martes, julio 11, 2006
La vinculación del Director del Diario El Día con el torturador Ramón Camps.
LA PLATA, Julio 11, (PUNTO CERO-Diariohoy.net) El Cónsul Argentino en Nueva York, Héctor Timerman, dialogó en exclusiva con Hoy y ratificó sus graves denuncias contra el Director del Diario El Día, por los vínculos que mantuvo con el ex Jefe de la Policía Bonaerense. Le reclamó que asuma “su responsabilidad como apologista del Proceso" y lo acusó de "haber “puesto trabas” cuando se denunciaba la situación de los presos políticos. También lo acusó por “no haber hecho nada por los periodistas desaparecidos". Lo culpó de "actuar así por el negocio de Papel Prensa”.Periodista: ¿Qué expectativas tiene respecto al juicio contra Etchecolatz? Héctor Tiemrman: Mis hermanos y yo estábamos muy apesadumbrados con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y también con los indultos, porque veíamos que no podíamos obtener justicia con lo que nos había pasado como familia. Esto se agrava debido a que, cuando eran válidas esas leyes, mi padre fallece y casi al mismo tiempo muere Suárez Mason. Mi padre muere sin obtener justicia, y Suárez Mason muere sin ser castigado. Lo llamativo es que uno de mis hermanos, que vive en Estados Unidos, hizo una donación a una institución de Derechos Humanos para que se puedan llevar adelante estos juicios, y fue justo en el momento en que se derogaron las leyes de Obediencia Debida, Punto Final y los indultos. Esto es lo que hay que hacer: hay que llevar adelante los juicios, ya que no puede ser que la gente que es culpable siga caminando por la calle, como si nada hubiese pasado. Es prácticamente el único país del mundo donde esta gente puede caminar en libertad. Sin ir más lejos, Astiz está condenado en Francia y es buscado por la Interpol. Ahora tengo mucha expectativa y estoy contento con el hecho de que Etchecolatz pueda ser juzgado y castigado, y que no haya indulto. El ya fue condenado a 23 años de prisión, pero no pagó los crímenes que cometió. Lo lamentable es que hayan pasado tantos años para esto. Fallecieron muchos de los máximos responsables, como Camps, que es un caso paradigmático. Fue uno de los más grandes criminales de la última dictadura y representó todo lo dañino del proceso, pero murió prácticamente en libertad. P: ¿Etchecolatz tuvo relación con lo sucedido con su padre? H.T.: Yo, personalmente, tuve dos o tres intervenciones con él. Cuando mi padre estaba desaparecido, él me mandó a llamar, en momentos en que hacíamos protestas afuera del país, y me permitió que lo viera para constatar que estaba vivo. Mi padre estaba Desaparecido, el Gobierno insistía con que no lo tenía, pero Etchecolatz hacía que yo lo pudiera ver una vez por semana. Todos los viernes me mandaban a alguna comisaría del Gran Buenos Aires, y yo constataba que mi padre estaba vivo. No podíamos hablar, salvo una o dos palabras. Una vez, esperando en una de las oficinas de Etchecolatz, yo escuché cuando hablaba con otro policía acerca de que iban a matar a una persona esa noche. Decían que había que eliminarla y exterminarla. Además, Etchecolatz me dijo que me podía hacer desaparecer si él quería. Tuvimos dos altercados bastantes fuertes: uno estando yo con él y otra estando presente el rabino Marshall Meyer. Le dijo al rabino que su vida estaba en manos de él. Lo que siempre intenté hacer fue dar testimonio. Ibamos a la Embajada de Estados Unidos, y decíamos todo lo que hacíamos. P: Kraiselburd tiene que esclarecer su relación con Camps. ¿Los medios tenían conocimiento, en aquel entonces, de lo que estaba ocurriendo? H.T.: Todo el mundo conocía las andanzas de Camps y de Etchecolatz en ese entonces, y sabía que había una relación entre Kraiselburd y Camps. P: ¿Ha tenido alguna respuesta a su carta? H.T.: Kraiselburd me escribió una carta y yo se la contesté. El no asume su responsabilidad como apologista de la Dictadura en aquellos años. Así como tiene que esclarecer y asumir su relación con Camps, también tiene que asumir su actitud de apologista de la Dictadura Militar, y no sólo ante la SIP. En aquellos años era muy difícil para los que luchábamos por los desaparecidos trabajar en coordinación con la SIP, porque los Editores Argentinos no lo permitían. Lo mismo ocurría con ADEPA, que no hacía nada por los periodistas presos. En definitiva, se nos hacía muy difícil a nosotros, que teníamos contacto con el extranjero, poder establecer una relación con la SIP debido a que tipos como Kraiselburd y Bartolomé Mitre, como otros más de la Argentina, no nos facilitaban el trabajo. Kraiselburd no sólo tuvo una actitud injusta y descalificatoria con la figura de mi padre en la SIP, sino que cuando mi padre recibió un premio en los Estados Unidos, él, al igual que la directora de La Nueva Provincia, la directora de Clarín, el director de La Nación y el director de La Prensa, renunciaron al premio. Yo no creo que Kraiselburd pudiera decir que mi padre no merecía un premio periodístico porque, más allá de las diferencias ideológicas que había entre ellos dos, no puede dejar de reconocerle que tenía los méritos suficientes para recibir un premio de esas características cuando figura entre los mejores periodistas que hubo en la Argentina. Como yo lo remarco en mi carta, Kraiselburd tendría que haber aceptado por lo menos que la International Press Institute incluyó a mi padre entre los 50 líderes principales de la libertad de prensa del siglo XX en todo el mundo. Es el único Argentino que figura en esa lista. Y Kraiselburd, que era miembro de la International Press Institute y de la SIP, lo único que hizo fue ser apologista de la Dictadura Militar. Eso es lo que tiene que contestar, más allá de su relación con Camps y Etchecolatz P: ¿Alguna vez Kraiselburd intentó darle alguna explicación de lo ocurrido? H.T.: En realidad, a mí no me tiene que explicar nada. No me interesa discutir ni defender la figura de mi padre, pero si saber el por qué Kraiselburd, que se dice una víctima del terrorismo, no ayudó a todos los colegas que también fueron víctimas del terrorismo, como Luis Guagnini (periodista de La Opinión), Rodolfo Walsh (autor de Operación Masacre) y Pedro Leopoldo Barraza (redactor de Clarín y La Opinión, asesinado por la Triple A en 1974). A este último ambos lo conocíamos y sabemos quién fue. Cómo puede ser que Kraiselburd no haya hecho nada por todos los que estaban en su misma situación. Todos ellos fueron víctimas del terrorismo de Estado, pero él no hizo absolutamente nada, nunca publicó un nombre, nunca ayudó a nadie. Él me dice a mí que yo tengo que preguntarle a la SIP en los Estados Unidos por su accionar durante la dictadura, pero yo no tengo que preguntarles nada: primero porque los conozco, y segundo porque dejaron por escrito sus testimonios. En los escritos que ellos redactaron sobre su visita a la Argentina, no le agradecen en nada al Director del Diario El Día y lo involucran dentro de lo que eran todos los Editores de Diarios. No lo separan a Kraiselburd de todos los demás, y son categóricos: afirmaron que todos los Editores de Diarios, en aquel entonces, ponían por encima de la Libertad de Prensa a “la seguridad nacional”. Era la seguridad de la muerte, la seguridad de secuestrar y matar. Me interesa que, de una vez por todas, los Editores de los Diarios no se rasguen más las vestiduras diciendo todo lo que hicieron por la democracia y la libertad: No hacen nada, no hicieron nada, y cuando tuvieron que hablar se callaron la boca. Encima fueron al exterior a defender la Dictadura Militar. P: ¿Tampoco hubo un pedido de disculpas por parte del director de El Día? H.T.: Nunca. Yo no quiero que a mí me pida disculpas, nunca se me ocurriría recibir disculpas de él. Pero sí me parece que tendrían que recibir disculpas los hijos de los periodistas asesinados. Y yo lo escribí en mi carta, cuando les dije “Mientras ustedes hablaban de lo que era la historia argentina y de los años en que no hubo democracia, en ese momento estaban secuestrando gente”. Mi padre en la SIP dice que Rafael Perrota (fue director de El Cronista Comercial) estaba vivo, pero ninguno de ellos hizo nada por él cuando se trataba del Director de un Diario, un colega de ellos. Ninguno preguntó nada por Perrota, y eso que mi padre les aseguró que había estado con él y que lo había visto con vida. En definitiva, ellos son responsables de esa situación. Y lo mismo ocurrió con Julián Delgado (fundador de la revista Mercado y director del diario El Cronista Comercial, desaparecido en 1978). Tanto Delgado como Perrota están desaparecidos. P: ¿La Justicia tiene que avanzar con los civiles que fueron cómplices de la Dictadura? H.T.: Mi postura siempre es la misma: Si una víctima se presenta ante la Justicia, la Justicia tiene que escuchar. Tiene que haber un derecho de toda víctima a recibir Justicia. No se puede cerrar la Justicia a las víctimas. P: ¿Qué pruebas tiene acerca del vínculo entre Kraiselburd y Camps? H.T.: Kraiselburd dice que no escribió un libro con Camps. Pero lo que yo digo es que el diario La Nación anunció que iba a salir un libro escrito por Camps y él. Yo tengo dos fuentes: el anuncio que salió publicado en La Nación, y después el propio Camps que, en una conferencia de prensa en el Hotel Alvear, anunció que iba a escribir un libro con Kraiselburd. Por lo menos estuvo la intención de escribir ese libro... Camps no dijo que iba a escribir el libro con Ernesto Sábato, dijo que lo iba a hacer con Raúl Kraiselburd. Ahora, si Kraiselburd dice que no escribió un libro con él, es un problema que tiene Kraiselburd con Camps. Si es mentira, que mande una carta a La Nación y que lo desmienta en La Nación. P: Estela de Carlotto también hizo declaraciones en estos días. Dijo que El Día no le dejaba publicar los avisos ni los hábeas corpus. ¿Alguna vez hablaron sobre el tema? H.T.: No, pero no me extraña que Kraiselburd no le haya dejado publicar los avisos. Yo le pregunté, en una carta que le escribí: “¿Usted alguna vez publicó la lista de periodistas presos y desaparecidos?”. Nunca me contestó. En esa carta, otra cosa que le reclamé es que cómo puede ser que se haya entregado un premio a los periodistas muertos y desaparecidos, y que ADEPA se haya negado a recibir ese mismo premio. Eso no fue todo: también querían cambiarle el nombre al premio, y ponerle Alberto Gainza. Kraiselburd fue a ese acto para defender a la Dictadura Militar, como apologista del Proceso, para decir que a sus padres los habían matado los Montoneros. Fue a entorpecer el acto donde se iba a homenajear a periodistas que estaban desaparecidos, y que aún podían ser salvados. Lo que hizo no fue defender la libertad de expresión, sino entorpecer la campaña que estábamos haciendo para conseguir la libertad de los presos políticos, especialmente de los periodistas. Yo llevé la lista de periodistas desaparecidos, pero Kraiselburd fue a ese acto a decir que su padre había sido víctima del terrorismo, pero no llamó nunca a los hijos de los colegas desaparecidos, no hizo nada. P: ¿En definitiva los editores iban desandando el camino que ustedes iban construyendo al denunciar las atrocidades de la dictadura? H.T.: Kraiselburd y el resto de los editores iban por todo el mundo diciendo que en la Argentina se vivía bien, y que ellos no tenían problemas de ningún tipo con la Dictadura. Cada vez que íbamos a un Foro Internacional aparecían miembros de la Corporación de los Propietarios de medios de difusión diciendo que lo que nosotros exponíamos era falso, y era un producto del resentimiento y de una supuesta derrota militar. P: ¿Había negocios por detrás como el de Papel Prensa? ¿Ud piensa que era una defensa ideológica o había negocios por detrás en la Dictadura de Martínez de Hoz? H.T.: Sí, está el negocio de Papel Prensa, y también hay algo de ideología. Kraiselburd no es socio ni dueño de Papel Prensa, pero tuvo la misma actitud que tenía, por ejemplo, la Directora de La Nueva Provincia. Cuando ella, Kraiselburd y Bartolomé Mitre renuncian al premio que mi padre había ganado, Massot manda un telegrama donde dice que mi padre era un apologista del terrorismo marxista. Ante esta situación, a nosotros se nos hacía muy difícil denunciar las atrocidades ya que nos decían que nuestros propios colegas en la Argentina nos tildaban de terroristas de izquierda y no querían decir que éramos Peronistas. Eran tan graves las violaciones a los Derechos Humanos, era tan fuerte el clamor internacional por denunciar lo que estaba pasando en la Argentina, que a ellos también se les hacía difícil el trabajo. Pero todos ellos fueron apologistas de la Dictadura Militar. No lo pueden negar, y lo bueno es que todas estas cosas están escritas. Están todas documentadas las visitas que hacían al extranjero. “Me gustaría saber si devolvieron la plata” P: ¿Qué pensaba su padre acerca de aquellos colegas que en los momentos más difíciles le dieron vuelta la cara? H.T.: Los despreciaba. Los despreció antes, y los despreció después. P: ¿Nunca nadie de ellos le dio alguna explicación? H.T.: Nunca. Lo interesante sería ver si, cuando renunciaron al premio, mandaron de vuelta los mil dólares que cobró cada uno de ellos por el premio. Cada uno de ellos mandó un telegrama de renuncia, pero me gustaría saber cuántos devolvieron la plata. (PUNTO CERO-Diariohoy.net).
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