BUENOS AIRES, Setiembre 01, (PUNTO CERO) Si se ignora la historia, nadie podría suponer que esos dos viejitos no son más que dos abuelos reblandecidos y enfermos. Que están ahí, sentados en el banquillo de los acusados por una injusticia de la historia El comportamiento de ambos, en estos días en que se los juzgó por sus crímenes, es diferente.
El carnicero de la Perla intenta vencido, tener los aires soberbios de un triunfador. El ex gobernador de Tucumán por dos veces, pretende infundir lástima, atrincherado en sus muchos años y en sus enfermedades. Llora. Se emociona. Se le quiebra la voz. Pero lo mismo le sucedió cuando estaba en su etapa ascendente, ya en democracia, y se descubrieron sus cuentas suizas que no podía justificar
En cambio hace más de tres décadas, sus actitudes eran similares. Se creían dioses que podían disponer a su voluntad y criterio de las vidas de las personas. Soberbios, brutales, con coeficientes de inteligencia comunes, expresaban lo que Ana Arendt definió con una frase precisa en su libro “Eichmann en Jerusalem”: “ La banalidad del mal”
Luciano Benjamín Menéndez es integrante de una familia con antecedentes pocos recomendables: su padre fue un golpista que intento derrocar a Perón en 1951 y su sobrino Mario Benjamín, tuvo como autoridad designada, una vez recuperadas nuestras Islas Malvinas, una actitud no vinculada precisamente a lo heroico. Luciano Menéndez, un asesino pendenciero y fanfarrón, se alineaba en los sectores duros en el intento de invadir a Chile por el Beagle y tres pequeñas islas.
Son inolvidables sus declaraciones en aquella navidad de 1978, por las cuales se iba a mojar las pelotas y mear champagne en el Pacífico, luego de tomar La Moneda. El que consideraba sospechosos a “ cualquiera que esté alejado de sus padres, no crea en Dios y se manifieste molesto contra cualquier tipo de autoridad”
Antonio Domingo Bussi manipuló el terror en Tucumán, regenteó varios campos de concentración entre los que se encontraba posiblemente el primero llamado “ La Escuelita ” Se granjeó el apoyo de una parte importante de la población. Cuando el punto final lo habilitó para incursionar en la democracia, ganó ocho elecciones. Fue gobernador, legislador y la justicia se interpuso cuando había ganado la intendencia de Tucumán en el 2003, ironía del destino, por apenas 17 votos al hijo de una de sus víctimas. El asesinato de su padre detenido en abril de 1976, que era senador peronista, sería el detonador de la condena a cadena perpetua, cinco años más tarde.
Su trayectoria tiene puntos de contactos con el asesino chileno Augusto Pinochet. Desde el apoyo de parte importante de la sociedad, el descubrimiento de algunos de sus robos guardados en cuentas suizas y luego el desenmascaramiento de sus crímenes.
En el juicio a Bussi, también estuvo sentada en el banquillo, con otro grado de responsabilidad, parte de la sociedad tucumana. La que creyó en la escoba de un ladrón. La que supuso que un asesino era una garantía de seguridad. La que consideró plausible cerrar los ojos y calentarse las manos aplaudiendo desde la exportación de mendigos a Catamarca hasta las desapariciones y asesinatos.
En 1995, una importante movilización previa a su victoria en las elecciones que lo catapultarían como gobernador, tomaron las escalinatas de la Casa de Gobierno, enarbolando escobas. Ese símbolo expresaba su promesa de barrer con los políticos corruptos.
El gendarme Omar Torres relató: “El General Bussi se apersonaba y daba la orden con un disparo ejecutando a una persona” Lo mismo hacía Menéndez en un siniestro pacto de sangre.
Canalla hasta el final intentó desacreditar a Guillermo Vargas Aignasse, su víctima, calificándola de perejil y buchón y sosteniendo que había sido asesinado una vez dejado en libertad.
La defensa del ex gobernador y represor apeló a la lectura de un anónimo para sostener que la actual pareja de la viuda de Vargas Aignasse, era el asesino.
La banalidad del mal. Ana Arendt sostiene en el libro mencionado las dificultades de Eichmann para expresarse en su idioma, el alemán, más allá de frases hechas y clisés. En un momento el diagramador de la solución final del “ problema judío” se disculpó por sus limitaciones: “ Mi único lenguajes es el burocrático”. Y acota Arendt: “ La cuestión es que su lenguaje llegó a ser burocrático porque Eichmann era verdaderamente incapaz de expresar una sola frase que no fuera un clisé”
El mismo lenguaje burocrático de Menéndez y Bussi. “Hace cincuenta años la guerra estalló repentina y brutalmente en nuestro país. Sin tener arte ni parte, sino porque estábamos en la ruta de conquista del terrorismo internacional, los argentinos sufrimos el asalto de la subversión marxista, que por orden y cuenta de la Unión Soviética y de su sucursal Cuba se proponían someter a nuestro país a su sistema y a sumarnos a su satélite”, sostuvo el verdugo de La Perla
Los dos viejitos fueron diagramadores e implementadores del terrorismo de estado. Estos abuelitos, con la apariencia de Priebke nacionales, fueron los que creyeron estar librando una batalla de la tercera guerra mundial mientras eran los ejecutores del aplastamiento del modelo de sustitución de importaciones y su reemplazo por el de la rentabilidad financiera.
Por esas paradojas que tiene la historia, parecida obnubilación tienen algunos batallones perdidos de una izquierda arqueológica, que protestan, en este caso justamente por la reclusión de Bussi en un country, mientras se alinean hoy gallardamente con algunos de los intereses que promovieron el 24 de marzo y el terrorismo de estado.
Viejitos disfrazados de inofensivos. Parecida imagen que la de José López Rega preso y diabético.
La ley los alcanzó cuando están cerca del arpa.
En cambio hace más de tres décadas, sus actitudes eran similares. Se creían dioses que podían disponer a su voluntad y criterio de las vidas de las personas. Soberbios, brutales, con coeficientes de inteligencia comunes, expresaban lo que Ana Arendt definió con una frase precisa en su libro “Eichmann en Jerusalem”: “ La banalidad del mal”
Luciano Benjamín Menéndez es integrante de una familia con antecedentes pocos recomendables: su padre fue un golpista que intento derrocar a Perón en 1951 y su sobrino Mario Benjamín, tuvo como autoridad designada, una vez recuperadas nuestras Islas Malvinas, una actitud no vinculada precisamente a lo heroico. Luciano Menéndez, un asesino pendenciero y fanfarrón, se alineaba en los sectores duros en el intento de invadir a Chile por el Beagle y tres pequeñas islas.
Son inolvidables sus declaraciones en aquella navidad de 1978, por las cuales se iba a mojar las pelotas y mear champagne en el Pacífico, luego de tomar La Moneda. El que consideraba sospechosos a “ cualquiera que esté alejado de sus padres, no crea en Dios y se manifieste molesto contra cualquier tipo de autoridad”
Antonio Domingo Bussi manipuló el terror en Tucumán, regenteó varios campos de concentración entre los que se encontraba posiblemente el primero llamado “ La Escuelita ” Se granjeó el apoyo de una parte importante de la población. Cuando el punto final lo habilitó para incursionar en la democracia, ganó ocho elecciones. Fue gobernador, legislador y la justicia se interpuso cuando había ganado la intendencia de Tucumán en el 2003, ironía del destino, por apenas 17 votos al hijo de una de sus víctimas. El asesinato de su padre detenido en abril de 1976, que era senador peronista, sería el detonador de la condena a cadena perpetua, cinco años más tarde.
Su trayectoria tiene puntos de contactos con el asesino chileno Augusto Pinochet. Desde el apoyo de parte importante de la sociedad, el descubrimiento de algunos de sus robos guardados en cuentas suizas y luego el desenmascaramiento de sus crímenes.
En el juicio a Bussi, también estuvo sentada en el banquillo, con otro grado de responsabilidad, parte de la sociedad tucumana. La que creyó en la escoba de un ladrón. La que supuso que un asesino era una garantía de seguridad. La que consideró plausible cerrar los ojos y calentarse las manos aplaudiendo desde la exportación de mendigos a Catamarca hasta las desapariciones y asesinatos.
En 1995, una importante movilización previa a su victoria en las elecciones que lo catapultarían como gobernador, tomaron las escalinatas de la Casa de Gobierno, enarbolando escobas. Ese símbolo expresaba su promesa de barrer con los políticos corruptos.
El gendarme Omar Torres relató: “El General Bussi se apersonaba y daba la orden con un disparo ejecutando a una persona” Lo mismo hacía Menéndez en un siniestro pacto de sangre.
Canalla hasta el final intentó desacreditar a Guillermo Vargas Aignasse, su víctima, calificándola de perejil y buchón y sosteniendo que había sido asesinado una vez dejado en libertad.
La defensa del ex gobernador y represor apeló a la lectura de un anónimo para sostener que la actual pareja de la viuda de Vargas Aignasse, era el asesino.
La banalidad del mal. Ana Arendt sostiene en el libro mencionado las dificultades de Eichmann para expresarse en su idioma, el alemán, más allá de frases hechas y clisés. En un momento el diagramador de la solución final del “ problema judío” se disculpó por sus limitaciones: “ Mi único lenguajes es el burocrático”. Y acota Arendt: “ La cuestión es que su lenguaje llegó a ser burocrático porque Eichmann era verdaderamente incapaz de expresar una sola frase que no fuera un clisé”
El mismo lenguaje burocrático de Menéndez y Bussi. “Hace cincuenta años la guerra estalló repentina y brutalmente en nuestro país. Sin tener arte ni parte, sino porque estábamos en la ruta de conquista del terrorismo internacional, los argentinos sufrimos el asalto de la subversión marxista, que por orden y cuenta de la Unión Soviética y de su sucursal Cuba se proponían someter a nuestro país a su sistema y a sumarnos a su satélite”, sostuvo el verdugo de La Perla
Los dos viejitos fueron diagramadores e implementadores del terrorismo de estado. Estos abuelitos, con la apariencia de Priebke nacionales, fueron los que creyeron estar librando una batalla de la tercera guerra mundial mientras eran los ejecutores del aplastamiento del modelo de sustitución de importaciones y su reemplazo por el de la rentabilidad financiera.
Por esas paradojas que tiene la historia, parecida obnubilación tienen algunos batallones perdidos de una izquierda arqueológica, que protestan, en este caso justamente por la reclusión de Bussi en un country, mientras se alinean hoy gallardamente con algunos de los intereses que promovieron el 24 de marzo y el terrorismo de estado.
Viejitos disfrazados de inofensivos. Parecida imagen que la de José López Rega preso y diabético.
La ley los alcanzó cuando están cerca del arpa.
Hubo punto final, obediencia debida e indultos que postergaron un día en que afortunadamente y por las luchas inclaudicables de familiares y organismos de derechos humanos junto a circunstancias políticas que el gobierno ha hecho propicias, ha sonado un disparo para el lado de la justicia.
Parafraseando al periodista holandés Abel Herzberg: “ No han asesinado treinta mil argentinos. Han asesinado a un argentino, y eso lo han repetido treinta mil veces”. (PUNTO CERO).
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