelante las políticas públicas que el país necesita.
La política bien entendida no es actuar en base al individualismo y el ego; es el trabajo de todos -dirigentes y ciudadanos comprometidos con la sociedad-, que puedan solucionar los problemas de hoy; adelantarse a los de mañana y sobre todo, planificar en base a los siguientes 10 ó 20 años.
Esto no lo logra un personaje, sino personas que quieren y persiguen el bien común.
Con propuestas superadoras y conciliadoras como esta, el PJ unido, aún saneando sus diferencias en una elección interna, puede soñar con el triunfo en 2011, pero creo que se terminó el tiempo de la confrontación y la agresión gratuita.
Dejemos de buscar fantasmas en el placard, y miremos el país del mañana antes que sea demasiado tarde.
Estoy convencido que esto, con Duhalde, es posible.
La respuesta es muy sencilla.
Ante todo, porque soy peronista y creo que el Movimiento Nacional Justicialista posee un arco ideológico que va de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, pero todos nos nutrimos de la misma doctrina que es la peronista.
Su filosofía ideológica rompe con las diferencias, ya que está fundada en el Ser Nacional, la producción, el respeto de los Derechos Humanos, la jerarquización de los trabajadores y buscar con ello, generar riqueza para el país, pero además, lograr una equitativa distribución para todos los ciudadanos.
En segundo lugar, es retrógrado pensar que se debe excluir a un legislador de un bloque porque manifieste su preferencia por uno u otro dirigente. Los argentinos nos negamos a continuar transitando el camino del antagonismo y la división por el simple hecho de expresar ideas. El país sufrió mucho por la intolerancia para con quienes pensaban distinto, y el desafío de los dirigentes de hoy es superar las diferencias y construir aún, desde el disenso; porque esa es la política superadora que permitirá el equilibrio y el aprendizaje.
Creo fervientemente en que es posible -y necesaria- la unidad del PJ, pero no lograda a través de la obediencia debida.
Las discusiones internas deben darse dentro del partido; pero no hay que trasladar cuestiones partidarias al recinto de una Cámara creando diferentes bloques que comparten ideología, y los separa apenas un “ismo”.
Yo creo que la pelea la debemos dar desde adentro del bloque y adentro del PJ, que a su vez, se manifestará oportunamente en las elecciones internas del partido.
Apoyo a Eduardo Duhalde por tener memoria y recordar del infierno del que nos sacó, demostrando su amplitud y responsabilidad en la gestión de la política pública.
A diferencia de muchos, supo escuchar y se nutrió de todos. Oyó a la Iglesia, a las Fuerzas Armadas, las ONG, la UCR y otros partidos, y se sentó junto a la poca estructura productiva que quedaba en pie.
Hay que recordar que Eduardo Duhalde asumió la presidencia el 1 de enero de 2002, en medio de la mayor crisis histórica contemporánea, ante el peligro latente de una guerra civil y una anarquía reinante; una crisis terminal del sistema financiero, productivo y económico que comenzó a subsanarse durante su gestión, y no después de mayo de 2003.
La situación era tan difícil que el mismísimo Fidel Castro el 1 de enero de 2002 refiriéndose a Argentina dijo:….. “sólo un loco puede hacerse cargo de un gobierno en estas circunstancias”.
Y Duhalde pudo hacerlo, porque trajo consigo un plan de gobierno y asumió la dirección del país con absoluta responsabilidad y convencimiento de lo que debía hacerse.
En ese momento se comprometió con tres objetivos centrales:
1.- Reconstruir la autoridad política de la Argentina; 2- Garantizar la paz social y 3- Sentar las bases para el cambio de modelo económico.
Después de las cacerolas que pedían “que se vayan todos”, parecía imposible creer que la vida institucional de la Argentina retomara su curso normal. Sin embargo, de manera absolutamente democrática, y aún con el peso de los recuerdos de etapas de inestabilidad que todavía nos duelen, supo conducir el país en esas circunstancias y entregarlo encaminado a quien determinó el mandato de las urnas.
Los años subsiguientes, con superávit financiero y una balanza comercial favorable a la Argentina fueron posibles porque Duhalde se animó a hacer lo que otros no habían querido: salir de la convertibilidad y modificar el modelo hacia uno más productivo, algo que ya había anunciado como necesario y urgente durante su campaña de 1999.
Para lograr esto, lo único que hizo fue seguir las enseñanzas de Juan Domingo Perón y puso en movimiento la maquinaria agro productiva nacional: trabajar, trabajar, trabajar; producir producir y producir.
Pero además fue posible, porque buscó el consenso entre los actores de la economía productiva y política de la Argentina que permitió poner en marcha el país.
Duhalde demostró que la confrontación entre los argentinos no tiene sentido, lo que hay que hacer es buscar el dialogo y no someter a la ciudadanía a actos de autoritarismo por el solo hecho de ocupar un cargo.
Su modelo fue tan exitoso que el Gobierno que lo sucedió lo continuó, y mantuvo también en la cartera de economía a Roberto Lavagna, quien implementó las herramientas necesarias para el crecimiento sostenido.
Sin embargo, fue también el propio Duhalde el que advirtió tiempo atrás, que el modelo que él había llevado a la práctica en su gestión, necesitaba aggiornarse a los tiempos que corren. Otra vez no fue escuchado, y empezamos a notar la caída de la economía y los cimbronazos de una crisis que amparada en la internacional, intenta disimular las fallas vernáculas.
Superar el vacío institucional que se produjo a fines de 2001, fue posible sólo porque se puso en práctica el diálogo, y se demostró responsabilidad, templanza, tolerancia. Se supo escuchar y rodearse de hombres y mujeres idóneos en sus temas aún cuando éstos pertenecieran a otro partido político, porque por sobre todas las cosas estaba el sufrimiento de millones de argentinos.
Cuando miro hacia atrás y recuerdo todo esto, creo que lo que dice hoy Eduardo Duhalde es posible, una vez más. Y lo es porque ya lo hizo.
Es lamentable que quienes abrazamos la ideología de la equidad y la igualdad social veamos tan diseminados a nuestros dirigentes, sólo porque quien hoy disiente en algo es señalado con el dedo acusatorio que confunde libertad de pensamiento con conspiración.
Más que nunca creo fervientemente que es Duhalde el hombre que puede ponernos una vez más, en la senda correcta, basado en un acuerdo programático general, que deje en claro el compromiso de todos los actores políticos y sociales para llevar adelante las políticas públicas que el país necesita.
La política bien entendida no es actuar en base al individualismo y el ego; es el trabajo de todos -dirigentes y ciudadanos comprometidos con la sociedad-, que puedan solucionar los problemas de hoy; adelantarse a los de mañana y sobre todo, planificar en base a los siguientes 10 ó 20 años.
Esto no lo logra un personaje, sino personas que quieren y persiguen el bien común.
Con propuestas superadoras y conciliadoras como esta, el PJ unido, aún saneando sus diferencias en una elección interna, puede soñar con el triunfo en 2011, pero creo que se terminó el tiempo de la confrontación y la agresión gratuita.
Dejemos de buscar fantasmas en el placard, y miremos el país del mañana antes que sea demasiado tarde.
Estoy convencido que esto, con Duhalde, es posible.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario