MERCEDES, Febrero 08, (PUNTO CERO-El Nuevo Cronista) Hace pocos días, una empresa rural de la zona experimentó reales dificultades para convocar al personal que debía levantar una cosecha de arándanos. Lo mismo sucede periódicamente con la cosecha del durazno. La noticia puede provocar interpretaciones diversas:
1) El acelerado crecimiento de la economía provoca una demanda de fuerza laboral que no puede ser abastecida.
2) El nivel de los salarios no alcanza a cubrir las expectativas de los trabajadores, que se rehúsan a ingresar al mercado por tan poco dinero.
3) El asistencialismo de los Planes Trabajar provoca la retirada de muchos potenciales trabajadores del mercado laboral, que ven más conveniente vivir sin trabajar, combinando “changas en negro” con la asistencia del Estado.
¿Cuál de estas interpretaciones es la correcta? Hay razones para pensar que las tres muestran algún grado de verdad. Pero deben ser aplicadas a universos sociales diferentes.
• El primer punto sólo puede observarse en relación con los sectores más dinámicos de la economía, allí donde la demanda de mano de obra altamente calificada es elevada y el empobrecido panorama educativo no alcanza a abastecerla. Los empresas se quejan de que no hay suficientes técnicos y la preparación de los recientemente egresados suele ser magra.
• El segundo punto también agrega información válida. El bajo nivel de los salarios es un problema objetivo, que no justifica muchas veces la toma de un empleo. Tomemos el caso de un ama de casa que, para salir a trabajar, debe contratar mano de obra doméstica que la supla en el cuidado de los niños. La ecuación puede resultar desfavorable. Un problema subjetivo es la inadecuada percepción que algunos trabajadores tienen de sí mismos: sobrevaloran su real valor económico en el mercado y se niegan a reconocer que su conocimiento y capacitación son insuficientes aunque estén recién egresados de la universidad.
• El tercer punto tiene mucho en común con el fenómeno observado en otros países. Por supuesto que hace falta una red de asistencia social del Estado para las familias sin ingresos. Esto es así incluso en economías con un mercado laboral mucho más vigoroso. El problema es que un gran porcentaje de estas familias suelen caer en un círculo vicioso de falsa “seguridad” y “comodidad”, que los sumerge en una situación de difícil salida: sin práctica laboral, fuera de la economía formal, los empleos para los que califican son cada vez menos rentables. A medida que pasan los años, descienden sus posibilidades de reinsertarse en los circuitos laborales más atractivos.
Con todo, es difícil sostener que estos problemas se reduzcan a cuestiones estrictamente técnicas y económicas. El estado de ánimo colectivo es un importante termómetro para medir la situación de un mercado de trabajo y de la actividad económica general, y explica muchos fenómenos que son inexplicables desde fríos números como el nivel de los salarios ó la tasa de retorno de las inversiones. Una economía próspera es un conjunto de entusiasmos entrelazados, y el entusiasmo en Argentina es un bien escaso a ambos lados del mostrador productivo.(Continuará) (PUNTO CERO-El Nuevo Cronista).
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