Octubre puede ser peor. Es el consenso que crece en el peronismo, alarmado por la reacción de la Presidenta ante la derrota de las primarias. En la cúpula del poder no hay autocrítica. Sólo la búsqueda de “traidores” y el rencor con los argentinos que no entienden el proceso revolucionario en marcha. El temor de los caciques peronistas por su gobernabilidad. El dilema de Scioli.
El análisis y la reacción del Gobierno ante la derrota que sufrió en las primarias, preanuncia la posibilidad de una caída de proporciones históricas en Octubre. Lejos de toda autocrítica, la Presidenta eligió recostarse sobre la mirada conspirativa y muy soberbia del núcleo duro del poder que hoy constituyen el secretario Legal y Técnico, Carlos Zanini y los camporistas Andrés “Cuervo” Larroque y Wado de Pedro.
En este círculo no penetran análisis sobre evidentes fallas de gestión. La deficiente respuesta ante problemas como el cepo al dólar, la inflación y la inseguridad y su consecuente impacto electoral, sencillamente no se contemplan.
Lo que ocurrió para este núcleo es simple. Desde un plano teórico, la sociedad argentina es básicamente pacata y conservadora y no está a la altura del proceso revolucionario que lidera Cristina. En un plano operativo, la Casa Rosada está rodeada de traidores. El problema es que cada vez son mas los que pasan al bando de los traidores y menos los leales que la Presidenta conserva cerca suyo. “A este punto muy pronto van a empezar a cazar a los leales”, se burlaba un operador peronista que observa resignado los desaciertos del Gobierno.
Después de todo no es ninguna novedad. Es un rasgo nacional bastante extendido, buscar una explicación en el afuera, a los propios errores.
Volcados de lleno así a la faena de policías políticos, los líderes camporistas no sólo ubican a gobernadores e intendentes peronistas en el lugar de traidores, sino también -crease o no- a destacados empresarios de medios kirchneristas. “No jugaron a fondo, traicionaron”, sentencian, demostrando sobre todo su ignorancia genética sobre la manera en que funcionan los medios, aún los oficialistas.
La Presidenta transparentó de manera abierta esa visión en su discurso. No hay errores que reconocer. Sólo conspiraciones a las que se debe responder profundizando el rumbo elegido.
La gobernabilidad
Los peronistas mientras tanto están preocupados por cuestiones más urgentes. “Otro discurso de estos y Massa supera los 50 puntos”, se lamentan. Pero si bien el intendente de Tigre aparece como un posible relevo del poder en el mediano plazo, en cada provincia, en cada municipio, el desafío es inmediato.
Un gobierno que subraya sus peores rasgos es garantía de pérdida de votos y son demasiados los distritos que ya perdieron o quedaron al filo de la derrota. Si las diferencias se ahondan, la oposición en muchos casos pasaría a controlar legislaturas provinciales y concejos deliberantes. O sea, la famosa crisis de gobernabilidad podría estallar primero en los niveles subnacionales.
Mendoza es un caso concreto. Julio Cobos arrasó con un 44% y ante la decisión de bajarse del radical neo kirchnerista Roberto Iglesias, en octubre podría llegar a los 50 puntos. Esto le asegura mayoría en las dos cámaras de la Legislatura provincial. “Paco Pérez va a tener que entregarle la llave de la provincia a Cornejo”, comentaban sorprendidos peronistas de esa provincia, en referencia al titular del radicalismo cuyano y hombre fuerte detrás del ex vicepresidente.
Se trata de un pronóstico que se extiende en la estructura peronista, a medida que la Presidenta radicaliza su discurso. La decisión de estos caciques es tratar de achicar lo más posible una derrota. que anticipan poco menos que inevitable. Para eso, tratarán de alambrar sus distritos y evitar en lo posible la visita de referentes nacionales. Amado Boudou es en ese sentido, un símbolo de lo que quieren evitar.
De hecho, en el Gobierno se insinuó la idea de armar una nueva cumbre de gobernadores e intendentes para respaldar a Cristina e Insaurralde, como se hizo antes de las primarias en el restaurant El Mangrullo -esta vez sería en Entre Ríos-, y el clima de recepción de la idea fue de frío a gélido.
Porque el problema del oficialismo es muy profundo y se extiende a lo operativo. Cristina corrió a La Cámpora de las listas por un mínimo de real politik, rendida ante la necesidad de sumar el apoyo de los jefes territoriales. Pero lejos de apartarlos del poder, les cedió el manejo de los sensibles fondos de campaña, incluídos los necesarios para financiar la fiscalización.
El problema es que los jóvenes camporistas manejaron el dinero con el mismo espíritu sectario con que hacen todo. “Pagar fiscales es liberal”, contestaban ante los reclamos de intendentes y candidatos, que tuvieron que soportar que delante de sus narices los camporistas desviaran los fondos que bajaban del Gobierno, a sus propios experimentos electorales.
Con un agravante. Allí donde compitieron perdieron. Otro ejemplo: En Santa Fe el diputado camporista Marcos Cleri volcó buena parte de los fondos a empujar la candidatura en Rosario del desconocido Sebastián Artola. Resultado: Logró enardecer a todo el peronismo santafesino y su “promesa” registró la impactante marca del 1,87% de los votos.
El dilema de Scioli
Esta situación tan delicada que se puede observar con sólo repasar los tuits que la Presidenta publicó esta tarde -después de un discurso que tampoco dejó poco margen para el optimismo-, está impactando especialmente en uno de los dirigentes del peronismo con mas proyección: Daniel Scioli.
La decisión del gobernador de permanecer firme junto a la Casa Rosada lo está ubicando en una encrucijada espantosa: Si continúa cargándose al hombro la campaña de Martín Insaurralde y este cae en Octubre a cifras por debajo de los 30 puntos, compartirá con el intendente de Lomas de Zamora la responsabilidad por una de las peores elecciones de la historia del peronismo bonaerense.
Y sí por el contrario, Scioli decide ahorrarse mayores disgustos y se baja de una campaña que arrancó enrarecida, no sería extraño que el kirchnerismo retome las hostilidades y sepulte su aspiración de ser elegido -aunque sea por default-, heredero del “proyecto”.
La incomodísima situación que la radicalización de Cristina ante la derrota le impone a Scioli, tiene costos políticos concretos. No parece casual que en el peronismo hayan comenzado a surgir dirigentes nacionales como Daniel Peralta que abiertamente ya anuncian una preferencia por Massa para el 2015.
Si el intendente de Tigre se impone en Octubre por más de 40 puntos, el efecto de esa elección en una geografía peronista desesperada por encontrar una salida a la encerrona política que les plantea Cristina, es incalculable. Contra eso deberá lidiar Scioli si quiere ser el protagonista de un nuevo cambio de piel del peronismo, que comenzó el domingo de las primarias. (La Política OnLine).
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