El economista participó el 24 de septiembre de un desayuno de trabajo, organizado por Fundación Metropolitana, donde se abordó la “Dimensión económica del espacio metropolitano: una visión económica sobre la metrópolis actual, desde el aquí y ahora de la Argentina y su integración continental". Estos desayunos forman del VII Foro Metropolitano, que tendrá lugar el próximo 23 y 24 de noviembre en el Palacio San Miguel, Ciudad de Buenos Aires.
La región metropolitana Buenos Aires era una de las más pobres hasta el siglo XVIII y XIX, era una región marginal en el país y mucho más en el espacio colonial americano. Pero esto cambia de una manera espectacular. En pocas décadas, la región metropolitana se convierte en el centro de un proceso de desarrollo: se va concentrando y se va conformando una urbe, no sólo de un peso abrumador en el espacio nacional sino también por su desarrollo cultural y económico, en uno de los centros más importantes del continente.
Después de la crisis de 1930, cuando comienza el proceso de sustitución de importaciones, las industrias se van a instalar allí donde estaba el mercado, la mano de obra y donde estaba el puerto a donde llegaban los insumos para las industrias. Es un proceso acumulativo que se fue dando. El papel de la región se conformó a lo largo de un proceso histórico, por eso digo que no hay posibilidad de construir un futuro para la región aislado de un proyecto de país y del MERCOSUR. Este es un primer punto que está muy claro.
Si uno se imagina un país que puede dar el único proyecto económico capaz de dar lugar al despliegue de los recursos, que puede generar desarrollo, que puede incorporar a la ciencia y a la tecnología, es un país integrado territorialmente. Lo deseable sería que el peso relativo de la región metropolitana fuera declinando, no porque la región se achique, sino porque crezcan las demás como la patagonia, el centro, el noroeste, cuyo, la región mesopotámica. En ese escenario de un país más integrado, la región metropolitana enriquecería sus posibilidades, pero no con la pretensión de ser el cerebro de la Argentina, como se hizo en otras épocas. El país debe pensarse desde la integración nacional. No debemos pensar la Argentina desde el puerto.
Otro punto que me parece importante es el siguiente. La formación de una región metropolitana que resuelve sus problemas sociales, de infraestructuras, de uso de suelo, ambientales, un conjunto de temas que hacen al bienestar, va a depender de la calidad de las políticas públicas. La historia demuestra que los procesos liderados exclusivamente por las fuerzas del mercado tienden a concentrar y a reproducir los problemas. Para eso es importante tener capacidad de hacer políticas públicas.
En este terreno, las políticas públicas en Argentina estuvieron sesgadas por una impotencia absoluta del Estado para hacer política pública. A medida en que el país se fue endeudando, en el período de la historia argentina que arranca con el golpe de Estado de 1976 y finaliza en la crisis de 2001/2002 se pudo ver una liquidación de la capacidad del Estado de diseñar políticas. Como se decía explícitamente en aquellos tiempos, la política económica consistía en brindar señales amistosas al mercado. Era un país que había subordinado su capacidad de acción, con un Estado insolvente.
Lo que ha venido ocurriendo desde la salida de la crisis de 2001/2002 es la recuperación de capacidad de acción. Desde el caos de aquellos años, en donde apareció entre otras cosas el trueque como una posibilidad de intercambio, diría precapitalista. Había 17 monedas dando vueltas, el país en default. Era una situación extrema de desorden.
Por diferentes condiciones, el país se recuperó con recursos propios, logró ordenar las finanzas públicas, hubo un buen contexto internacional, se ordenó el tema de la deuda. De hecho, el país se está autofinanciando; a tal punto hay una recuperación de las finanzas que el país se permitió una fuga de capitales de 40 mil millones de dólares entre 2007 y 2009.
Lo que está claro es que Argentina ha recuperado gobernabilidad y por lo tanto ha recuperado soberanía. Y esta es la condición necesaria para hacer políticas públicas. Por eso, la reflexión sobre el futuro de la región tiene como elemento esta autonomía para establecer políticas públicas. En ese contexto se puede discutir el ordenamiento territorial, qué estructura productiva queremos, pensar la relación campo – industria, debemos pensar en un campo fuerte pero complementando una economía de alta industrialización. Todavía subsisten algunos que quieren ser el granero del mundo. Si no tenemos un desarrollo industrial complejo, que vaya más allá de la cadena agro-industrial, nos sobra buena parte de la población. Este es uno de los dilemas: a dónde va el país.
Si al país lo sigue llevando la inercia, la región metropolitana seguirá teniendo su peso actual. Creo que hay que posibilitar un equilibro entre las regiones. Como pasa en los grandes espacios nacionales, como puede ser Estados Unidos, para que haya mucha integración entre las regiones es necesario que cada región tenga integración a su interior. Si las regiones pretenden vender sus productos primarios o trasladar sus excesos de ahorro interno a la región metropolitana se reproducen las inequidades regionales.
Todo lo dicho vale si se cumple el otro requisito sobre el que hemos hablado. Si no, lo que dijimos es literatura. La condición necesaria es que el país siga ganando soberanía, tiene que consolidar lo que ha logrado, movilizar su ahorro, establecer una relación simétrica, no subordinada, con el mercado financiero internacional. El desarrollo siempre es un proceso de construcción nacional. Ninguna nación se desarrolló desde afuera. El desarrollo no se importa, no se puede ir a buscar afuera. Las sociedades tienen o no tienen capacidad para hacer lo necesario para desarrollarse. Es una paradoja del mundo moderno: vivimos en la globalización pero el desarrollo es una cuestión nacional.
Fuente: Informe Digital metropolitano).
La región metropolitana Buenos Aires era una de las más pobres hasta el siglo XVIII y XIX, era una región marginal en el país y mucho más en el espacio colonial americano. Pero esto cambia de una manera espectacular. En pocas décadas, la región metropolitana se convierte en el centro de un proceso de desarrollo: se va concentrando y se va conformando una urbe, no sólo de un peso abrumador en el espacio nacional sino también por su desarrollo cultural y económico, en uno de los centros más importantes del continente.
Después de la crisis de 1930, cuando comienza el proceso de sustitución de importaciones, las industrias se van a instalar allí donde estaba el mercado, la mano de obra y donde estaba el puerto a donde llegaban los insumos para las industrias. Es un proceso acumulativo que se fue dando. El papel de la región se conformó a lo largo de un proceso histórico, por eso digo que no hay posibilidad de construir un futuro para la región aislado de un proyecto de país y del MERCOSUR. Este es un primer punto que está muy claro.
Si uno se imagina un país que puede dar el único proyecto económico capaz de dar lugar al despliegue de los recursos, que puede generar desarrollo, que puede incorporar a la ciencia y a la tecnología, es un país integrado territorialmente. Lo deseable sería que el peso relativo de la región metropolitana fuera declinando, no porque la región se achique, sino porque crezcan las demás como la patagonia, el centro, el noroeste, cuyo, la región mesopotámica. En ese escenario de un país más integrado, la región metropolitana enriquecería sus posibilidades, pero no con la pretensión de ser el cerebro de la Argentina, como se hizo en otras épocas. El país debe pensarse desde la integración nacional. No debemos pensar la Argentina desde el puerto.
Otro punto que me parece importante es el siguiente. La formación de una región metropolitana que resuelve sus problemas sociales, de infraestructuras, de uso de suelo, ambientales, un conjunto de temas que hacen al bienestar, va a depender de la calidad de las políticas públicas. La historia demuestra que los procesos liderados exclusivamente por las fuerzas del mercado tienden a concentrar y a reproducir los problemas. Para eso es importante tener capacidad de hacer políticas públicas.
En este terreno, las políticas públicas en Argentina estuvieron sesgadas por una impotencia absoluta del Estado para hacer política pública. A medida en que el país se fue endeudando, en el período de la historia argentina que arranca con el golpe de Estado de 1976 y finaliza en la crisis de 2001/2002 se pudo ver una liquidación de la capacidad del Estado de diseñar políticas. Como se decía explícitamente en aquellos tiempos, la política económica consistía en brindar señales amistosas al mercado. Era un país que había subordinado su capacidad de acción, con un Estado insolvente.
Lo que ha venido ocurriendo desde la salida de la crisis de 2001/2002 es la recuperación de capacidad de acción. Desde el caos de aquellos años, en donde apareció entre otras cosas el trueque como una posibilidad de intercambio, diría precapitalista. Había 17 monedas dando vueltas, el país en default. Era una situación extrema de desorden.
Por diferentes condiciones, el país se recuperó con recursos propios, logró ordenar las finanzas públicas, hubo un buen contexto internacional, se ordenó el tema de la deuda. De hecho, el país se está autofinanciando; a tal punto hay una recuperación de las finanzas que el país se permitió una fuga de capitales de 40 mil millones de dólares entre 2007 y 2009.
Lo que está claro es que Argentina ha recuperado gobernabilidad y por lo tanto ha recuperado soberanía. Y esta es la condición necesaria para hacer políticas públicas. Por eso, la reflexión sobre el futuro de la región tiene como elemento esta autonomía para establecer políticas públicas. En ese contexto se puede discutir el ordenamiento territorial, qué estructura productiva queremos, pensar la relación campo – industria, debemos pensar en un campo fuerte pero complementando una economía de alta industrialización. Todavía subsisten algunos que quieren ser el granero del mundo. Si no tenemos un desarrollo industrial complejo, que vaya más allá de la cadena agro-industrial, nos sobra buena parte de la población. Este es uno de los dilemas: a dónde va el país.
Si al país lo sigue llevando la inercia, la región metropolitana seguirá teniendo su peso actual. Creo que hay que posibilitar un equilibro entre las regiones. Como pasa en los grandes espacios nacionales, como puede ser Estados Unidos, para que haya mucha integración entre las regiones es necesario que cada región tenga integración a su interior. Si las regiones pretenden vender sus productos primarios o trasladar sus excesos de ahorro interno a la región metropolitana se reproducen las inequidades regionales.
Todo lo dicho vale si se cumple el otro requisito sobre el que hemos hablado. Si no, lo que dijimos es literatura. La condición necesaria es que el país siga ganando soberanía, tiene que consolidar lo que ha logrado, movilizar su ahorro, establecer una relación simétrica, no subordinada, con el mercado financiero internacional. El desarrollo siempre es un proceso de construcción nacional. Ninguna nación se desarrolló desde afuera. El desarrollo no se importa, no se puede ir a buscar afuera. Las sociedades tienen o no tienen capacidad para hacer lo necesario para desarrollarse. Es una paradoja del mundo moderno: vivimos en la globalización pero el desarrollo es una cuestión nacional.
Fuente: Informe Digital metropolitano).
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