Los intendentes del Conurbano que resisten la colectora de Martín Sabbatella, acordaron esperar un mes para ver si Scioli se atreve a enfrentar a la Casa Rosada y lanza su candidatura presidencial. Qué dicen en la intimidad los líderes de este eje antikirchnerista que se articula con el Senado bonaerense.
Si acaso le quedaba algún recuerdo del melancólico invierno italiano, seguramente se evaporó con la urgencia de la interna peronista, apenas Daniel Scioli pisó suelo argentino. Como nunca en su vida política, Scioli concentra un instante único: de su decisión depende en buena medida el futuro del poder en los próximos cuatro años. Pero también el momento presenta al gobernador una novedad desagradable: no existen opciones sin riesgos, y de los más altos.
Un grupo de intendentes del Conurbano, que van desde el antikirchnerista mandatario de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino, hasta el alineado Hugo Curto de Tres de Febrero, sorprendieron días atrás al blanquear sus exigencias. Si la Casa Rosada insiste en mantener la colectora de Martín Sabbatella, ellos promoverán la candidatura presidencial de Daniel Scioli.
Así se lo hicieron saber al gobernador que alentó esa posibilidad con gestos inconclusos y partió hacia Italia. “El tiempo político para dar el salto son 30 días, no más”, afirmó a La Política Online uno de esos jefes. Así de breve es el plazo que envuelve al primer round importante de la pelea de fondo por el poder en la Argentina.
La candidatura presidencial de Scioli no es un tema menor. Si se lanza Mauricio Macri desistiría de la pelea y posiblemente lo mismo sucedería con Eduardo Duhalde y el resto de los postulantes del Peronismo Federal.
Sin embargo, a medida que pasan las horas crece el escepticismo entre los intendentes. “Nuestra impresión es que hay un 70 por ciento de probabilidades que no se anime”, afirmó la fuente, que agregó: “Si eso ocurre y se mantienen las colectoras, Scioli va a quedar entre dos fuegos porque nosotros no lo vamos a respaldar más”.
Esa impresión también es compartida por la otra punta de esta rebelión. Los jefes del Senado provincial Federico Scarabino y Osvaldo Goicochea, ya empezaron a moderar su espíritu combativo. Luego de iniciar la embestida contra Sabbatella, regresaron a su mutismo habitual. “Vieron que ibamos a jugar a fondo y que Scioli los iba a dejar en banda y se asutaron”, se ufanaban el viernes por la noche en la Casa Rosada.
En el entorno de estos viejos lobos de mar del peronismo bonaerense la lectura es otra. “La idea original era pegarle dos tiros a la candidatura de Sabbatella, para que el mensaje llegue a la Rosada. Y punto. Pero los chicos que tiene Scioli en el gabinete se pasaron dos semanas matándolo a Sabbatella en Twitter y lo único que lograron es levantarle el precio”, afirmaron frustrados.
Policías buenos y malos
Si en el sciolismo se visualizan incertidumbres, no ocurre lo mismo en la Casa Rosada. En los principales despachos del gobierno han decidido sacar una larga barilla que están introduciendo en los motores de Daniel Scioli, los intendentes del Conurbano y el sindicalismo peronista, para medir con la mayor exactitud posible cual es su capacidad de daño.
Se trata de una pulseada que la dan con apenas dos intrumentos: Martín Sabbatella y Norberto Oyarbide. Una pelea con los pocos sectores políticos que se vislumbran con capacidad de fuego importante. El mensaje es obvio: difícil que alguien se embarque en semejante contienda, si piensa retirarse del poder a fin de año.
Y coincide con esta lectura otro dato elemental: ¿Cuál puede ser el interés del gobierno en disminuir electoralmente a Scioli? Esta actitud sólo se explica desde la decisión de Cristina Kirchner de pelear su reelección. Es decir, en ese caso el riesgo presente es la candidatura presidencial de Scioli y el futuro, que gane la provincia por un amplio margen.
Porque Cristina ya no tendrá reelección, mientras que Scioli puede aspirar a la presidencia luego de un segundo mandato como gobernador. Y en ese caso, lo natural sería que el peronismo comience a peregrinar a La Plata al otro día de las elecciones, para garantizarse un futuro. Y el kirchnerismo quedaría aislado y vacío de poder en su último mandato. Así de serio es el peligro y por eso es casi imposible que cedan en su objetivo de disminuir a Scioli.
Claro que el nuevo equilibrio que se busca es complejo. La idea central es que todos los votos que pierda Scioli los absorba Sabbatella y ambos confluyan en Cristina. Si por el contrario se fueran demasiado de rosca en el hostigamiento, esos votos podrían fluír a la oposición y la Presidenta vería en riesgo su propia reelección.
Por eso, la Casa Rosada hizo lo obvio: se dividió en dos alas. Una kirchnerista pura que lidera Zanini y alienta la opción Sabbatella y similares; y otra peronista clásica que quedó en manos de Julio de Vido. Así, la semana que pasó, mientras la Presidenta hostigaba a los intendentes sentando en primera fila de un acto a Sabbatella; De Vido los llamaba para acordar el giro inmediato de fondos millonarios para obras públicas. Policías buenos y malos que confluyen en un objetivo: acotar a Scioli y los intendentes, pero mantenerlos adentro.
No está claro aún si Scioli tiene el músculo político necesario para enfrentar juegos de esa complejidad. Lo que se intuye es que intentó forzar una negociación con la Casa Rosada para que a cambio de desistir de su candidatura presidencial, le bajen la colectora de Sabbatella. Hasta ahora por lo que se ve, no tuvo éxito.
Por eso, las opciones que enfrenta son dramáticas. Buscar la reelección con el riesgo que la colectora de Sabbatella le saque 10 puntos y quede a tiro de Francisco de Narváez. O lanzarse a la Presidencia, y exponerse a una pelea cuerpo a cuerpo con el kirchnerismo, que ya demostró que si algo le sobra es capacidad de daño. Lo otro es apostar a que Cristina desista de su reelección, pero eso ya no es política, sino simple esperanza. (La Política OnLine).
Si acaso le quedaba algún recuerdo del melancólico invierno italiano, seguramente se evaporó con la urgencia de la interna peronista, apenas Daniel Scioli pisó suelo argentino. Como nunca en su vida política, Scioli concentra un instante único: de su decisión depende en buena medida el futuro del poder en los próximos cuatro años. Pero también el momento presenta al gobernador una novedad desagradable: no existen opciones sin riesgos, y de los más altos.
Un grupo de intendentes del Conurbano, que van desde el antikirchnerista mandatario de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino, hasta el alineado Hugo Curto de Tres de Febrero, sorprendieron días atrás al blanquear sus exigencias. Si la Casa Rosada insiste en mantener la colectora de Martín Sabbatella, ellos promoverán la candidatura presidencial de Daniel Scioli.
Así se lo hicieron saber al gobernador que alentó esa posibilidad con gestos inconclusos y partió hacia Italia. “El tiempo político para dar el salto son 30 días, no más”, afirmó a La Política Online uno de esos jefes. Así de breve es el plazo que envuelve al primer round importante de la pelea de fondo por el poder en la Argentina.
La candidatura presidencial de Scioli no es un tema menor. Si se lanza Mauricio Macri desistiría de la pelea y posiblemente lo mismo sucedería con Eduardo Duhalde y el resto de los postulantes del Peronismo Federal.
Sin embargo, a medida que pasan las horas crece el escepticismo entre los intendentes. “Nuestra impresión es que hay un 70 por ciento de probabilidades que no se anime”, afirmó la fuente, que agregó: “Si eso ocurre y se mantienen las colectoras, Scioli va a quedar entre dos fuegos porque nosotros no lo vamos a respaldar más”.
Esa impresión también es compartida por la otra punta de esta rebelión. Los jefes del Senado provincial Federico Scarabino y Osvaldo Goicochea, ya empezaron a moderar su espíritu combativo. Luego de iniciar la embestida contra Sabbatella, regresaron a su mutismo habitual. “Vieron que ibamos a jugar a fondo y que Scioli los iba a dejar en banda y se asutaron”, se ufanaban el viernes por la noche en la Casa Rosada.
En el entorno de estos viejos lobos de mar del peronismo bonaerense la lectura es otra. “La idea original era pegarle dos tiros a la candidatura de Sabbatella, para que el mensaje llegue a la Rosada. Y punto. Pero los chicos que tiene Scioli en el gabinete se pasaron dos semanas matándolo a Sabbatella en Twitter y lo único que lograron es levantarle el precio”, afirmaron frustrados.
Policías buenos y malos
Si en el sciolismo se visualizan incertidumbres, no ocurre lo mismo en la Casa Rosada. En los principales despachos del gobierno han decidido sacar una larga barilla que están introduciendo en los motores de Daniel Scioli, los intendentes del Conurbano y el sindicalismo peronista, para medir con la mayor exactitud posible cual es su capacidad de daño.
Se trata de una pulseada que la dan con apenas dos intrumentos: Martín Sabbatella y Norberto Oyarbide. Una pelea con los pocos sectores políticos que se vislumbran con capacidad de fuego importante. El mensaje es obvio: difícil que alguien se embarque en semejante contienda, si piensa retirarse del poder a fin de año.
Y coincide con esta lectura otro dato elemental: ¿Cuál puede ser el interés del gobierno en disminuir electoralmente a Scioli? Esta actitud sólo se explica desde la decisión de Cristina Kirchner de pelear su reelección. Es decir, en ese caso el riesgo presente es la candidatura presidencial de Scioli y el futuro, que gane la provincia por un amplio margen.
Porque Cristina ya no tendrá reelección, mientras que Scioli puede aspirar a la presidencia luego de un segundo mandato como gobernador. Y en ese caso, lo natural sería que el peronismo comience a peregrinar a La Plata al otro día de las elecciones, para garantizarse un futuro. Y el kirchnerismo quedaría aislado y vacío de poder en su último mandato. Así de serio es el peligro y por eso es casi imposible que cedan en su objetivo de disminuir a Scioli.
Claro que el nuevo equilibrio que se busca es complejo. La idea central es que todos los votos que pierda Scioli los absorba Sabbatella y ambos confluyan en Cristina. Si por el contrario se fueran demasiado de rosca en el hostigamiento, esos votos podrían fluír a la oposición y la Presidenta vería en riesgo su propia reelección.
Por eso, la Casa Rosada hizo lo obvio: se dividió en dos alas. Una kirchnerista pura que lidera Zanini y alienta la opción Sabbatella y similares; y otra peronista clásica que quedó en manos de Julio de Vido. Así, la semana que pasó, mientras la Presidenta hostigaba a los intendentes sentando en primera fila de un acto a Sabbatella; De Vido los llamaba para acordar el giro inmediato de fondos millonarios para obras públicas. Policías buenos y malos que confluyen en un objetivo: acotar a Scioli y los intendentes, pero mantenerlos adentro.
No está claro aún si Scioli tiene el músculo político necesario para enfrentar juegos de esa complejidad. Lo que se intuye es que intentó forzar una negociación con la Casa Rosada para que a cambio de desistir de su candidatura presidencial, le bajen la colectora de Sabbatella. Hasta ahora por lo que se ve, no tuvo éxito.
Por eso, las opciones que enfrenta son dramáticas. Buscar la reelección con el riesgo que la colectora de Sabbatella le saque 10 puntos y quede a tiro de Francisco de Narváez. O lanzarse a la Presidencia, y exponerse a una pelea cuerpo a cuerpo con el kirchnerismo, que ya demostró que si algo le sobra es capacidad de daño. Lo otro es apostar a que Cristina desista de su reelección, pero eso ya no es política, sino simple esperanza. (La Política OnLine).
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