MAR DEL PLATA, Marzo 14, (PUNTO CERO) El encuentro en la Ciudad de Mar del Plata reunió a más de 300 militantes de la UCR bonaerense que durante la jornada del sábado 8 debatieron sobre la situación política y partidaria.
Hubo coincidencias respecto de la caracterización del proyecto Kirchnerista. Se insistió con sus rasgos hegemónicos, su escasa vocación republicana, su manifiesta inclinación a la concentración de poder y en sintonía con esto su -ya inocultable después de la "reorganización del PJ"- desinterés por cualquier reconfiguración del Sistema de Partidos en sentido favorable.
Ante esto se destacó la necesidad de reorganizar y modernizar a la UNION CIVICA RADICAL, reafirmando valores y principios y modificando estructuras y metodologías.
Se coincidió en que la UCR debe revisar su modo de relacionarse con el Peronismo, consolidar una identidad como Partido de oposición autónomo del gobierno y estar predispuesto desde este lugar a trabajar con otras fuerzas para equilibrar el poder de esta nueva versión del Peronismo y modelar alternativas para los próximos turnos electorales y de gobierno.
Fueron casi unánimes las opiniones respecto de: la dudosa legalidad e Ilegitimidad política de la actual intervención de Partido en la provincia, la necesidad de poner en marcha un proceso de reafiliación administrado por la Justicia y luego un convocar a elecciones internas sin la tutela de las actuales autoridades o instancias manipuladas por las mismas.
Por último el espacio político constituido decidió darse una organización en las secciones electorales y en los distritos, constituir un ámbito físico de trabajo en la ciudad de La Plata al servicio de todos los radicales de la provincia y denominarse SUPERACION RADICAL.
Además de esta síntesis informativa compartimos con Uds. uno de los documentos que fueron utilizados como disparadores en las comisiones de trabajo.
Aportes Para El Debate En La UCR
La década del 90, signada por la minimización del estado y la degradación del sistema de partidos trajo aparejadas concentración de poder y riqueza, exclusión y fragmentación social.
Como saldo nos quedó un Estado incapaz de cumplir con sus obligaciones mínimas, desertor, una sociedad quebrantada y una profunda crisis de representación
En el 2001 con la crisis económica explotó una situación originada en años anteriores con claros ejes ideológicos: menos estado, menos política y más mercado.
Sus consecuencias de marginación y exclusión social contribuyeron a profundizar la crisis en los partidos y los sistemas de representación.
Con la acción de los restos del sistema político, lo que quedaba del Estado, los nuevos actores y organizaciones sociales pudimos superar aquel momento dramático, recuperando la actividad económica productiva del país y el funcionamiento institucional. Igual son más las materias pendientes que las aprobadas, si lo que pretendemos es un sistema democrático con inclusión social y una república con instituciones sanas y fuertes funcionando al servicio del interés general.
Hoy, si bien el Estado ha recuperado protagonismo y capacidades para influir en el proceso político/social, hay que señalar la concentración y personalización del poder como una acechanza de alta peligrosidad.
En este campo el desafío pasa por lograr un funcionamiento independiente de los tres poderes del estado y descentralizar poder político y económico a favor de las administraciones provinciales y municipales. Se trata de hacer más eficientes la asignación, ejecución y control de los recursos públicos, a la vez que garantizar más libertades para los actores políticos y sociales, con menos sujeción al poder central.
Para lograr estos objetivos se hace indispensable construir un sistema de partidos que supere los personalismos y la fragmentación. Apuntar a la construcción de organizaciones políticas capaces de funcionar orgánica y democráticamente cumpliendo con sus obligaciones de articular los diversos intereses sociales, mediar entre la sociedad y el estado, desarrollar planes y programas de gobierno, formar cuadros y competir democráticamente por el poder.
Se necesitan partidos que piensen en políticas más allá de defender intereses individuales o de facción.
Necesitamos partidos con identidad, organización institucional democrática, funcionamiento ágil y participativo, cercanos a la gente y sus problemas.
Recordemos que en 2003 las elecciones presidenciales nos encontraron con tres opciones de origen peronistas y tres de origen radical, en particular no olvidemos que nuestra expresión orgánico/formal obtuvo el 2% de los votos.
En el 2005 nuevamente se notó la fragmentación del PJ en la provincia. Ofreció dos opciones y nuevamente más de una oferta electoral con origen radical.
En el último turno la dispersión produjo opciones electorales heterogéneas con mezclas de circunstancias que nos dan la razón cuando decimos que falta identidad y coherencia.
Dudo sobre la intención del presidente Kirchner en este sentido. Lejos de trabajar para mejorar el sistema de partidos usa la supuesta reconstrucción del PJ como fachada para formalizar su poder: se abraza al pejotismo y entierra definitivamente la transversalidad supuestamente progresista con la que prometía cambiar la política en la Argentina. Es otro aporte al caudillismo, al verticalismo, que seguramente nos alejará de los objetivos en nuestro caso planteados contribuyendo a un proceso donde el nosotros ha sido reemplazado por los yoes, sin apertura y flexibilidad para encontrar denominadores comunes.
En este tiempo se debe buscar un sistema de partidos competitivos, construir oposición y alternativas.
En esta dirección los radicales debemos trabajar para reorganizar y modernizar el partido, con la convicción de que puede volver a ser una herramienta capaz de servir a la sociedad.
Se cierra un ciclo que tuvo su máxima expresión electoral en 1983 con el 52% de los votos de Raúl Alfonsín y que en el 2007 nos encontró sin poder llevar candidato presidencial propio. En la provincia, del 50% de Armendáriz al 5% de Ricardito en el 2007.
Debemos superar ciertos moldes que en muchas circunstancias nos han convertido en actores de reparto del peronismo.
Hay que revisar el concepto de unidad nacional y acercarnos al de acuerdos básicos que dejen a salvo la competencia electoral en los términos que correspondan a la buena salud del sistema. Más de una vez cierta sobreactuación sobre nuestras responsabilidades institucionales han sido funcionales a los intereses del PJ o han servido para que otros actores ocupen nuestro lugar en la arena política desplazándonos de nuestro rol opositor y sacándonos ventajas en la competencia electoral.
Hay que esforzarse para aggiornar el partido desde los principios de libertad e igualdad que siempre nos han guiado, con nuestro espíritu republicano y nuestra vocación democrática.
En el plano organizativo debemos superar la obsolescencia del aparato partidario, la situación irregular de una intervención de legalidad restringida e ilegitimidad política. Es absurdo pretender elevar los estándares de la calidad institucional en la república y rehusarse a establecer reglas claras de funcionamiento en nuestro propio ámbito.
Proponemos un período de afiliación a partir de cero supervisado por la Justicia y un proceso de selección de autoridades conducido por actores ajenos a la intervención.
Reformas estructurales que apunten a la descentralización del poder partidario, los comités seccionales deben ser elegidos por el voto directo de los afiliados y tener para sí algunas facultades políticas, administrativas y económicas que hoy detenta el comité provincia, a su vez los comités locales deben contar con más facultades.
El Partido con una masa de afiliados más comprometida debe establecer sistemas de consultas para temas trascendentes que sirvan para darle mandato a las autoridades partidarias y a nuestras representaciones parlamentarias o para decidir sobre las políticas de alianzas.
Debemos relacionarnos con las universidades para establecer sistemas de capacitación que nos permitan preparar cuadros para las funciones partidarias y de gobierno.
La tarea es tan difícil como atractiva, el desafío tiene la dimensión del problema.
Hubo coincidencias respecto de la caracterización del proyecto Kirchnerista. Se insistió con sus rasgos hegemónicos, su escasa vocación republicana, su manifiesta inclinación a la concentración de poder y en sintonía con esto su -ya inocultable después de la "reorganización del PJ"- desinterés por cualquier reconfiguración del Sistema de Partidos en sentido favorable.
Ante esto se destacó la necesidad de reorganizar y modernizar a la UNION CIVICA RADICAL, reafirmando valores y principios y modificando estructuras y metodologías.
Se coincidió en que la UCR debe revisar su modo de relacionarse con el Peronismo, consolidar una identidad como Partido de oposición autónomo del gobierno y estar predispuesto desde este lugar a trabajar con otras fuerzas para equilibrar el poder de esta nueva versión del Peronismo y modelar alternativas para los próximos turnos electorales y de gobierno.
Fueron casi unánimes las opiniones respecto de: la dudosa legalidad e Ilegitimidad política de la actual intervención de Partido en la provincia, la necesidad de poner en marcha un proceso de reafiliación administrado por la Justicia y luego un convocar a elecciones internas sin la tutela de las actuales autoridades o instancias manipuladas por las mismas.
Por último el espacio político constituido decidió darse una organización en las secciones electorales y en los distritos, constituir un ámbito físico de trabajo en la ciudad de La Plata al servicio de todos los radicales de la provincia y denominarse SUPERACION RADICAL.
Además de esta síntesis informativa compartimos con Uds. uno de los documentos que fueron utilizados como disparadores en las comisiones de trabajo.
Aportes Para El Debate En La UCR
La década del 90, signada por la minimización del estado y la degradación del sistema de partidos trajo aparejadas concentración de poder y riqueza, exclusión y fragmentación social.
Como saldo nos quedó un Estado incapaz de cumplir con sus obligaciones mínimas, desertor, una sociedad quebrantada y una profunda crisis de representación
En el 2001 con la crisis económica explotó una situación originada en años anteriores con claros ejes ideológicos: menos estado, menos política y más mercado.
Sus consecuencias de marginación y exclusión social contribuyeron a profundizar la crisis en los partidos y los sistemas de representación.
Con la acción de los restos del sistema político, lo que quedaba del Estado, los nuevos actores y organizaciones sociales pudimos superar aquel momento dramático, recuperando la actividad económica productiva del país y el funcionamiento institucional. Igual son más las materias pendientes que las aprobadas, si lo que pretendemos es un sistema democrático con inclusión social y una república con instituciones sanas y fuertes funcionando al servicio del interés general.
Hoy, si bien el Estado ha recuperado protagonismo y capacidades para influir en el proceso político/social, hay que señalar la concentración y personalización del poder como una acechanza de alta peligrosidad.
En este campo el desafío pasa por lograr un funcionamiento independiente de los tres poderes del estado y descentralizar poder político y económico a favor de las administraciones provinciales y municipales. Se trata de hacer más eficientes la asignación, ejecución y control de los recursos públicos, a la vez que garantizar más libertades para los actores políticos y sociales, con menos sujeción al poder central.
Para lograr estos objetivos se hace indispensable construir un sistema de partidos que supere los personalismos y la fragmentación. Apuntar a la construcción de organizaciones políticas capaces de funcionar orgánica y democráticamente cumpliendo con sus obligaciones de articular los diversos intereses sociales, mediar entre la sociedad y el estado, desarrollar planes y programas de gobierno, formar cuadros y competir democráticamente por el poder.
Se necesitan partidos que piensen en políticas más allá de defender intereses individuales o de facción.
Necesitamos partidos con identidad, organización institucional democrática, funcionamiento ágil y participativo, cercanos a la gente y sus problemas.
Recordemos que en 2003 las elecciones presidenciales nos encontraron con tres opciones de origen peronistas y tres de origen radical, en particular no olvidemos que nuestra expresión orgánico/formal obtuvo el 2% de los votos.
En el 2005 nuevamente se notó la fragmentación del PJ en la provincia. Ofreció dos opciones y nuevamente más de una oferta electoral con origen radical.
En el último turno la dispersión produjo opciones electorales heterogéneas con mezclas de circunstancias que nos dan la razón cuando decimos que falta identidad y coherencia.
Dudo sobre la intención del presidente Kirchner en este sentido. Lejos de trabajar para mejorar el sistema de partidos usa la supuesta reconstrucción del PJ como fachada para formalizar su poder: se abraza al pejotismo y entierra definitivamente la transversalidad supuestamente progresista con la que prometía cambiar la política en la Argentina. Es otro aporte al caudillismo, al verticalismo, que seguramente nos alejará de los objetivos en nuestro caso planteados contribuyendo a un proceso donde el nosotros ha sido reemplazado por los yoes, sin apertura y flexibilidad para encontrar denominadores comunes.
En este tiempo se debe buscar un sistema de partidos competitivos, construir oposición y alternativas.
En esta dirección los radicales debemos trabajar para reorganizar y modernizar el partido, con la convicción de que puede volver a ser una herramienta capaz de servir a la sociedad.
Se cierra un ciclo que tuvo su máxima expresión electoral en 1983 con el 52% de los votos de Raúl Alfonsín y que en el 2007 nos encontró sin poder llevar candidato presidencial propio. En la provincia, del 50% de Armendáriz al 5% de Ricardito en el 2007.
Debemos superar ciertos moldes que en muchas circunstancias nos han convertido en actores de reparto del peronismo.
Hay que revisar el concepto de unidad nacional y acercarnos al de acuerdos básicos que dejen a salvo la competencia electoral en los términos que correspondan a la buena salud del sistema. Más de una vez cierta sobreactuación sobre nuestras responsabilidades institucionales han sido funcionales a los intereses del PJ o han servido para que otros actores ocupen nuestro lugar en la arena política desplazándonos de nuestro rol opositor y sacándonos ventajas en la competencia electoral.
Hay que esforzarse para aggiornar el partido desde los principios de libertad e igualdad que siempre nos han guiado, con nuestro espíritu republicano y nuestra vocación democrática.
En el plano organizativo debemos superar la obsolescencia del aparato partidario, la situación irregular de una intervención de legalidad restringida e ilegitimidad política. Es absurdo pretender elevar los estándares de la calidad institucional en la república y rehusarse a establecer reglas claras de funcionamiento en nuestro propio ámbito.
Proponemos un período de afiliación a partir de cero supervisado por la Justicia y un proceso de selección de autoridades conducido por actores ajenos a la intervención.
Reformas estructurales que apunten a la descentralización del poder partidario, los comités seccionales deben ser elegidos por el voto directo de los afiliados y tener para sí algunas facultades políticas, administrativas y económicas que hoy detenta el comité provincia, a su vez los comités locales deben contar con más facultades.
El Partido con una masa de afiliados más comprometida debe establecer sistemas de consultas para temas trascendentes que sirvan para darle mandato a las autoridades partidarias y a nuestras representaciones parlamentarias o para decidir sobre las políticas de alianzas.
Debemos relacionarnos con las universidades para establecer sistemas de capacitación que nos permitan preparar cuadros para las funciones partidarias y de gobierno.
La tarea es tan difícil como atractiva, el desafío tiene la dimensión del problema.
Depende de nosotros que la UCR vuelva a expresar un radicalismo útil a la sociedad o que en el próximo turno termine de extinguirse electoral y políticamente. (PUNTO CERO).
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