Intenté forzar mi imaginación hasta su límite máximo, pero no pude. Fue imposible imaginar a Rodolfo Walsh con un cartel en la mano cantando a coro: "Queremos preguntar". Es que él no pidió permiso para escribir una carta abierta a la Junta Militar de la última dictadura, y por ello ser asesinado a las pocas horas. Y eso que lo hizo en plena tiranía genocida ¿Cómo no se le ocurrió cantar en televisión?
Claro...en aquellos tiempos los neo-cantantes Joaquín Morales Solá y Magdalena Ruíz Guiñazú, entre otros, no cantaban contra la dictadura, sino a coro con los dictadores. Recordada conferencia de prensa en la cual Magdalena se dirigía con genuflexión hacia Jorge Rafael Videla con un lacayo: "Sr.Presidente". O el funcional Morales Solá redactando empalagosos editoriales en favor del régimen y hasta visitando a su amigo Antonio Domingo Bussi en centros de detención, tortura y exterminio tucumanos.
Los ejemplos mencionados, ocurridos luego de la masacre de Walsh. Y de tanta masacre y genocidio. Los que conformaron esa especie de "Coro Kennedy" patético en el programa de Jorge Lanata (Lanata incluido) son los mismos que horas antes "retaron" a la oposición por votar en favor de la recuperación de la soberanía de YPF. Los que vienen pronosticando hecatombes de todo tipo desde hace años, con igual nivel de certeza que predicciones de un astrólogo de barrio o de la desopilante Elisa Carrió.
Apuestan al "no-periodismo" para reemplazar a "la política". La descalifican una y otra vez, para ocupar el lugar opositor que les devuelva sus fantasías de "formadores de opinión". En realidad, están enojados con el voto popular. Quien suscribe esta nota fue cronista de calle de varios medios de comunicación nacionales. Cubrí casi todas las conferencias de prensa presidenciales desde 1983 hasta la fecha. Jamás vi a ninguno de los "periodistas-gospel" que ofrecieron tan lastimosa imagen en ninguna de esas conferencias de prensa.
Entonces ¿Por qué ahora quieren preguntar? Uno de los periodistas que firmaron ese petitorio que niega la esencia del periodismo, suplicando respuestas que un buen periodista conseguiría mediante investigaciones y denuncias serias, fue vocero presidencial de Raúl Alfonsín. Se trata de José Ignacio López. Un vocero de excelencia. No hacía falta que Alfonsín hablara en conferencias de prensa. Cada mañana, la voz de López ERA la voz presidencial. Pero ahora, mi amigo Nacho López trabaja para La Nación y exige que Cristina Fernández ofrezca conferencias de prensa para ser interpelada (no consultada) por los medios que concentran más del 80 por ciento de las licencias.
El pedido no sería descabellado, si no fuese porque ya resulta obvio que a las líneas editoriales de esos grupos económicos que invirtieron en medios de comunicación, poco les importa que una crítica se fundamente en una verdad: el objetivo es horadar a la política, para que los negociados de unos pocos vuelvan a sus privilegios.
Insisto: no me parece que esos medios sean "anti K". Son "anti-política", y lo confirmaron con sus críticas destructivas a todas las fuerzas políticas que votaron en favor de la recuperación de YPF. Los candidatos opositores que esos mismos medios promovieron en 2011, no cubrieron las expectativas electorales de esos grupos económicos que se empecinan en condicionar la agenda del país, sin escrúpulos de ningún tipo en el camino para alcanzar su propósito. Incluso no tienen el más mínimo empacho en alinearse con Gran Bretaña, el gobierno de derecha de España o los republicanos 09 estadounidenses, perjudicando en todos los casos los intereses argentinos.
Independientemente del papel tristísimo que los otrora "referentes del periodismo" protagonizaron en el programa de Lanata, quizás sea cierto que la política de comunicación del gobierno es perfectible. Es que si la estrategia de comunicación oficialista fuera la debida, en consonancia con la Ley de Medios y su espíritu de que se escuchen todas las voces, los oficialistas no engrosarían la audiencia de un programa periodístico de muy pobre producción como el del ex cómplice del vaciamiento de Crítica y conductor de "Día D".
Uno de los presupuestos básicos en la comunicación, es saber a quién va dirigido un programa, antes de ponerlo al aire. Tener una estrategia de comunicación. Lanata, hay que reconocerlo, tuvo la suficiente habilidad como para producir un programa dirigido a kirchneristas, sabiendo de antemano que eso le generaría un nivel de audiencia notable y que los programas oficialistas se encargarían de promocionarlo durante toda la semana. No me parece casual la elección de los domingos para emitirlo.
Luego, sabiendo que buena parte de la batalla comunicacional se libra en redes sociales, Lanata generó la expectativa necesaria anunciando que denunciaría "la lista de Ciber K" de Twitter. La pobreza de ese informe fue una mancha más para el periodismo en su conjunto. Pero, como dijimos, no les importan los medios ni cuanto daño hacen para llegar a su fin: desde ese día en Twitter se habla hasta el paroxismo sobre Jorge Lanata. Otro frente de promoción.
Seguramente a esta altura del relato, usted pensará: "Pero Dante, vos también estás escribiendo sobre Lanata ahora". Y no se equivoca. Sucede que una de las funciones que asumo como parte de mi oficio, es denunciar la mentira. Pero no soy yo el encargado de dar o no audiencia a tal o cual programa. No necesitaría hablar sobre el programa de otro periodista, si no fuera porque es transmitido por más del 80 por ciento de las licencias mediáticas, promocionado por todos los programas oficialistas y mencionado permanentemente en redes sociales.
A Lanata, como a sus compañeros de coro, no le importa ser querido, odiado, admirado o menospreciado. Todo lo que hace persigue un sólo fin personal: no ser ignorado. Y en ese intento, decidió vender su ideología al mismo grupo económico al que cuestionó con dureza hasta hace poco tiempo. Algunos oficialistas y su torpeza, completan la tarea promocionándolo.
Dijimos en otra oportunidad en éste espacio, que estamos atravesando el peor momento del periodismo del que se tenga memoria. Que un programa con semejante pobreza en contenidos tenga semejante repercusión en el público, incluso en los oficialistas, es una de las pruebas.
Debe existir una profunda crisis de contenidos periodísticos para que muchos oficialistas declamen su amor por Víctor Hugo Morales, pero decidan mirar el programa de Lanata. Para que aplaudan una Ley de Medios que exige "todas las voces", pero sólo hablen de una. Para que un grupo de periodistas desafinen un "queremos preguntar", mientras profesionales como Liliana López Foresi están desocupados. Debo decirlo yo ya que, como sucedió tras su censura en la década del 90, los "compañeros" lo callan.
Y si de contenidos hablamos, no podemos darnos el lujo de armar los nuestros con esas ausencias notables, relegando a programas como el de Víctor Hugo Morales casi al último lugar en su horario (el mismo que lidera Lanata) y con una permanente obsesión por desmentir la mediocridad. En síntesis: programas opositores necesitan del oficialismo para promocionarse. Y programas oficialistas dependen de los opositores para existir, toda vez que dedican casi todo el espacio a desmentir "operaciones".
Recordemos el fin último de Lanata: "no ser ignorado". No estamos diciendo que, como tarea militante, no miren a Lanata y sintonicen a Víctor Hugo. Estamos insistiendo en que la única manera de que un programa sea elegido por los televidentes u oyentes, es generando contenidos seductores y mensajes claros, nunca desprovistos de la cuota de entretenimiento que un medio audiovisual necesita.
El periodismo se está convirtiendo en un perro que se corre la cola. El hocico oficialista a la cola opositora. Uno sin la otra, o viceversa, dejarían de existir. Se retroalimentan. Dicen desde los programas oficialistas: "debemos desmentir las operaciones de la corporación". Lo cierto es que un bloque por programa alcanzaría. Pero todas las ediciones similares de un mismo programa, terminan aburriendo al televidente más fiel.
Debemos reconocer de una vez por todas que la cuota de entretenimiento televisivo es más importante que la de contenido y el mensaje. Estos últimos, dependen de la manera entretenida en que son ofrecidos al público. Como ejemplo, volvamos a Lanata. Convirtió la mentira en un entretenimiento para entretener a oficialistas y conformar a opositores. Un verdadero "showman" periodístico.
Los contenidos son las víctimas de ambos sectores. Uno miente, los otros señalan la mentira. Una y otra vez. Circularmente. Eternamente. Y, sabido es, que el público consume lo que se le ofrece. Salvo las excepciones en las cuales la gente decide utilizar uno de los botones menos usados del control remoto: el que dice OFF.
Por todo lo dicho, nos parece que el "coro-gospel- periodístico" hizo foco en un tema menor: las conferencias de prensa de Cristina. Sólo para que el oficialismo no haga foco en el defecto comunicativo real, lo subsane y de esa manera, compita de igual a igual con la concentración mediática. Me refiero a cumplir cabalmente con el espíritu de la Ley de Medios. Generando contenidos, permitiendo que los generen sectores sociales históricamente silenciados,expropiando Papel Prensa para que Clarín y La Nación no sigan asfixiando a los medios zonales y les permitan expandirse e invirtiendo recursos en producción de contenidos de excelencia.
Y utilizando y distribuyendo equitativamente los recursos necesarios para que los medios regionales privados, los medios públicos y los nuevos emprendimientos no se limiten a subsistir, sino que puedan crecer debidamente, para competir con los mensajes monopólicos en cada ciudad.
Eso es la Ley de Medios ¿O hará falta formar un coro ridículo para cantar la verdad?
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