jueves, marzo 25, 2010

El fallido golpe a Bruera: un caso para analizar el presente de Kirchner. Por Ignacio Fidanza.


(La Política OnLine). El ex presidente intentó destituir al intendente de La Plata mediante un operativo de tres fases. Las razones del fracaso que revelan la realidad política de Kirchner en el peronismo. La prueba del uso de los planes sociales como herramienta de cooptación y el rol de Oscar Parrilli. La frustrada misión “diplomática” a Olivos.
Este verano, mientras la mayoría de los argentinos disfrutaban de sus vacaciones, Néstor Kirchner diseñaba desde la Quinta de Olivos un golpe de Estado contra el intendente de La Plata, Pablo Bruera. La operación no pudo coronarse con éxito y vale la pena repasar el caso para visualizar con claridad los límites que la nueva realidad política le está marcando al sistema de ejercicio de poder del ex presidente.

Luego de la derrota de junio, Kirchner decidió que Bruera tenía que ser el ejemplo disciplinador que frenara cualquier tentación de rebeldía en el peronismo. La operación comenzó a madurar y se suponía debía coronarse entre fin de año y las vacaciones, con la destitución del intendente.

“Kirchner quería la cabeza de Bruera para exhibirla ante el resto de los intendentes del Conurbano”, afirmó a La Política Online un destacado dirigente platense que vivió en la intimidad la crisis política que sacudió al intendente platense.

El mecanismo de desestabilización era sencillo pero no por eso menos eficaz. Constaba de tres patas. La primera fue la asfixia económica. Luego de las elecciones, en las que Bruera deliberadamente alentó el voto por su partido vecinal (Frente Renovador) contra la boleta del PJ que llevaba al ex presidente, el municipio dejó de recibir fondos de la Nación.

“Nos cortaron todo, la obra pública, los planes sociales, hasta los subsidios a las cooperativas, nada ni un solo peso llegó a La Plata en el segundo semestre del 2009”, reveló a La Política Online un funcionario de la intendencia. El impacto en la gestión fue obvio, se postergó todo anuncio de obras y hasta los mínimos servicios como el mantenimiento de las plazas se vieron resentidos.

Pero la apuesta de Kirchner era más fuerte. “Querían que no pudiéramos pagar los aguinaldos de fin de año y así generar un conflicto total con los empleados”, agregó la fuente consultada.

Frente a esta situación, Bruera hizo algo que debería ser lo normal en un funcionario. Comenzó a revisar expediente por expediente, circuito por circuito, para eliminar hasta el último gasto innecesario. “Se pasaba cinco horas por día sentado en el despacho revisando todo, carpeta tras carpeta”, recuerdan en La Plata. Lo cierto es que el método rindió sus frutos y pudo pagar los aguinaldos.

El acoso político

Mientras progresaba el ahogo financiero, Kirchner lanzó la segunda fase del plan: la ofensiva política. Comenzó a alentar los movimientos de destacados adversarios del intendente platense como el ministro Julio Alak o el número dos de Desarrollo Social, Carlos Castagnetto, entre otros.

Pero no se detuvo allí, inició un trabajo fino para cooptar concejales y forzó rupturas en distintos sectores que habían formado parte de la alianza que en su momento llevó a Bruera a la intendencia. Desde seguidores de Hugo Moyano hasta el piquetero Emilio Pérsico, recibieron las órdenes de guerra de Olivos. Hasta se intentó expulsar a Gabriel Bruera –hermano del intendente- del bloque de diputados provinciales del oficialismo.

La coronación de este operativo fue un acto en el club platense Atenas, en el que Kirchner reunió a Daniel Scioli y casi la totalidad de los gabinetes nacional y bonaerense. “Fue una muestra desmesura política, la plana mayor de la política nacional y de la provincia, para enfrentar a un simple intendente de La Plata”, reconoció a La Política Online uno de los asistentes al encuentro.

La movida sin embargo no fue del todo feliz. La convocatoria no superó los 4.000 asistentes y la sociedad platense fue ajena al evento. Bruera respondió lanzando su candidatura a gobernador en Ferro, con un acto en el que desplegó un discurso claramente postkirchnerista y como provocación final invitó al ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Fue una movida defensiva, el intendente de La Plata aspira a reelegir en el cargo y sabe que el 2011 no es su momento para disputar el sillón de Dardo Rocha.

La desestabilización final

Este proceso debía culminar en la destitución de Bruera¿ Pero cómo se conseguiría ese objetivo? Muy sencillo, arrebatándole la mayoría en el Concejo Deliberante y desde ahí votando su alejamiento del cargo.

Se realizó un movimiento de pinzas. Por un lado, el líder de la CGT, Hugo Moyano, forzó una ruptura a través del titular del sindicato de camioneros de La Plata, Miguel Forte, a la sazón concejal platense. Forte logró formar un subloque con dos concejales propios más uno que aportó el titular del Suterh, Víctor Santa María.

Así sobre un total de 24 concejales Bruera quedó en 11, pero con aliados de la UCR y de Felipe Solá, lograba llegar a los preciados 13 para evitar una votación en su contra. Entonces, el golpe final estuvo a cargo del secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli.

Como se sabe, Parrilli concentra buena parte de los vínculos del kirchnerismo con los movimientos piqueteros. En lo que importa es este caso se trabajó sobre el Movimiento Evita de Emilio Pérsico, un aliado importante de Bruera al punto que designó a su jefe de Gabinete, Santiago Martorelli, entre otros cargos en la intendencia.

El Movimiento Evita tiene dos concejalas en La Plata, Lorena Riego y Silvana Soria. En las horas álgidas de la conspiración, Parrilli llamó a una de ellas y según reconocen fuentes del propio oficialismo mantuvo un diálogo que grafica a la perfección la manera de ejercer el poder del kirchnerismo.

“Necesitamos que rompan con Bruera, les vamos a dar un millón de pesos en planes de cooperativas”, se ofreció desde la Casa Rosada. La promesa confirma que el polémico programa Argentina Trabaja se utiliza de manera descarada con fines políticos muy ajenos a la declarada intención de generar empleo. Pero el pedido no se detuvo allí: “Van a tener que votar la destitución”.

“¿Pero destituirlo porqué? ¿En base a qué elementos?”, fue la obvia pregunta. “Por eso no se preocupen, nosotros armamos el expediente”, fue la inquietante respuesta.

La sugerencia fue rechazada con extrema cautela, en medio de largas invocaciones al compromiso con “el proyecto nacional y popular” y el respaldo incondicional “a la compañera Cristina”.

Lo interesante es que tanto estas concejalas como su jefe político directo Santiago Martorelli, visualizaron que sumarse a la blitzkrieg kirchnerista entrañaba para sus carreras políticas un riego aún mayor que desobedecer a la Casa Rosada. Y ese es el problema de los Kirchner. En la dirigencia peronista está creciendo una convicción: el espanto que promete un futuro junto a los Kirchner, supera incluso el horror de las represalias del presente.

La frustrada mediación

Un día después de la derrota del kirchnerismo en el Senado, los intendentes del Conurbano se reunieron en la sede de la Federación de Municipios (FAM) de la calle Cerrito, para analizar el nuevo escenario político y evaluar medidas de respaldo al gobierno nacional. Curiosamente se invitó a Buera.

En el medio de la discusión uno de los presentes miró a su colega de La Plata y afirmó: “Muchachos tendríamos que decirle a Néstor que la corte con Pablo, no podemos perder un intendente más”, la reflexión fue rápidamente apoyada y se decidió conformar una “delegación” para que se trasladara a Olivos a pedir el indulto.

El propio Julio Pereyra de Florencio Varela (acaso después de Mario Ishi uno de los barones del Conurbano más kirchneristas), se ofreció para la misión. Darío Giustozzi de Almirante Brown y Juan José Mussi de Berazategui completaron la troika.

Sin embargo, la mediación nunca se concretó. Acaso hayan recibido el mismo rumor que llegó a esta redacción. En una reciente charla con Florencio Randazzo, Kirchner le habría dicho: “paremos un poco con las peleas, tenemos que sumar de nuevo”. “¿Eso incluye a Bruera y Massa?”, fue la rápida respuesta del ministro del Interior que conoce el paño. “Sí, incluye a Bruera y Massa”, respondió entre dientes el ex presidente.

De manera que tanto la posibilidad de que Kirchner haya entendido que hay ciertos lujos que ya no está en condiciones de darse, como la amplitud y tolerancia de intendentes que hasta hace no muchos meses enarbolaban un kirchnerismo explícito, habla a gritos sobre el nuevo ciclo que se insinúa en el peronismo. Un deslizamiento profundo que ya está sacudiendo las alfombras de Olivos.

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