LUJAN, Agosto 10, (PUNTO CERO-El Civismo) Había una vez un cómico que, iniciado en el café concert en los años 60, supo edificar con talento una trayectoria apuntalada mayormente por éxitos.
Carlos Perciavalle, de él se trata, es dueño de una carrera notoria avalada por logros que van desde el legendario e histórico "Help Valentino", la recordada "Mandarina a pedal", la misma "La jaula de las locas", hasta su reciente aparición en la revista porteña de la mano de Gerardo Sofovich.
Solo o con la inclusión de su nombre en un espectáculo, bastó para que el mismo adquiriera un interés fuera de lo común.
Ductilidad interpretativa, dominio del escenario y la fluida comunicación que establece con el público, lo distinguen y son bases más que suficientes para afirmar que se está ante un cómico nada habitual, que siembra ingenio y brillantez en cada una de sus presentaciones.
De ahí la expectativa que despierta cada aparición.
Llegó a Luján por primera vez hace un par de años junto a quien escribió también una página del humor nacional: Antonio Gasalla.
Entonces venía de un reencontrarse con la escena tras una pausa impuesta por un accidente. Y si bien estuvo a la altura de las circunstancias y desplegó toda su comicidad, no alcanzó el brillo que dejó ver el viernes con el estreno de "Yo, Carlos II".
A modo de celebración
Su nuevo espectáculo es casi un regreso a las fuentes. Al café concert que lo vio nacer y al que apuntaló. Nada más que los nuevos tiempos han bautizado a esos monólogos como stand up, aunque en su raíz encierre el despliegue y el talento de cada cómico.
Perciavalle desata en el show un nostálgico balance de 65 años de vida y 50 sobre las tablas, pero a su vez lo dota de abundantes, divertidas anécdotas y chistes de ingenioso remate.
Pero en ese certero condimento no se priva de referirse a sus operaciones y de esas pequeñas cosas cotidianas de su mundo que lo enaltecen y le dan vigor a su vida. Creando un clima casi intimista por momentos, Perciavalle logró una respuesta impresionante con el público que disfrutó con su presencia a lo largo de dos horas.
Apareció transformado en Camila Parker Bowles utilizando un atuendo similar al que exhibiera en su boda con Carlos de Inglaterra.
Con un aparatoso sombrero de plumas sobre su cabeza repasó su vida de la que han dado noticias los medios del mundo, su relación de años con Carlos, y su visión de la reina madre, entre otros temas.
El humor se hizo presente desde ese instante, y las carcajadas no se dejaron de oír. Este tramo fue seguido por la proyección de distintos momentos de la vida del cómico. Desfilaron ante los ojos del público renombradas figuras como Moria Casán, Olmedo, Mirtha Legrand, China Zorrilla, algunos instantes de "La jaula..." junto a Tato Bores y su lugar de residencia en Uruguay. Ese fragmento sirvió para que las nuevas generaciones de espectadores descubrieran al joven Carlos y la evolución misma del actor y del hombre.
Nueva aparición
Luego se instaló en escena el Perciavalle de luces, con un traje resplandeciente, de esos llamativos que lo distinguieron a lo largo de su camino en el arte.
Y fue ése el momento de las confidencias, de esos secretos guardados que el tiempo hace necesario expiar. Y debiendo mucho a su público, el cómico se abre ensayando un discurso que ramifica por doquier y donde no están ausentes las verdaderas explosiones de risas de quienes lo escuchan.
Y aunque un tema o situación lo desvíe hacia otro recuerdo, retoma con una fresca espontaneidad el relato para goce del público.
Todo ese bagaje de anécdotas y vivencias está matizado con efectivos chistes y algunas canciones que ratifican la versatilidad del actor solo, sin más herramientas que su talento e ideas para construir el show.
Y aunque se filtran en su discurso algunas lecciones de vida, conocedor de su oficio, vuelve y remata la situación con humor.
La simulada conversación con su amiga China Zorrilla lo devolvió sobre el final a esos graciosos monólogos con el teléfono, con palabras que corta, nunca termina de pronunciar y que el público capta con deleite.
Remiso a irse del escenario, ofreció uno y otro bis -aunque quizás pautado- pero que se notó sincero y entusiasta.
Como no había sucedido en su debut, Perciavalle descolló esta vez, brindando un show tan efectivo como brillante. No incursionó entre la platea como alguna vez supo hacerlo. Desde la escena se las ingenió para conocer el nombre de algunas personas de las primeras filas para incorporarlos en su diálogo.Ante tanto humor y simpatía, el público no pudo menos que ponerse de pie y saludar con emoción al showman que brindó su rutina despertando la magia del humor como pocos suelen lograr. (PUNTO CERO-El Civismo).
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