(El Vigía). Ejemplo Nº1
Garaje ubicado en Ameghino y French, de Avellaneda. Un enorme galpón sucio y oscuro. La tarifa cobrada hasta Febrero era de 200 pesos mensuales. Sólo para proteger al auto del granizo o para que no “duerma” en la calle.
Empleado: Tengo que comunicarte que desde este mes aumenta la tarifa eh…
Cliente: ¿A cuánto se va?
Empleado: A 250 mensuales…un 25 por ciento.
Cliente: Aha…es que le deben haber aumentado los costos de mantenimiento al dueño no? ¿Dónde están los aires acondicionados y el Jacuzzi para el sereno?
Empleado: Me dijo el dueño que en todos lados aumentaron un 30 por ciento…
Cliente: Ah…¿además le tengo que agradecer?
Ejemplo Nº2
El vecino del conurbano toma el volante que le entregaron en mano por la calle. Y lee: “Promoción Pizzería- 2 grandes de muzzarella y una chica Americana: $30- Entrega a domicilio sin cargo”. Seducido por la oferta, llama al número de teléfono impreso en el volante y se produce el siguiente diálogo:
Empleado: Pizzería buenas noches…
Cliente: Buenas noches, llamo por la promoción número 5 que ofrecen…la de las dos grandes de muzza y la chica Americ…
Empleado (interrumpe): si..pero mire que se modificaron los valores eh…ahora cuesta 42 pesos.
Cliente: ¿Y puedo saber el motivo del aumento?
Empleado: Es que así no se puede…nos vino la muzzarella con aumento…5 pesos más aumentaron cada horma estos ladrones.
Cliente: Entonces ustedes decidieron aumentar casi 5 pesos cada pizza..¿le suelen poner una horma entera de muzzarella a cada pizza?
Empleado: ¿Me está cargando?
Cliente: No…usted me está robando…
Estos dos ejemplos no fueron tomados al azar. Son situaciones con las cuales nos encontramos los argentinos cotidianamente. Y elegimos dos rubros paradigmáticos.
En el primer caso, se trata de una actividad que no genera costos de magnitud, salvo los sueldos de los serenos y cuidadores de los garajes y algo de pintura de vez en cuando, en el mejor de los casos. El garaje que mencionamos en el ejemplo es, como dijimos, un enorme galpón sucio y oscuro, donde los empleados pasan calor en verano y sufren fríos intensos en invierno. Se protegen con una pequeña estufa de cuarzo. El único costo que le aumentó al dueño fue el de su cuota como Monotributista. Seguramente debe pagar 255 pesos mensuales a lo sumo. Pero decidió aumentar un 25% cada cochera, lo que significa multiplicar enormemente sus ganancias sin prestar servicios adicionales a los clientes ni mejoras de ningún tipo. Cero inversión y aumento desmedido. Cada automovilista, sea dueño de un auto de alta gama o de un Dodge 1500 modelo 71, tendrá ahora que dedicar un 25% más de sus ingresos destinados a cuidar, en muchos casos, su herramienta de trabajo que es el auto.
El caso de la pizzería es un ejemplo concreto de la “idiosincrasia inflacionaria” de los argentinos. Los intermediarios entre los productores agropecuarios y los clientes, sumados a la monopolización de la cadena alimentaria argentina, decidieron aumentar, por ejemplo, 5 pesos cada horma de muzzarella. El proveedor de harina aumentó también dos pesos y “estos sindicalistas insaciables” quieren un 23 por ciento de aumento. El dueño de la pizzería habla con su esposa. Y ella le dice: “aumentá tonto ¡! Si total la gente sigue comprando. Así nos armamos un colchoncito por las dudas…¿no viste en TN que Bonelli dijo que va a haber inflación?”.
Entonces, el pizzero traslada a cada pizza, el mismo monto de aumento que le llegó por una horma completa de muzzarella. Esto sin contar que en los casos de envíos a domicilio, “hay que poner menos muzzarella para que sea rentable”.
De esta manera y con éstos ejemplos, queremos subrayar el carácter egoísta, mal intencionado e inexplicable de la inflación en este momento argentino. No creemos que Guillermo Moreno o Amado Boudou hayan llamado al dueño del garaje de Avellaneda o a la esposa del pizzero para exigirles que aumenten sus precios al consumidor. Pero para el imaginario colectivo el camino más simple es decir: “la culpa la tiene el gobierno”.
Sin embargo, los economistas que durante décadas nos intentaron explicar que la inflación tiene uno de sus principales orígenes en “la desconfianza”, ahora intentan inventar argumentos endebles para explicar cómo puede ser que haya inflación si tenemos récord de reservas en el Banco Central, una situación económica sólida, no hay corridas bancarias, la gente renueva sus plazos fijos y el dólar se mantiene estable. Cuestionan las cifras del Indec, ocultando que si Moreno no oficializara esas cifras, los alquileres y los créditos hipotecarios se dispararían y esa tendencia codiciosa de la cual hablamos se incrementaría.
La única explicación posible es que esta inflación sólo se produce por la codicia de cada empresario, de cada intermediario y de los comerciantes, que generan inflación amparándose ante ciertos discursos alarmistas de algunos medios monopólicos. Los aumentos de precios de los seguros de autos, medicina prepaga, servicio monopólico de televisión por cable y los ejemplos básicos mencionados en este artículo, sólo tienen un denominador común: la codicia y la falta de solidaridad social.
Ya quedó demostrado que los precios de ciertos productos bajan cuando se dejan de consumir. También bajaría la tarifa del garaje si todos los automovilistas decidiéramos dejar el auto en la calle, y los precios de la pizza se derrumbarían si cuando una señorita nos quiere dar uno de esos volantes callejeros con promociones, exigiéramos que al comprar se nos respete el precio impreso en el volante.
Hay otra forma de corregir este pésimo hábito cultural de los argentinos. Control de precios con topes máximos que respeten el poder adquisitivo de los trabajadores. Pero claro…estamos en Argentina. Y el establishment no quiere parecerse a Venezuela. Demasiado zurdo. Mientras tanto, el automovilista al cual le comunicaron ese injusto aumento y el cliente que se quedará con ganas de comer pizza esta noche se estarán preguntando: ¿Quién me defiende? ¿Dónde puedo llamar? La respuesta es una sola. La única defensa es el Estado. Y creo que quedó claro quienes son los culpables de esos aumentos injustificados que generan inflación.
En lugar de culpar “al gobierno” equivocando nuevamente al enemigo, sería hora de hacer carne nuestro propio poder como estabilizadores de la economía. No consumir lo que aumenta. Y no confundir al enemigo. El dueño de ese garaje y ese pizzero no nos cuidan el auto y nos alimentan. No son nuestros aliados. Son nuestros ladrones. Y estamos brindando sólo dos ejemplos para hacer comprensible el mensaje, pero sucede en todos los casos de comercialización de bienes y servicios. Nos despojan.
¿Lo vamos a seguir permitiendo?
Garaje ubicado en Ameghino y French, de Avellaneda. Un enorme galpón sucio y oscuro. La tarifa cobrada hasta Febrero era de 200 pesos mensuales. Sólo para proteger al auto del granizo o para que no “duerma” en la calle.
Empleado: Tengo que comunicarte que desde este mes aumenta la tarifa eh…
Cliente: ¿A cuánto se va?
Empleado: A 250 mensuales…un 25 por ciento.
Cliente: Aha…es que le deben haber aumentado los costos de mantenimiento al dueño no? ¿Dónde están los aires acondicionados y el Jacuzzi para el sereno?
Empleado: Me dijo el dueño que en todos lados aumentaron un 30 por ciento…
Cliente: Ah…¿además le tengo que agradecer?
Ejemplo Nº2
El vecino del conurbano toma el volante que le entregaron en mano por la calle. Y lee: “Promoción Pizzería- 2 grandes de muzzarella y una chica Americana: $30- Entrega a domicilio sin cargo”. Seducido por la oferta, llama al número de teléfono impreso en el volante y se produce el siguiente diálogo:
Empleado: Pizzería buenas noches…
Cliente: Buenas noches, llamo por la promoción número 5 que ofrecen…la de las dos grandes de muzza y la chica Americ…
Empleado (interrumpe): si..pero mire que se modificaron los valores eh…ahora cuesta 42 pesos.
Cliente: ¿Y puedo saber el motivo del aumento?
Empleado: Es que así no se puede…nos vino la muzzarella con aumento…5 pesos más aumentaron cada horma estos ladrones.
Cliente: Entonces ustedes decidieron aumentar casi 5 pesos cada pizza..¿le suelen poner una horma entera de muzzarella a cada pizza?
Empleado: ¿Me está cargando?
Cliente: No…usted me está robando…
Estos dos ejemplos no fueron tomados al azar. Son situaciones con las cuales nos encontramos los argentinos cotidianamente. Y elegimos dos rubros paradigmáticos.
En el primer caso, se trata de una actividad que no genera costos de magnitud, salvo los sueldos de los serenos y cuidadores de los garajes y algo de pintura de vez en cuando, en el mejor de los casos. El garaje que mencionamos en el ejemplo es, como dijimos, un enorme galpón sucio y oscuro, donde los empleados pasan calor en verano y sufren fríos intensos en invierno. Se protegen con una pequeña estufa de cuarzo. El único costo que le aumentó al dueño fue el de su cuota como Monotributista. Seguramente debe pagar 255 pesos mensuales a lo sumo. Pero decidió aumentar un 25% cada cochera, lo que significa multiplicar enormemente sus ganancias sin prestar servicios adicionales a los clientes ni mejoras de ningún tipo. Cero inversión y aumento desmedido. Cada automovilista, sea dueño de un auto de alta gama o de un Dodge 1500 modelo 71, tendrá ahora que dedicar un 25% más de sus ingresos destinados a cuidar, en muchos casos, su herramienta de trabajo que es el auto.
El caso de la pizzería es un ejemplo concreto de la “idiosincrasia inflacionaria” de los argentinos. Los intermediarios entre los productores agropecuarios y los clientes, sumados a la monopolización de la cadena alimentaria argentina, decidieron aumentar, por ejemplo, 5 pesos cada horma de muzzarella. El proveedor de harina aumentó también dos pesos y “estos sindicalistas insaciables” quieren un 23 por ciento de aumento. El dueño de la pizzería habla con su esposa. Y ella le dice: “aumentá tonto ¡! Si total la gente sigue comprando. Así nos armamos un colchoncito por las dudas…¿no viste en TN que Bonelli dijo que va a haber inflación?”.
Entonces, el pizzero traslada a cada pizza, el mismo monto de aumento que le llegó por una horma completa de muzzarella. Esto sin contar que en los casos de envíos a domicilio, “hay que poner menos muzzarella para que sea rentable”.
De esta manera y con éstos ejemplos, queremos subrayar el carácter egoísta, mal intencionado e inexplicable de la inflación en este momento argentino. No creemos que Guillermo Moreno o Amado Boudou hayan llamado al dueño del garaje de Avellaneda o a la esposa del pizzero para exigirles que aumenten sus precios al consumidor. Pero para el imaginario colectivo el camino más simple es decir: “la culpa la tiene el gobierno”.
Sin embargo, los economistas que durante décadas nos intentaron explicar que la inflación tiene uno de sus principales orígenes en “la desconfianza”, ahora intentan inventar argumentos endebles para explicar cómo puede ser que haya inflación si tenemos récord de reservas en el Banco Central, una situación económica sólida, no hay corridas bancarias, la gente renueva sus plazos fijos y el dólar se mantiene estable. Cuestionan las cifras del Indec, ocultando que si Moreno no oficializara esas cifras, los alquileres y los créditos hipotecarios se dispararían y esa tendencia codiciosa de la cual hablamos se incrementaría.
La única explicación posible es que esta inflación sólo se produce por la codicia de cada empresario, de cada intermediario y de los comerciantes, que generan inflación amparándose ante ciertos discursos alarmistas de algunos medios monopólicos. Los aumentos de precios de los seguros de autos, medicina prepaga, servicio monopólico de televisión por cable y los ejemplos básicos mencionados en este artículo, sólo tienen un denominador común: la codicia y la falta de solidaridad social.
Ya quedó demostrado que los precios de ciertos productos bajan cuando se dejan de consumir. También bajaría la tarifa del garaje si todos los automovilistas decidiéramos dejar el auto en la calle, y los precios de la pizza se derrumbarían si cuando una señorita nos quiere dar uno de esos volantes callejeros con promociones, exigiéramos que al comprar se nos respete el precio impreso en el volante.
Hay otra forma de corregir este pésimo hábito cultural de los argentinos. Control de precios con topes máximos que respeten el poder adquisitivo de los trabajadores. Pero claro…estamos en Argentina. Y el establishment no quiere parecerse a Venezuela. Demasiado zurdo. Mientras tanto, el automovilista al cual le comunicaron ese injusto aumento y el cliente que se quedará con ganas de comer pizza esta noche se estarán preguntando: ¿Quién me defiende? ¿Dónde puedo llamar? La respuesta es una sola. La única defensa es el Estado. Y creo que quedó claro quienes son los culpables de esos aumentos injustificados que generan inflación.
En lugar de culpar “al gobierno” equivocando nuevamente al enemigo, sería hora de hacer carne nuestro propio poder como estabilizadores de la economía. No consumir lo que aumenta. Y no confundir al enemigo. El dueño de ese garaje y ese pizzero no nos cuidan el auto y nos alimentan. No son nuestros aliados. Son nuestros ladrones. Y estamos brindando sólo dos ejemplos para hacer comprensible el mensaje, pero sucede en todos los casos de comercialización de bienes y servicios. Nos despojan.
¿Lo vamos a seguir permitiendo?
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