En Argentina se ha instalado la expresión “Políticas de Estado” con el deformado significado que es la política nacional que el pueblo sostiene y defiende.
En nuestro país, “el pueblo no delibera sino por medio de sus representantes” (CN art.22) pero los llamados “sus representantes en el Congreso”, representan a partidos políticos; no representan al pueblo. Nunca consultan o explican a sus mandatarios las razones por las cuales han aprobado, rechazado, o cajoneado leyes o incumplido sus obligaciones legales que institucionalmente los obligan. Tampoco si han controlado u observado las a veces graves arbitrariedades o imprevisiones del Poder Ejecutivo. El pueblo es solo un espectador: un convidado de piedra sin derechos.
El mismo artículo dispone que “el pueblo no gobierna sino por medio de las autoridades creadas por esta Constitución”, lo que es extravagante, porque la autoridad constitucional del país es el “Presidente de la Nación Argentina”, “jefe supremo, jefe del gobierno y responsable político de la administración general del país”. que designa todas las autoridades del Poder Ejecutivo y acciona dentro de una campana cerrada de cristal, rodeado de “aplaudidores”, ignorando al pueblo y dictando Políticas de Estado que históricamente produjeron rechazo ciudadano y caída de presidentes.
Resulta obvio que nuestra estructura institucional no es ni representativa, ni republicana, ni democrática. En 1886, 26 años después de la jura de la Constitución, el Presidente Juarez Celman, impuso el “unicato” y fue expulsado del poder por la Revolución del 90; en el siglo XX, hubo decenas de revoluciones y Golpes de Estado, los que se repitieron en la primer década del siglo XXI, pero el sistema Presidencialista autocrático continúa en los mismos términos.
Las Políticas de Estado las pergeñan e imponen los gobernantes de turno en el Poder, por motivos ideológicos, coyunturales o políticos electorales. Resultan de vida corta y generan distorsiones económicas, conflictos sociales y culturales y deformaciones institucionales.
Lo que el país necesita, es tener un objetivo de futuro que responda al sentir y esperanzas de la ciudadanía, y fijar las Políticas Nacionales para alcanzar ese objetivo.
El primer pasa a dar es enmendar la Constitución, remplazando el actual sistema Presidencial autocrático por el sistema Parlamentario, en el que el Jefe del Gobierno es cambiado si carece de la idoneidad necesaria, sin crisis institucionales.
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