En 2009 dos empleadas municipales de Campana denunciaron a Claudio Fernández, ex Director de Control Urbano, por abuso sexual. Fue encontrado culpable por la justicia, pero ahora son ellas quienes sufren las consecuencias: las dejaron sin trabajo y sin explicaciones por parte de la Intendente, Stella Maris Giroldi.
Recostada sobre el Paraná de Las Palmas y con gran cantidad de actividades relacionadas al agro, la industria y el puerto, Campana conforma un polo importante en el desarrollo de la región.
Sin embargo, sabe amalgamar la vida de una ciudad con movimiento, con un sitio donde priman “las tradiciones”. Casi un pueblo grande, en el que muchas cosas se saben pero se callan, y para otras prima la poco feliz frase del “no te metás”.
En mayo de 2009 dos empleadas municipales comenzaron a transitar un camino desconocido para muchos: el de hacer públicos hechos deplorables que otros prefirieron callar. Y así comenzó para ellas también, un calvario.
Claudia y Gloria acusaron y denunciaron judicialmente a Claudio Fernández, por entonces Director de Control Urbano de la comuna, por abuso sexual. El hombre se propasó con ambas (por separado) en la oficina que ocupaba hasta ese momento en la dependencia gubernamental local, pero lejos de encontrar apoyo y solidaridad por parte de quienes debieron protegerlas, ambas mujeres siguen peleando contra molinos de viento.
Los investigadores judiciales determinaron en ese entonces, que había pruebas suficientes de que el hecho sucedió tal como se lo relata, y decidieron elevarla a juicio oral, algo que no se llevó a cabo porque Fernández reconoció su accionar y firmó un “juicio abreviado”, por el cual la Jueza lo encuentra culpable y lo condena a un año de presión en suspenso y 5 de inhabilitación para ejercer cargos públicos.
Fernández tiene una historia de vida vinculada a la Iglesia católica en la que se jacta incluso de haber fundado colegios religiosos, y antes de ser funcionario municipal, ocupó la Gerencia de personal de SIDERCA.
La Iglesia en Campana tiene una presencia importante. El distrito es cabecera del obispado, y según muchos de sus habitantes, “forma parte de una sociedad conservadora con un acuerdo generalizado: de los temas tabú, no se habla”.
Los hechos
Claudia está casada y tiene 3 hijos. Se crió en Baradero, pero llegó a Campana en busca de mejores posibilidades de trabajo. Por su experiencia como inspectora de tránsito ingresó a la Municipalidad bajo la modalidad “contratada”, una figura habitual en las comunas, donde si se tiene suerte y paciencia se puede aspirar luego a formar parte de la planta transitoria y con más suerte y paciencia, de la planta permanente.
Estando en funciones, el 16 de mayo de 2009 sufrió un accidente durante un operativo, a raíz de lo cual le otorgaron licencia médica, y se presentó días después en las oficinas para acercar los certificados médicos.
Cuando conversaba con una compañera de trabajo Fernández, su jefe, se asomó por la puerta de su oficina y le ordenó subir.
“Entré a la oficina, me dijo que cerrara la puerta, y cuando me acerqué a saludarlo, pasó su mano izquierda por mi pierna”, empieza a relatar Claudia en lo que será una larga y pormenorizada charla con una única constante: la angustia.
Se entrecorta, llora, se enoja, pero la angustia que acompaña a Claudia y a Gloria, otra mujer que también sufrió abuso por parte del funcionario, no es sólo por la situación vivida entre esas cuatro paredes, sino por lo que vino después; por el maltrato de sus superiores; por la suspensión en el trabajo, por los inconvenientes económicos que esto les acarrea; por haber perdido el empleo, y por el abandono a que las sometió la actitud de la Intendente de Campana, Stella Maris Giroldi.
Claudia continúa su relato: “cuando me tocó la pierna me fui hacia atrás inmediatamente porque no me gustó lo que hizo; me senté y me dijo ‘bueno mi reina, ¿cómo te sentís?’; yo le respondí que quería trabajar y él me dijo ‘tomate 2 ó 3 meses, lo que sea necesario para curarte’. Le dije que quería empezar ya, y cuando me voy hacia la puerta para salir, él se levanta, me empuja contra la pared y quedo aprisionada”.
“Allí me da un beso en la boca, lo empujo y le digo que está confundido, que por qué me hacía eso. Él me responde que está enamorado de mí, toma mi mano derecha por la fuerza y la apoya en sus genitales”, cuenta.
Claudia logró empujarlo nuevamente y alcanzó la puerta, pero cuando está por salir, siente la mano del hombre en sus nalgas.
Bajó corriendo, llorando y no paró hasta encerrarse en su casa, donde durante una semana no pudo hablar con nadie, ni dejar de sentir una angustia punzante que le perforaba el pecho y la paralizaba para pedir ayuda.
“Apenas podía hablar por teléfono con Gloria, y le decía que no quería vivir más, que iba a renunciar, que iba a regresar a Baradero”, recuerda.
Claudia guardaba el tema para sí; no quería contárselo a su esposo porque este también trabajaba en la municipalidad y temía represalias, pero una compañera de trabajo habló con él y a medida que la voz se corría por los pasillos, Claudia supo que su colega Gloria había pasado por la misma situación que ella.
Gloria está casada y es madre de 4 hijos.
Se desempeñaba también como Inspectora de Tránsito de la municipalidad desde fines de 2008, y el 28 de mayo de 2009 fue llamada por Fernández a su oficina, con la excusa de preguntarle “si estaba conforme con los cambios que se habían realizado en el trabajo”.
Cuando Gloria se acerca para despedirse con un beso en la mejilla, según el relato de la denuncia judicial, el hombre le dice “no ahí no”, le apoya una mano en el pecho y la acorrala contra una pared.
“Le dice dame un beso, acercando su cara hacia la suya, sacando la lengua y pasándosela por la cara”, sostiene la denuncia. En ese momento Gloria logra empujarlo y salir de esa oficina. Al igual que Claudia, el silencio de los primeros días de sucedido el hecho estaba basado en el miedo a perder el trabajo y a que lo perdiera su esposo, quien también era empleado municipal en ese momento.
Cuando ambas mujeres se enteraron que compartían experiencias similares, decidieron hablar con el Sub director del sector, Raúl Franco, quien a su vez, las llevó a hablar con el Secretario de Gobierno, Federico Stamponi.
“Le contamos todo con mucha angustia, y en medio de llanto, pero la respuesta del Secretario de Gobierno fue pedirnos que no hiciéramos la denuncia porque se acercaban las elecciones”, cuentan, y agregan que además, Stamponi les advirtió que “si tenía que rodar alguna cabeza sería la de ellas y no la de Fernández”.
El funcionario reconoció ser muy amigo del denunciado, y aseguró que esto se solucionaría “tomando un café entre hombres” para indagar sobre el asunto.
No conformes con la respuesta, unos días después recurrieron a quien por entonces era Directora General de Gobierno Noemí “Katty” Altimari.
Por primera vez, alguien se interesó por el tema, reconoció que la situación era “muy grave” e instó a las mujeres a denunciarlo penalmente.
“El 22 de junio radicamos la denuncia y empezó un calvario peor. A nosotras nos trasladaron a otra oficina, pero nos agarró una crisis de angustia tal que la psiquiatra del hospital sugirió carpeta médica”, cuentan.
Las consecuencias
Para la Fiscal Dra. Cecilia Tallón, de la UFI 3, la causa caratulada como “abuso sexual” tuvo pruebas suficientes de que fue tal como lo relatan las denunciantes, y pidió la elevación a juicio al Juzgado de Garantías Nº 1, a cargo de la Dra. Graciela Cione, donde luego devino el acuerdo del Juicio abreviado, situación que no obstante, no le impidió a Fernández apelar la sentencia, y aguarda la decisión de la instancia superior.
Sin embargo, y a pesar de la corroborarse los hechos y de existir una condena judicial, nunca cesó la persecución laboral.
El primero en sufrir las consecuencias fue el marido de Gloria.
Claudio llevaba 3 años como empleado municipal, pero era “contratado”. Fue incluido en el listado que por Ordenanza pasaba a varios trabajadores en igual situación a la planta permanente, para lo cual, como requisito excluyente, se le impone un año más “de prueba”.
Pocos días antes de cumplirse este lapso, fue citado al despacho de la Intendente.
Giroldi le pide “que las calme” -en referencia a Claudia y Gloria- y sobre todo, “que el tema no trascienda”.
El género femenino de la jefa comunal no alcanzó para solidarizarse por la situación de abuso. Giroldi aprendió en sus muchos años de esposa de Jorge Varela, ex Intendente de Campana y actual diputado provincial, cómo sostenerse en el ámbito político, aunque eso implique masculinizar sus acciones.
Ante la respuesta negativa del cónyuge de Gloria, a la mandataria local no se le quiebra la voz para anunciarle: “así como te di una mano te la puedo sacar”.
Y cumplió. Dos días antes de que quedara firme la inclusión en la planta permanente lo echaron. Adujeron que se falseó la solicitud de ingreso, y aunque luego se demostró que ni siquiera había sido escrita por el hombre, el decreto que lo dejaba sin trabajo por “falta de confianza” ya estaba firmado por la Intendente.
Giroldi no sólo nunca aceptó recibir a ambas mujeres, sino que además las echó de la puerta del palacio municipal cuando éstas se acercaron a reclamar por su situación y las mantuvo suspendidas “hasta tanto se aclare la situación”.
El golpe de gracia lo tuvieron la semana pasada.
Después de reclamar insistentemente que se les permitiera regresar a sus trabajos, dado que la causa ya había sido resuelta, y recibir en cambio respuestas que aseguraban que aun se debía esperar que la sentencia quede firme, Claudia y Gloria fueron convocadas a regresar a sus funciones.
Pero la alegría duró apenas 48 horas.
“Nosotras no cometimos ningún delito; al contrario; y actuando de esta manera, el mensaje que da la Municipalidad de Campana es que las mujeres se tienen que dejar hacer cualquier cosa, y no es así”, aseguran.
Durante el tiempo que se extendió la suspensión con goce de sueldo (en un monto de bolsillo bastante inferior al que hubieran cobrado si permanecían trabajando) se las llamó a firmar la renovación de sus contratos de forma mensual, lo que en sí, también significa una contravención a las leyes laborales que no permiten, ni siquiera bajo la normativa de la Ley Orgánica de las Municipalidades, que los empleados puedan estar bajo la modalidad contratados cuando se los afecta a una función que no es eventual. Claudia y Gloria ya rondaban los cuatros años de antigüedad en esas labores.
Apenas 2 días después de haber regresado a sus tareas, ambas fueron notificadas de la “no renovación de sus contratos”, lo que en castellano básico sería: las echaron de la municipalidad, sólo por haber denunciado que un funcionario abusó de ellas, en horario laboral, en el ámbito laboral y fue encontrado culpable por la justicia.
Claudia y Gloria pelearon por obtener justicia. Pelearon por traspasar los límites de Campana y que alguien se hiciera eco de sus denuncias, acalladas por una sociedad que prefería mirar para otro lado antes que señalar a los pilares eclesiásticos que se ufanan de tener hijos monaguillos y reciben la ostia todos los domingos. Pelearon por ser escuchadas, entendidas, por una Jefa Comunal mujer, para quien quizá, la situación no sea extraña, después de todo, llegó al sillón por tener en su haber una libreta que indica que es la esposa de un diputado que antes fue Intendente de esa misma ciudad.
Claudia, Gloria y sus familias, pelean ahora por recuperar el derecho básico que las asiste: el del trabajo, y para que el mensaje que quede flotando en el aire del Paraná, no sea el que transmite Giroldi con sus acciones. Que nadie crea que en verdad, hay que dejarse tocar y abusar para conservar un trabajo de empleada municipal.
Link al video: http://youtu.be/sMDDnHCWpDI. (
buenosaires2punto0.).
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