Aumentó el consumo calórico y el sedentarismo pero la infraestructura de salud es limitada para atender a la obesidad.
"Compartimos los problemas del mundo desarrollado, pero la infraestructura de salud (que tenemos en América Latina) es de países en vías de desarrollo", afirmó el endocrinólogo mexicano Fernando Lavalle, director del Instituto de Bebidas para la Salud y el Bienestar (IBSB) de la compañía Coca-Cola y Presidente del Comité Científico de la Serie Científica Latinoamericana, organizadora del Simposio sobre Balance Energético que tuvo lugar en la ciudad brasileña de Guarujá durante los días 16 y 18 de agosto.
“Los países de América Latina han aumentado el consumo de calorías apoyados en la mejora económica que se vive en el conjunto de la región, pero el sedentarismo y la ausencia de actividad física suponen riesgos para la salud”, alertó Lavalle. “está bien documentado el aumento en el consumo calórico de la población, que se sitúa por encima de las 3.200 calorías diarias”. Miembro de la Federación Mexicana de Diabetes, Lavalle relató que ese incremento del consumo calórico no sería un problema si se mantuvieran los niveles de actividad física.
Para ilustrar su afirmación, el experto precisó que: más del 40% de los adolescentes mexicanos son inactivos, mientras que ese porcentaje se eleva hasta el 61% cuando se trata de los adultos. En Chile, por ejemplo, el 80% de la población es sedentaria, de acuerdo con la encuesta nacional de salud de ese país, citada por Lavalle. La Organización Mundial de la Salud también ha dado señales de atención y revela que en América en su conjunto el promedio de personas con sobrepeso alcanza el 62 %. En 2005 Argentina y Bolivia empezaron a presentar una tendencia de aumento de sobrepeso y obesidad, sobretodo en mujeres.
Por estas razones, el experto considera importante entender las vías para modificar los hábitos y potenciar la práctica deportiva. "Es un problema complejo", dijo Lavalle, quien agregó que además de "motivar a la población" es necesario facilitar espacios para que los ciudadanos puedan hacer deporte.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el sedentarismo es el cuarto factor de riesgo más importante para la mortalidad en todo el mundo y el sobrepeso y la obesidad son responsables de un 5 por ciento de la mortalidad mundial.
Balance Energético
El balance energético (BE) es el conjunto de relaciones de equilibrio en un organismo, considerado como la diferencia que existe entre la ingesta y el gasto energético. En situaciones normales este balance se da sin que aparezcan cambios significativos en los depósitos corporales o en el peso, ya que son muchos los mecanismos de regulación neurohormonales, sensoriales, mecánicos y cognoscitivos que actúan en el organismo para minimizar el impacto de fluctuaciones de la ingesta y el gasto energético sobre la masa grasa y el peso corporal.
Sin embargo, cuando se da un BE negativo o positivo, a partir de la presencia o combinación de diversos factores, aparecen los problemas de malnutrición, incluyendo la desnutrición, sobrepeso y obesidad.
En su ponencia sobre “Fisiología del balance energético” el profesor de la Universidad de Alabama, David B. Allison, argumentó algunas de las teorías sobre consumo de energía y peso. Allison explicó las dificultades de predecir la evolución del peso en seres humanos debido a los mecanismos de compensación del organismo y mostró estudios que revelan que tras la reducción de alimentación se produce un aumento de masa debido a que el organismo acumula recursos energéticos para prepararse frente a limitaciones nutricionales futuras.
A partir de la introducción del concepto de “Compensación aprendida” Allison presentó datos de un estudio realizado en Inglaterra donde se ofreció a un grupo de control un sándwich con un alto contenido calórico y uno de bajas calorías, y las personas los prefirieron por igual. Sin embargo, quienes optaron por el de bajas calorías comieron una mayor cantidad.
“Este ejercicio de compensación es el que debemos cuidar”, advirtió el especialista.
Por otro lado, apuntó la dificultad de hacer recomendaciones prácticas concretas para reducir peso por la eliminación de determinados productos o comidas. “La pérdida o aumento de peso no solo se debe a la ingesta de alimentos, sino que también guarda relación con los hábitos del individuo, por lo que los resultados varían”, dijo Allison.
Así, el especialista mostró estudios en los que algunos pacientes que no solían desayunar perdían peso al empezar a hacerlo, mientras los que habitualmente hacían esa primera ingesta del día adelgazaban al dejar de hacerlo. Pero también señaló que con el tiempo ese impacto tiende a desaparecer debido a que el "organismo aprende de dónde consigue calorías" y dispone de mecanismos para compensar el déficit de una ingesta con otras comidas.
"Tenemos que hacer experimentos concretos y no suposiciones", concluyó Allison, quien abogó por llevar a cabo estudios a largo plazo.
La obesidad, una epidemia que crece
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el cuarto factor de riesgo más importante para la mortalidad en todo el mundo es la inactividad y el sobrepeso y la obesidad son responsables de un 5 por ciento de la mortalidad mundial.
En su ponencia sobre “Fisiología de Gasto Energético”, Eric Ravussin, Director del Centro Biomédico Pennington de Investigación para Nutrición en Obesidad de la Universidad Estatal de Luisiana, EEUU y uno de los expertos más reconocidos mundialmente en Balance Energético, explicó que en los últimos 30 años se han combinado dos factores para provocar un aumento de 9 kilos en la población de prácticamente todas las regiones del mundo: “Hay un cambio progresivo hacia un trabajo más sedentario, lo que ha provocado una ganancia energética que se traduce en un gradual y consistente aumento de peso”.
El experto comentó que para revertir esta tendencia, tendría que reducirse la ingesta de energía a razón de consumir 50 calorías diarias menos durante los próximos 30 años.
Ravussin expuso que el cuerpo humano trabaja de forma diferente con los carbohidratos, las proteínas y las grasas. Los primeros se van al hígado y sirven para dar energía al músculo esquelético; las proteínas conforman masa muscular; las grasas prácticamente sólo sirven para aumentar el tejido adiposo. Y agregó: “es necesario profundizar en los estudios que tratan de explicar el desbalance entre la ingesta de calorías y el gasto de energía, pues “en el medio ambiente hay muchos gatillos que pueden disparar la obesidad y todavía hay muchas cosas que desconocemos” como, por ejemplo, la influencia de una mayor exposición a campos magnéticos, como los teléfonos celulares, y su supuesta relación con afectaciones metabólicas.
¿Por qué elegimos lo que elegimos?
En su ponencia “Aspectos de la elección de la conducta alimentaria: comida por sabor, costo, conveniencia, salud y saciedad”, el Dr. Adam Drewnowski, Director del Centro de Nutrición y Salud Pública y del Programa de Ciencias Nutricionales en la Universidad de Washington, exploró aspectos cotidianos que intervienen en los procesos de alimentación y alteración del balance energético.
El especialista afirmó que “Hay muchos factores que influencian la elección de alimentos: el primero es el gusto, luego el precio, la conveniencia, la salud y variedad”.
En la relación entre el comportamiento y la salud aseguró que parte del problema de obesidad que impera en América Latina se debe a los criterios con los que elegimos nuestros alimentos. Para ello, el doctor Drewnowski utilizó un término que permite observar el consumo de alimentos desde una perspectiva distinta: el concepto de densidad energética: “la mayoría de las veces no elegimos los alimentos que necesitamos, sino los que nos satisfacen, los cuales normalmente tienen una mayor densidad energética.
Los alimentos más densos energéticamente son aquellos que tienen menor cantidad de agua. Así, mientras que bebidas como la leche o los refrescos tienen baja densidad energética, productos secos como los granos o las papas fritas tienen muy alta densidad energética.
La razón por la que elegimos alimentos de este tipo se debe a cuestiones naturales: cuando tenemos hambre, buscamos lo que nos guste y nos dé más energía; así lo hacemos desde niños”, afirmó Drewnowski y eso explica por qué los menores prefieren alimentos dulces que les aporten calorías.
Finalmente Drewnowski concluyó: “necesitamos alimentos que nos aporten energía. Y en este respecto los alimentos con mucha agua y baja densidad energética, aunque producen sensación de saciedad, no sustituyen o compensan las calorías que los alimentos más energéticamente densos aportan. Lo imperativo no es comer menos sino comer mejor; y concluye “más que dejar de consumir ciertos alimentos, es necesario tener todas las herramientas a la hora de elegirlos”.
Ejercicio físico, no es lo mismo para todos
Diversas evidencias científicas comprueban los beneficios de la actividad física en la prevención y manejo de enfermedades. Sin embargo, John Duperly, médico especialista en Medicina Interna de la Universidad del Rosario en Colombia, PhD en Medicina del Deporte de la Universidad Alemana para la Ciencias del Deporte afirmó que “es importante que los profesionales de la salud cuenten con las herramientas y conocimientos básicos para prescribir la actividad física de forma terapéutica”.
Si bien los profesionales médicos reconocen el valor de la actividad física a la hora de prescribirla desconocen cuál es el mejor esquema para cada paciente y no cuentan con herramientas para motivar a sus pacientes para cambiar sus hábitos.
“Los países de América Latina han aumentado el consumo de calorías apoyados en la mejora económica que se vive en el conjunto de la región, pero el sedentarismo y la ausencia de actividad física suponen riesgos para la salud”, alertó Lavalle. “está bien documentado el aumento en el consumo calórico de la población, que se sitúa por encima de las 3.200 calorías diarias”. Miembro de la Federación Mexicana de Diabetes, Lavalle relató que ese incremento del consumo calórico no sería un problema si se mantuvieran los niveles de actividad física.
Para ilustrar su afirmación, el experto precisó que: más del 40% de los adolescentes mexicanos son inactivos, mientras que ese porcentaje se eleva hasta el 61% cuando se trata de los adultos. En Chile, por ejemplo, el 80% de la población es sedentaria, de acuerdo con la encuesta nacional de salud de ese país, citada por Lavalle. La Organización Mundial de la Salud también ha dado señales de atención y revela que en América en su conjunto el promedio de personas con sobrepeso alcanza el 62 %. En 2005 Argentina y Bolivia empezaron a presentar una tendencia de aumento de sobrepeso y obesidad, sobretodo en mujeres.
Por estas razones, el experto considera importante entender las vías para modificar los hábitos y potenciar la práctica deportiva. "Es un problema complejo", dijo Lavalle, quien agregó que además de "motivar a la población" es necesario facilitar espacios para que los ciudadanos puedan hacer deporte.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el sedentarismo es el cuarto factor de riesgo más importante para la mortalidad en todo el mundo y el sobrepeso y la obesidad son responsables de un 5 por ciento de la mortalidad mundial.
Balance Energético
El balance energético (BE) es el conjunto de relaciones de equilibrio en un organismo, considerado como la diferencia que existe entre la ingesta y el gasto energético. En situaciones normales este balance se da sin que aparezcan cambios significativos en los depósitos corporales o en el peso, ya que son muchos los mecanismos de regulación neurohormonales, sensoriales, mecánicos y cognoscitivos que actúan en el organismo para minimizar el impacto de fluctuaciones de la ingesta y el gasto energético sobre la masa grasa y el peso corporal.
Sin embargo, cuando se da un BE negativo o positivo, a partir de la presencia o combinación de diversos factores, aparecen los problemas de malnutrición, incluyendo la desnutrición, sobrepeso y obesidad.
En su ponencia sobre “Fisiología del balance energético” el profesor de la Universidad de Alabama, David B. Allison, argumentó algunas de las teorías sobre consumo de energía y peso. Allison explicó las dificultades de predecir la evolución del peso en seres humanos debido a los mecanismos de compensación del organismo y mostró estudios que revelan que tras la reducción de alimentación se produce un aumento de masa debido a que el organismo acumula recursos energéticos para prepararse frente a limitaciones nutricionales futuras.
A partir de la introducción del concepto de “Compensación aprendida” Allison presentó datos de un estudio realizado en Inglaterra donde se ofreció a un grupo de control un sándwich con un alto contenido calórico y uno de bajas calorías, y las personas los prefirieron por igual. Sin embargo, quienes optaron por el de bajas calorías comieron una mayor cantidad.
“Este ejercicio de compensación es el que debemos cuidar”, advirtió el especialista.
Por otro lado, apuntó la dificultad de hacer recomendaciones prácticas concretas para reducir peso por la eliminación de determinados productos o comidas. “La pérdida o aumento de peso no solo se debe a la ingesta de alimentos, sino que también guarda relación con los hábitos del individuo, por lo que los resultados varían”, dijo Allison.
Así, el especialista mostró estudios en los que algunos pacientes que no solían desayunar perdían peso al empezar a hacerlo, mientras los que habitualmente hacían esa primera ingesta del día adelgazaban al dejar de hacerlo. Pero también señaló que con el tiempo ese impacto tiende a desaparecer debido a que el "organismo aprende de dónde consigue calorías" y dispone de mecanismos para compensar el déficit de una ingesta con otras comidas.
"Tenemos que hacer experimentos concretos y no suposiciones", concluyó Allison, quien abogó por llevar a cabo estudios a largo plazo.
La obesidad, una epidemia que crece
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el cuarto factor de riesgo más importante para la mortalidad en todo el mundo es la inactividad y el sobrepeso y la obesidad son responsables de un 5 por ciento de la mortalidad mundial.
En su ponencia sobre “Fisiología de Gasto Energético”, Eric Ravussin, Director del Centro Biomédico Pennington de Investigación para Nutrición en Obesidad de la Universidad Estatal de Luisiana, EEUU y uno de los expertos más reconocidos mundialmente en Balance Energético, explicó que en los últimos 30 años se han combinado dos factores para provocar un aumento de 9 kilos en la población de prácticamente todas las regiones del mundo: “Hay un cambio progresivo hacia un trabajo más sedentario, lo que ha provocado una ganancia energética que se traduce en un gradual y consistente aumento de peso”.
El experto comentó que para revertir esta tendencia, tendría que reducirse la ingesta de energía a razón de consumir 50 calorías diarias menos durante los próximos 30 años.
Ravussin expuso que el cuerpo humano trabaja de forma diferente con los carbohidratos, las proteínas y las grasas. Los primeros se van al hígado y sirven para dar energía al músculo esquelético; las proteínas conforman masa muscular; las grasas prácticamente sólo sirven para aumentar el tejido adiposo. Y agregó: “es necesario profundizar en los estudios que tratan de explicar el desbalance entre la ingesta de calorías y el gasto de energía, pues “en el medio ambiente hay muchos gatillos que pueden disparar la obesidad y todavía hay muchas cosas que desconocemos” como, por ejemplo, la influencia de una mayor exposición a campos magnéticos, como los teléfonos celulares, y su supuesta relación con afectaciones metabólicas.
¿Por qué elegimos lo que elegimos?
En su ponencia “Aspectos de la elección de la conducta alimentaria: comida por sabor, costo, conveniencia, salud y saciedad”, el Dr. Adam Drewnowski, Director del Centro de Nutrición y Salud Pública y del Programa de Ciencias Nutricionales en la Universidad de Washington, exploró aspectos cotidianos que intervienen en los procesos de alimentación y alteración del balance energético.
El especialista afirmó que “Hay muchos factores que influencian la elección de alimentos: el primero es el gusto, luego el precio, la conveniencia, la salud y variedad”.
En la relación entre el comportamiento y la salud aseguró que parte del problema de obesidad que impera en América Latina se debe a los criterios con los que elegimos nuestros alimentos. Para ello, el doctor Drewnowski utilizó un término que permite observar el consumo de alimentos desde una perspectiva distinta: el concepto de densidad energética: “la mayoría de las veces no elegimos los alimentos que necesitamos, sino los que nos satisfacen, los cuales normalmente tienen una mayor densidad energética.
Los alimentos más densos energéticamente son aquellos que tienen menor cantidad de agua. Así, mientras que bebidas como la leche o los refrescos tienen baja densidad energética, productos secos como los granos o las papas fritas tienen muy alta densidad energética.
La razón por la que elegimos alimentos de este tipo se debe a cuestiones naturales: cuando tenemos hambre, buscamos lo que nos guste y nos dé más energía; así lo hacemos desde niños”, afirmó Drewnowski y eso explica por qué los menores prefieren alimentos dulces que les aporten calorías.
Finalmente Drewnowski concluyó: “necesitamos alimentos que nos aporten energía. Y en este respecto los alimentos con mucha agua y baja densidad energética, aunque producen sensación de saciedad, no sustituyen o compensan las calorías que los alimentos más energéticamente densos aportan. Lo imperativo no es comer menos sino comer mejor; y concluye “más que dejar de consumir ciertos alimentos, es necesario tener todas las herramientas a la hora de elegirlos”.
Ejercicio físico, no es lo mismo para todos
Diversas evidencias científicas comprueban los beneficios de la actividad física en la prevención y manejo de enfermedades. Sin embargo, John Duperly, médico especialista en Medicina Interna de la Universidad del Rosario en Colombia, PhD en Medicina del Deporte de la Universidad Alemana para la Ciencias del Deporte afirmó que “es importante que los profesionales de la salud cuenten con las herramientas y conocimientos básicos para prescribir la actividad física de forma terapéutica”.
Si bien los profesionales médicos reconocen el valor de la actividad física a la hora de prescribirla desconocen cuál es el mejor esquema para cada paciente y no cuentan con herramientas para motivar a sus pacientes para cambiar sus hábitos.
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