Ya suman 120 mil personas. Además, se abren 18 mercados por mes y la integración cultural avanza: en cada familia hay por lo menos uno que habla castellano
En los últimos cinco años, la colectividad china se duplicó en la Argentina. De los 60 mil integrantes estimados en el período 2005/ 2006, se pasó a 120 mil estimados en la actualidad, si se suma al flujo migratorio, la primera generación nacida acá y una minoría taiwanesa.
Además, en el país se abren 18 supermercados por mes, poco más de uno cada dos días, y la integración resulta cada vez más rápida porque en la mayoría de las familias ya hay por lo menos un integrante que habla castellano.
A todo eso hay que agregar el número de radicaciones, el trámite para obtener el permiso de residencia definitivo. De acuerdo con los registros de la Oficina de Migraciones del Ministerio del Interior, la colectividad china es la cuarta que más aumenta, detrás de la boliviana, la paraguaya y la peruana, y por encima de la uruguaya y la chilena. Sólo en 2009 se radicaron legalmente 7.103 chinos. Si se toman los últimos cuatro años, el promedio anual de radicaciones es de cinco mil.
“Somos cada vez más –reconoce el embajador chino en Argentina, Liang Jin’an–, entre 75 y 80 mil, pero si a eso le sumamos las generaciones nacidas aquí y los que entraron en el último tiempo, la comunidad aumenta mucho. Falta que la Argentina haga un censo preciso. Por eso se habla siempre de estimaciones”.
El 80 por ciento de los chinos que llegan al país proviene de la provincia costera de Fujian, frente a Taiwán. “Vienen porque antes llegó el jefe de una familia o un pariente y continúan el negocio de la región de donde son oriundos. Como en Fujian el rubro supermercados es muy fuerte, esa costumbre se trasladó a la Argentina”, dice Liang, en una entrevista con el diario Clarín. “Pero también están los que llegaron desde Cantón, que abren más restaurantes y tiendas de regalos. Y las generaciones nacidas en este país, que hacen otras cosas: ya hay muchos estudiantes universitarios”, agrega.
Hay, además, chinos perfectamente integrados al ritmo de vida porteño. Para esta nota, Clarín conversó con un relacionista público de Taiwán, el editor chino de un semanario en mandarín y su pareja, una agente de turismo, que llegó al país en 1998. Todos coincidieron: al principio, la Argentina era un país extraño y ajeno, pero finalmente lo adoptaron como propio.
“Los chinos eligen la Argentina –continúa el cónsul– por el clima y por su hospitalidad. Pero el movimiento migratorio es fluctuante. Ahora entrar se endureció. Sólo consiguen el visado los que son invitados por un familiar”, explica.
Miguel Angel Calvete es titular argentino de CASRECH, la Cámara Argentina de Supermercados propiedad de Residentes Chinos. El organismo nuclea a la mayor parte de orientales que abrieron comercios de este tipo en el país. El rubro protagonizó la semana pasada dos crímenes cometidos en apariencia por mafias vinculadas al negocio. Pero el proceso de integración trasciende cualquier hecho policial .
“Si hablamos de comunidad –dice Calvete– son 120 mil. No están sólo en la calle Arribeños”. Calvete se refiere al barrio Chino de Belgrano, un pulmón con 85 locales asiáticos, que ya ingresó al catálogo de paseos obligados por la ciudad, además convertirse en noticia por ciertos problemas de convivencia con porteños de la zona que realizaron denuncias por malos olores provenientes de los restaurantes. El hecho no deja de ser aislado. En la mayoría de los barrios donde viven chinos la convivencia se da sin conflictos, en un intercambio pacífico y natural.
Calvete sigue: “No hay un área, se establecen en lugares de concentración urbana”.
El 80 por ciento de los chinos vive en Capital Federal y Conurbano Bonaerense . Luego, en menor medida, en Mar del Plata, Rosario, Córdoba y Mendoza. Y hay minorías en lugares impensados como Jujuy, Chaco y hasta El Calafate, en la Patagonia austral, donde una familia china es dueña hasta de un hotel.
En ese marco de expansión continua, se dispara el fenómeno de la integración cultural y los cruces sociales se concretan. Como derribar la barrera idiomática es una de las claves, en la ciudad hay seis institutos donde los chinos aprenden castellano. “Entonces –explica el cónsul Liang– ya hay parejas de chinos y argentinos. Un mestizaje con chinos se dio en México años atrás y fue muy interesante. Los hijos de esas parejas eran muy inteligentes y guapos. Acá terminará pasando algo parecido”.
En los últimos cinco años, la colectividad china se duplicó en la Argentina. De los 60 mil integrantes estimados en el período 2005/ 2006, se pasó a 120 mil estimados en la actualidad, si se suma al flujo migratorio, la primera generación nacida acá y una minoría taiwanesa.
Además, en el país se abren 18 supermercados por mes, poco más de uno cada dos días, y la integración resulta cada vez más rápida porque en la mayoría de las familias ya hay por lo menos un integrante que habla castellano.
A todo eso hay que agregar el número de radicaciones, el trámite para obtener el permiso de residencia definitivo. De acuerdo con los registros de la Oficina de Migraciones del Ministerio del Interior, la colectividad china es la cuarta que más aumenta, detrás de la boliviana, la paraguaya y la peruana, y por encima de la uruguaya y la chilena. Sólo en 2009 se radicaron legalmente 7.103 chinos. Si se toman los últimos cuatro años, el promedio anual de radicaciones es de cinco mil.
“Somos cada vez más –reconoce el embajador chino en Argentina, Liang Jin’an–, entre 75 y 80 mil, pero si a eso le sumamos las generaciones nacidas aquí y los que entraron en el último tiempo, la comunidad aumenta mucho. Falta que la Argentina haga un censo preciso. Por eso se habla siempre de estimaciones”.
El 80 por ciento de los chinos que llegan al país proviene de la provincia costera de Fujian, frente a Taiwán. “Vienen porque antes llegó el jefe de una familia o un pariente y continúan el negocio de la región de donde son oriundos. Como en Fujian el rubro supermercados es muy fuerte, esa costumbre se trasladó a la Argentina”, dice Liang, en una entrevista con el diario Clarín. “Pero también están los que llegaron desde Cantón, que abren más restaurantes y tiendas de regalos. Y las generaciones nacidas en este país, que hacen otras cosas: ya hay muchos estudiantes universitarios”, agrega.
Hay, además, chinos perfectamente integrados al ritmo de vida porteño. Para esta nota, Clarín conversó con un relacionista público de Taiwán, el editor chino de un semanario en mandarín y su pareja, una agente de turismo, que llegó al país en 1998. Todos coincidieron: al principio, la Argentina era un país extraño y ajeno, pero finalmente lo adoptaron como propio.
“Los chinos eligen la Argentina –continúa el cónsul– por el clima y por su hospitalidad. Pero el movimiento migratorio es fluctuante. Ahora entrar se endureció. Sólo consiguen el visado los que son invitados por un familiar”, explica.
Miguel Angel Calvete es titular argentino de CASRECH, la Cámara Argentina de Supermercados propiedad de Residentes Chinos. El organismo nuclea a la mayor parte de orientales que abrieron comercios de este tipo en el país. El rubro protagonizó la semana pasada dos crímenes cometidos en apariencia por mafias vinculadas al negocio. Pero el proceso de integración trasciende cualquier hecho policial .
“Si hablamos de comunidad –dice Calvete– son 120 mil. No están sólo en la calle Arribeños”. Calvete se refiere al barrio Chino de Belgrano, un pulmón con 85 locales asiáticos, que ya ingresó al catálogo de paseos obligados por la ciudad, además convertirse en noticia por ciertos problemas de convivencia con porteños de la zona que realizaron denuncias por malos olores provenientes de los restaurantes. El hecho no deja de ser aislado. En la mayoría de los barrios donde viven chinos la convivencia se da sin conflictos, en un intercambio pacífico y natural.
Calvete sigue: “No hay un área, se establecen en lugares de concentración urbana”.
El 80 por ciento de los chinos vive en Capital Federal y Conurbano Bonaerense . Luego, en menor medida, en Mar del Plata, Rosario, Córdoba y Mendoza. Y hay minorías en lugares impensados como Jujuy, Chaco y hasta El Calafate, en la Patagonia austral, donde una familia china es dueña hasta de un hotel.
En ese marco de expansión continua, se dispara el fenómeno de la integración cultural y los cruces sociales se concretan. Como derribar la barrera idiomática es una de las claves, en la ciudad hay seis institutos donde los chinos aprenden castellano. “Entonces –explica el cónsul Liang– ya hay parejas de chinos y argentinos. Un mestizaje con chinos se dio en México años atrás y fue muy interesante. Los hijos de esas parejas eran muy inteligentes y guapos. Acá terminará pasando algo parecido”.
(Fuente: Asteriscos Tv).
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